Amable Arias,
(1927-Bembibre -León-, 1984 San Sebastián), un sucedido más del olvido. No tuve
la suerte de conocerlo. Los amigos del Instituto de Estudios Bercianos me
aproximaron a su obra, poética y pictórica. Antepongo “poética”, pues no sólo es
la parte creativa de Amable que primero conozco sino que apoyé para la presente
edición fuera posible en el sello leonés Lobo Sapiens; un sello editorial
siempre atento y comprometido con los creadores valiosos y menos conocidos de la
tierra leonesa. Una vez reconocida la parte creativa literaria puse atención en
la pictórica y en la gráfica, quizá la más reconocida de
Arias.
La mano muerta, en esta nueva edición decidida y
comprometidamente agrupada por Maru Rizzo, -la compañera definitiva de Amable-,
aporta dibujos, se trata, pues, de una obra que abarca las dos dimensiones más
señeras del creador berciano.
Los dibujos
aparentemente son trazos sencillos y rápidos, -negro (tinta china) sobre blanco
(papel)-, plenos de mensajes y compañeros, que no comparsas, de los poemas. En
Amable, dibujos y poemas confirman un todo cargado de mensajes que se apoyan
sobre el vértigo que produce el campo blanco, el vacío que hoja en blanco
impone.
En una primera mirada
los dibujos bien pudieran parecer bocetos o recursos semielaborados para obras
de mayores dimensiones; mas no, son intencionados, siluetas breves. Sean claros
en el bosque o encina solitaria en la estepa manifiestan ser el gozne que ata a
la vida. Un puente de resistencia. Si vivir, para todo ser humano, es resistir,
en el caso de Amable Arias la resistencia es más exigida y más urgente dada su
precaria salud, dada su limitación física. Estas condiciones, a él llegadas
dramáticamente desde la niñez, le fueron impuestas, sobrevenidas, un mal regalo
de los dioses que se multiplicó con el poco afecto recibido de su padre, mas
todo sirvió para que la vida se convirtiera en anhelo y en resistencia. Entre
estos dos puntos nace y progresa la fuerza creadora del
artista.
Sea desde la pintura
llegada la inspiración poética, y siempre desde el autodidactismo, la reflexión
y las conversaciones con los amigos, Arias deambuló en su quehacer cargado de
pocos materiales y de mucha esencialidad. Entremezclando trazos, retorciendo
espirales o alargando rectas se explican teleologías sobrepuestas a los poemas,
pero ninguna ausente de carga elocuente para el
lector.
Este doble
aprovechamiento de expresarse sobre el papel viene dado en La mano muerta y expande los movimientos
y el pulso creativo que va emergiendo y postulando hacia un final tras las
aterradoras manifestaciones y cargas pesimistas
explicitadas:
Quién
y quienes rescatarán
este siglo
de
infamia
mientras fumo y leo
estoy perdido
para siempre del mundo.
Pero
me habéis de ver en la
mañana al doblar
la calle fumando y
riendo
y luchando por el
rescate de la humanidad.
Un final de poemario
que se acoge tras la esperanza salutífera de la lucha. La desesperanza reinante
le puede cegar la utopía explicitada tras la brega individual, tras el
compromiso filantrópico. Este compromiso del autor se plasma de continuo frente
“lo abyecto”, pues acepta la fuerza polifónica y polimórfica de las dimensiones
humanas para enfrentarse a las desgracias. Y Amable ejemplar y vitalmente lo
explicitó. La expresión comprometida tras los grafismos, tras las rotulaciones
literarias que van poblando las páginas con figuras minimalistas y abstractas,
tras metáforas y otras figuras literarias precisas son expresiones de lento
repaso y de nacimiento rápido, propias de quién apura la vida y la saborea.
En este vaivén vital reposan en las
páginas del libro la urgencia para quién es conocedor de la brevedad de su
tiempo entre los humanos, de quién anhela dejar un mensaje austero y auténtico,
creativo y contundente. Un mensaje comprometido con la vida y su sencillez,
denunciador de los conceptos y contenidos que manipulan al ser humano
secularmente. Las cosas, los animales, la tierra (El Bierzo) y los seres
queridos están ahí; los falsos profetas y los manipuladores, las baratijas y
engañifas se patentizan. Esta cantidad de contenidos contrapuestos los deshoja
en expresiones líricas, en pinceladas plásticas. Un solo ejercicio creador es
insuficiente para anunciar o denunciar. Precisa de las dos habilidades creativas
y complementarias.
