Leemos estos poemas
gracias a la traducción del poeta chileno Javier Campos, que si bien presenta el
serio inconveniente de ser una traducción indirecta (del inglés), aporta la
virtud de haber sido cotejada en gran parte por el poeta ruso, buen conocedor
del español, hasta el punto de haber escrito alguno de sus poemas en esta
lengua.
Selección que
recoge versos desde los años 50 hasta nuestros días, que mantiene una voz
reconocible a lo largo del tiempo, recogiendo bien sus dos temáticas
predominantes: la crítica social y política, y el sentimiento amoroso. Su poesía
es un constante acto comunicativo y, como tal, un instrumento de convivencia con
la historia.
De esta manera,
mantiene una conversación abierta con el lector, casi tuteándolo, a través de un
lenguaje sencillo, que consigue, la mayoría de las veces, mantener ese necesario
equilibrio con la sugerencia y la evocación del que precisan los buenos poemas.
En 1961, escribía el poema Ironía,
que ejemplifica bien este equilibrio:
El siglo veinte se ha burlado de
nosotros.
Hemos sido estrujados y engañados
como los impuestos.
El respiro de la vida ha erosionado
nuestras ideas
tan rápido como ir deshojando las
hojas de una margarita.
Como los niños acostumbrados a
crueles sarcasmos
dependemos ahora de una
autodefensa
a través de la ironía no del todo
escondida
ni tampoco totalmente
evidente.
(…)
La herida abierta
que atraviesa su propuesta lírica guarda un cercano paralelismo con su yo
biográfico. Como recuerda Luis García Montero en el prólogo, refiriéndose a la
experiencia del poeta acerca de la transición soviética al capitalismo: Se trataba al mismo tiempo del fin de una
pesadilla y de la descomposición de un buen sueño. Quien había sufrido la opresión totalitaria,
recordaba también que el sueño revolucionario había tenido en su origen una
voluntad de justicia y transformación social.
En 1991 hablaba
de ese mal comienzo de la Rusia capitalista en el poema
Pérdida:
Rusia ha
perdido
a
Rusia
dentro
de la propia Rusia.
Rusia se busca
a sí misma
como
se busca en la nieve un dedo cortado
(…)
El amanecer tiene
esa capacidad de desdibujar los sueños, de cegar al habitante que sale de su
caverna, haciéndole añorar ese embrión de la promesa de la luz. Yevtushenko sabe
que en la historia no hay espíritus puros, sino interacciones entre sueños y
nostalgias. Ese niño, al que expulsaron del colegio y del instituto, no deja de
buscar esa primera promesa de libertad, así en el poema, Antes del alba, de 1995
dice:
No hay ninguna parte de mi vida que
haya sido irreprochable,
claro que no fue siempre sabia pero
hay que recordar las culpas no pagadas,
fui un niño con los ojos llenos de
vida antes del alba,
ese espacio de libertad que es mucho
mejor que la libertad del día.
El sujeto del
conocimiento histórico es la misma clase oprimida que lucha (1), recuerda Walter
Benjamin en sus tesis sobre el concepto de historia. Al mismo tiempo, la poesía
tiene la capacidad de indagar en la memoria sentimental de los pueblos. De este
modo, la lírica de Yevtushenko combina ambas ideas y aborda esa exploración
sentimental de la experiencia histórica del sujeto oprimido. Así, encontraremos
un poema a la muerte de García Lorca; un poema que revive un encuentro de fútbol
entre la URSS y la República Democrática de Alemania en 1955, al que asistieron
varios de los mutilados soviéticos en la Segunda Guerra Mundial; a la
ejecución del líder cosaco del
XVII, Stenka Razin; o el aclamado,
Babi Yar, uno de sus poemas más populares, que recuerda la matanza por parte de
las SS de 33.771 personas en la ciudad de Kiev en 1941,con ayuda de la policía
ucraniana en el barranco que da nombre al poema, y comienza
así:
No hay ningún monumento sobre el
barranco de Babi Yar.
Sólo desparramadas rocas como
rústicas tumbas.
Tengo
miedo.
Hoy día me siento tan viejo
como todo el pueblo
judío.
(…)
Pero también es el
sentimiento amoroso el espejo natural de la expresividad emocional. Así, abundan
en su obra poemas que indagan en este sentimiento, que se esfuerzan en meditar
con la soledad como modo de convivir con esa pulsión amorosa. Además,
Yevtushenko habla del amor como fuerza creadora, génesis de conciencias,
indisociable de las preocupaciones sociales, del sentimiento de colectividad. El
final del poema, Hijos del amor,
retrata bien esta perspectiva:
Yo fui la bujía de dos almas, de dos
cuerpos
que en un instante se transformaron en uno
solo.
Soy hijo del
amor…
entre aquellos que no conocen el amor,
me gustaría compartir mi secreto
familiar de cómo amar:
húndete en una fiebre
sagrada
y sin duda sobrevivirás
emergiendo con un milagroso aullido
entre tus manos.
Rafael Alberti,
como Neruda, tradujo algunos poemas de Yevtushenko. Hay algunas cercanías entre
los personajes poéticos de ambos, recuerda Yevtushenko a ese Alberti de raras camisas, chalecos y cabellos
estentóreos que canta con voz viva delante de su pueblo al siempre sostenido ciego amor, más allá de la
muerte (2).
Y, en consecuencia,
tenemos un libro muy versátil, que recorre emocionalmente los últimos años del
estalinismo, así como los 30 años últimos del sueño comunista. Hubiera sido
deseable una traducción más cercana, pero el conocimiento próximo del autor por
parte del traductor, la revisión por Yevtushenko de varios de los poemas, son
palpables a lo largo de la edición. Acabaré citando el comienzo del poema que da
título a la compilación, respira bien ese aire por el que se mueve la poesía del
poeta ruso:
Las rejas se fueron abajo por la
tormenta
y nosotros, niños ladrones entre las
tristes sombras
éramos entibiados por nuestras
camisas
repletas de manzanas
robadas.
NOTAS
(1)
Benjamin, W. Obras. Libro I/vol. 2.
p. 313. Madrid. Ed, Abada, 2008.
(2) Alberti, R. Versos sueltos de cada día. Ed. Alianza.
Madrid, 1982. p. 102.