Juan Antonio González Fuentes
Hace ya más de veinte años, a lo largo de un discurso pronunciado en una conferencia sobre educación y cultura en Inglaterra, el gran historiador del arte Ernst H. Gombrich, aseguraba que el deber de las instituciones culturales es “hacer todo lo que esté en sus manos para promover, por medio de la investigación o de cualquier otro modo, el avance y la difusión de las artes, las ciencias y las ideas”. Promover ese avance, añadía Gombrich, “no consiste sólo en transmitir conocimientos, también hay que transmitir actitudes y talantes fertilizadores de la cultura”.
Y ese avance del que aquí estamos tratando no puede, además, quedarse en el interior de las instituciones, debe expandirse por toda la geografía en la que la institución esté enraizada y, en último término, pero sin duda el más importante, por toda la sociedad en general, a través de libros, artículos, encuentros, lecturas, conferencias, debates públicos...
Por regla general vivimos en una sociedad en la que se nos recuerda de manera reiterativa que son los conocimientos prácticos los que proporcionan seguridades materiales, y que quienes manejan el dinero son los que “pagan al músico y, por tanto eligen la canción”. Sin embargo, convendría no olvidar que en una sociedad totalmente dedicada a los conocimientos prácticos puede que llegue el día en que no haya músicos, y que los que deban elegir la canción se encuentren en silencio. Y una vez que los músicos se han ido, puede que nunca más vuelvan a aparecer.
En este sentido, no será necesario recordar que lo que todos necesitamos no es tan sólo una España económicamente viable, sino también civilizada. Sobre todo si tenemos muy presente que la vida, después de todo, es con frecuencia más bien triste y que, como en algún lugar dejó escrito el gran Miguel de Unamuno, sería una crueldad bárbara querer desprender a los jóvenes y a los no tan jóvenes de esa fuente de fuerza, de la inspiración que pueden encontrar a lo largo de la vida en su relación con el arte, la literatura, el cine, la filosofía o la música, sea cual fuere lo que su futuro profesional demande o no demande.
Si creemos en la educación para la humanidad (y ahora volvemos a citar a Gombrich), debemos estar seguros de nuestras prioridades y proporcionar posibilidades a todos aquellos que las buscan para beneficiarse a sí mismos, pero también al general avance de las artes y las ciencia.
En este sentido, quizá se preciso recordar una vez más que la poesía es el principal laboratorio de un idioma, la mina de la que el idioma surge, crece y se desarrolla. El idioma es el sustento fundamental sobre el que se levanta la cultura de una sociedad, y el idioma español es el principal valer cultural que tiene nuestro país en el mundo, muy por encima de otros elementos de difusión y presencia cultural. La cultura española es, en gran medida, lo que es su idioma hablando por centenares de millones de personas en todo el mundo. El español es un factor clave en el desarrollo cultural, político, social y económico de España en todo el mundo, y la poesía en español es, sencillamente, la garante última y privilegiada de la vitalidad y fertilidad del idioma.
NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.