Amable,
hombre-lucha-autodidacta, bebió en las fuentes del compromiso y de la denuncia
para apostar por la dignidad de la pobreza y de lo humilde. (Miró atenta y
humildemente a la tierra -humus-),
estuvo vivaz frente a lo próximo, quizá las muletas le condujeron a hincarse
ante la realidad para soportar su mundo, para apoyarse y descubrir que todo
pasado, si es posible, nace y se forma en “el acá”, lejos de “el allá”. Su
discurrir vital fue secante en el círculo de los hombres. Nunca tangencial ni
ausente.
De rostro afable y bien
peinado pendía un cuerpo maltrecho que se balanceaba en la gravedad. También desde este vaivén atisbó la
jungla humana, sus ruinas (lo que permanece vivo), y sus riquezas y
posibilidades.
Desde este espacio
elige y renuncia, a sabiendas que la vida heridamente se muestra y propone,
obliga a la senda y a la tarea que la praxis va confeccionando para cada cual.
Amable eligió y propuso: ¡Vivir, siempre vivir! ¡Denostar a los pseudos-profetas
y sus demagogias, amar las riquezas de la vida! Lee de todo, le atrae el
marxismo como método y fuente de conocimiento y los pintores clásicos y
marginales. Coincido con é en su admiración por un gran creador, Luis Fernández,
un exiliado que muere en la pobreza y con dignidad, pero pintor español único y
excepcional del siglo XX.
Amable Arias, pues,
sabe del valor de la palabra y de la pincelada. Son voces o heridas salutíferas. Aquí,
en La mano muerta, reeditado,
revisado y ampliado, enriquecido con dibujos, en el que es difícil distinguir
dónde está el poema, en los versos o en los trazos, ¡sea en ambos!, vuelve sobre
los temas propios con intensidad: contra el abuso del poder (“los dictadores del
mundo-opresores-/oprimen más fuertemente”- (pág. 9), contra la pobreza
(“...dimiurgo fatal de los pobres/…/ la vergüenza/del falso pecado injusto.”-
página 16), busca el viaje (pág. 23), el frío, la mineralización de la historia
(“La propaganda de un Franco puede estar en un caballo./ Una forma de pasar la
historia con/ un caballo panzudo”- pág. 26), la tierra, siempre presente como
espacio matrio y nutriente, el amor (Maru Rizzo, siempre presente), a través de
versos-latigazo o programáticos, llenos de referencias personales y acompañados
de los expresivos dibujos. Así entre el trazo simple y el verso corto discurre
un canto y un llanto a la vida.
K. Marx, R. Luxemburgo,
M. Foucault, F. Nietsche. Ch. Baudelaire, N. Chomsky, F. Quevedo, C.M. Rilkey,
L. Fernández, H. Hölderlin, …., y Maru son referencias de viaje, y la pobreza y
la tierra (Bembibre), y la denuncia de la infamia y la mentira, para terminar
preguntando por “Quién/ y quiénes rescatarán este siglo/de infamia/mientras fumo
y leo estoy perdido/pero siempre del humo. Pero/ me habéis de ver en la mañana
al doblar/la calle fumando y riendo y luchando por el rescate de la humanidad”
(pág. 114).
No
siempre se reconoce en la obra de los grandes creadores la presencia de otras
manos. Es preciso anunciarlo. Y en este compromiso se halla la compañera de
Amable, Maru Rizzo, un ejemplo de dedicación y entrega por parte de quién
reconoce y desvela la tarea de este gran creador leonés. Amable se fue joven
tras desgastarse y deshilvanarse en jícaras por tierras bercianas y vascas, mas
su entrega y obra están ahí como eterno mensaje que requiere lectores. Como
mensaje contra la cobardía humana, un eterno innecesario que exige enfrentarse y
superar.