Juan Antonio González Fuentes
He de confesarles a todos ustedes, aún bajo la posibilidad de ser destinado por la progresía nativa a abrasarme para siempre en los fuegos del mismísimo infierno, que todas las mañanas mi aparato radio-despertador me desvela para iniciar el día con los ditirambos sonoros del bueno de Federico Jiménez Losantos.
Yo me atrevo a recomendarles desde aquí que me imiten, pues el sistema tiene una ventaja innegable: uno da sus primeros pasos diarios imbuido de un espíritu de felicidad insólita, pues comprueba casi con extrañeza que el mundo y la vida siguen adelante y en pie, que la ciudad no ha sido bombardeada ni arrasada por hordas de bárbaros feroces, que los vecinos salen del portal camino de sus trabajos o a pasear a sus chuchos con aparente normalidad, y que, en fin, las nubes se levantan y hasta de vez en cuando continúan cayendo gloriosos chaparrones.
Otra de las ventajas indudables de escuchar el programa mañanero de Jiménez Losantos es que dos veces por semana participa como contertulio un personaje de verdad extraordinario, el periodista Pedro J. Ramírez. Si ya he hablado de que el “Príncipe de Asturias” Pablo Garcías Baena denomina a los poetas como “animales distintos”, también “animal distinto”, aunque inscrito en otra categoría diferente de la zoología distinta, es el bípedo Pedro J.
De ahí que cuando en su periódico El Mundo se anunció la edición de una biografía autorizada, otra, sobre su propia vida, decidiese echarle un largo vistazo a la primera oportunidad. Y la oportunidad no tardó en llegar. En mi librería preferida, la santanderina Gil de plaza Pombo, pronto se levantaron algunas columnas librescas con ejemplares de la biografía titulado, con indudable acierto, Pedro J. Ramírez, Tinta en las venas (Plaza & Janés), escrita por Eduardo Martínez Rico.
La verdad es que mi espíritu crítico disparó la alarma, y me hizo pensar que el libro sólo podía tratarse de una especie de hagiografía mejor o peor encubierta. Pero mi parte de lector de páginas con vocación efímera y un cierto aire entre “glamuroso” y polémico ganó la partida. Así que compré el libro y lo devoré a lo largo de un viaje de ida y vuelta a Madrid.
El libro, no voy a engañar a nadie, no es nada del otro jueves, y no estaría entre el medio millón de títulos, pongo por caso, que deberían estar con preferencia en un biblioteca selecta. Pero tampoco se cae de las manos y teniendo algunos sabores laudatorios y hagiográficos, lo cierto es que no son ni muy descarados ni se degustan en lugares injustificados. Lo que viene a mostrar esta biografía amena a pesar de ser un tanto reiterativa en diversas cuestiones, es que Pedro J. Ramírez (1952), como periodista, empresario, escritor y analista opinante de la realidad española de las últimas cuatro décadas, es un personaje clave y absolutamente paradigmático, generador de odios africanos y temido por tirios y troyanos.
Eduardo Martínez Rico: Pedro J. Tinta en las venas (Plaza & Janés, 2008)
Consumidas las 500 páginas de esta tinta en las venas, el lector no entregado del todo ni al personaje ni a su causa sí debe reconocer que, para bien o para mal, Pedro J. Ramírez es un caso insólito e interesantísimo dentro de nuestra más reciente historia, y un tipo de hombre que no abunda en la vida española del último siglo dentro del ámbito profesional, cultural y económico en el que nos situamos.
Licenciado en periodismo por la universidad opusiana de Navarra, amplió estudios en una oscura universidad norteamericana que sí le permitió tomarle el pulso al periodismo de la más grande democracia del mundo y compararlo al triste periodismo de la España en la que Franco daba ya estertores. De familia acomodada de una ciudad en principio tan insulsa como Logroño, sin una formación intelectual apabullante y sin haber destacado como empollón lumbreras a lo largo de su carrera, Pedro J. sí tiene algún éxito entre las mujeres, le gustan el teatro y la literatura y, sobre todo, tiene una ambición desmedida y no disimulada por convertirse en un grande, en un grande dentro de su oficio y vocación: el periodismo. El camino, las formas y las maneras las descubrió en los EE.UU. que vivieron el watergate, y Pedro J. Ramírez, ávida rapaz periodística de vuelo giratorio en torno siempre al poder político y económico, es nombrado con 28 años director de uno de los periódicos nacionales más importantes del momento, Diario 16.
No estoy aquí para contarles la vida del periodista; quien quiera tomarle el pulso compre el libro y léalo, sólo pretendo dejar apuntadas unas pinceladas que creo perfilan al personaje y, sobre todo, dan cierta idea de su dimensión, de su ambición, de sus logros, de su importancia. Si con 28 años, es decir, un pipiolo, ya dirigía un periódico madrileño importante, con treintaytantos fundó y comenzó a dirigir El Mundo, sin duda ninguna la empresa periodística y de comunicación de carrera más fulgurante nacida en las dos últimas décadas en España y probablemente en Europa. Logro que por sí solo merece análisis y estudios mil, sobre todo ahora que El Mundo ya no es sólo un periódico, sino parte de un emporio macroempresarial de capital multinacional que, según rezan algunos estudios, se ha convertido en el más importante del mundo en español.
Pero Pedro J. Ramírez, además de dirigir el periódico y ser la cabeza visible del grupo empresarial multimedia, es decir, además de ser un ejecutivo de altos vuelos internacional, participa en tertulias radiofónicas y televisivas, es un conferenciante buscado y adulado, publica en El Mundo sus célebres “Cartas del director” los domingos en las que sus conocimientos de Historia impregnan todas las líneas, escribe libros (casi una docena le tengo contados), tiene varios hijos, vive con una diseñadora de moda bien conocida (Ágatha Ruiz de la Prada), viaja constantemente, vive una intensísima vida social, se ha convertido en un hombre bastante rico, ha protagonizado escándalos mediáticos dignos de historias para no dormir (la piscina mallorquina, el asunto del video sexual), trata a algunas de las personas más influyentes de España, Europa y EE.UU., es Doctor Honoris Causa por su oscura universidad americana, y tiene premios de indudable prestigio como el Montaigne o el Isaiah Berlin. Vamos, que un tipo así, de ser norteamericano, a estas alturas tendría varias series de televisión inspiradas en su vida, algún biopic aspirante al Oscar de Hollywood y decenas de estudios de toda índole y condición.
Para finalizar. Amores y odios concita este español brillante, ambicioso hasta lo insospechado y polémico, cuya vida resume hasta la fecha el libro de Martínez Rico, lectura entretenida y curiosa que hay que leer, como casi todo, con la mosca detrás de la oreja. Ahora bien, guste o no guste su figura y su obra, nadie puede poner en duda que este Ciudadano Pedro J., nacido en Logroño, es uno de los personajes públicos más extraordinarios que hoy conforman el animalario español contemporáneo.
NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de
Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.