Para incrédulos
Esta es la historia de la inmigrante
kazaka Molly Malone, una mujer ofuscada por las normativas internas y los
reglamentos. A Molly, que llego a Barcelona sin recursos económicos, los
servicios sociales de la Direcció Total d’Atenció a la Infància i l’Adolescència
(DTAIA) de la Generalitat de Cataluña le arrebataron a su única hija, Sara, en
2001, justo un año después de haberla parido. “Molly es una mujer inestable”,
dictaminaron los trabajadores de la Administración. A Sara la pasearon por
varios centros de menores. Durante dos años, Molly Malone luchó contra viento y
marea para conseguir que le devolvieran a la niña. Y ganó.
INTRODUCCIÓN. El despecho por un oficio perdido
Gustavo.—A mí me gusta la historia de los chinos —dijo apretando los puños—
pero es que son tan herméticos...
Jesús.—Sé de qué hablas. Sólo estuve
media hora tomando café con la traductora del director mexicano —puntualizó— y
no pasamos de las sonrisas.
Gustavo.—¿Ese que rodó una película con
chinos y gitanos en Santa Coloma de Gramenet? ¿Cómo es que se llama?...
¿Iñárritu?
Gustavo no quiso interrumpir la obviedad del silencio, que le
dio la respuesta. Ambos descartaban así investigar el misterio de las
tragaperras con truco, o más bien, los chinos con truco para sacarle las monedas
a la máquina. A los otros temas discutidos en la mesa de un bar también les
faltaba algo: la mafia rusa, los suicidios en las cárceles y todos los hechos
nunca-contados-como-nosotros-los-vemos... En el mail lo había resumido así:
“1. El tema de los centros de menores. Existen diversas denuncias de
padres a quienes, supuestamente, se les ha quitado la potestad de sus hijos. Se
sabe que están controlados por la Administración, pero son fundaciones o centros
gestionados por particulares que reciben del Estado dinero por cada menor. Hay
quien sospecha que esto se ha convertido en un negocio. Es decir, cuantos más
menores en los centros, más contentos sus administradores. Existen plataformas
de afectados y también está de por medio la discriminación de la pobreza. ¿Es
malo Gustavo Franco y Jesús Martínez ser pobre? ¿Es causa suficiente para
separar a un menor de su familia? Se dice que en el patronato de algunos centros
hay políticos y personas influyentes. El caso de Molly Malone, a quien le
sustrajeron a la niña, es paradigmático.
2. Suicidios en las cárceles
españolas. Basta navegar un poco por Internet para conocer las cifras
escandalosas. La tasa es mucho más elevada que entre la población no reclusa.
3. Tratamiento de desechos informáticos. Llevo algún tiempo detrás de
este tema, pues, al parecer, los datos de tratamiento adecuado —facilitados por
empresas dedicadas a ello y por la agencia derivada de la Generalitat— no
corresponden con el volumen de desechos generados. ¿Terminan los desechos
informáticos de Cataluña en algún descampado de África o de la India? La forma
más probable de ‘exportar’ esta basura es por vía marina, y Barcelona es un
puerto.”
Jesús.—Y ¿esa mujer a quien le han quitado a la hija?
Efectivamente, tenían así un rostro y una tragedia urbana. En alguna
parte habían leído: “La fuente de creación, al fin y al cabo, es siempre la
realidad”. Los periodistas Gustavo
Franco y Jesús Martínez creían en esta
máxima antes de conocerse. Cada uno por su cuenta se ganaba la vida como podía,
metiendo crónicas y reportajes ahí donde les dejaran. Por aquella época, Jesús
hacía guardia los fines de semana en la edición online de ADN, una
publicación gratuita en la órbita de la Galaxia Planeta. El otro trabajaba en la
redacción de Tribuna Latina, un diario digital dirigido, principalmente,
a la inmigración latinoamericana en España. Pero todavía pertenecían a esa
generación de periodistas que publicaba sus mejores trabajos en papel. El
primero, para El Periódico y La Vanguardia; el segundo, para
Público. Bastaron un par de charlas para darse cuenta de que era
inevitable realizar un proyecto juntos. Así, Jesús y Gustavo, Tavo,
decidieron hacer un reportaje de largo aliento.
Gustavo.—Pues dale. Qué
más da si nadie le hace caso... — intervino. Afuera, una tímida lluvia invernal
mojaba las calles estrechas del Gótico barcelonés. Se sentía seguro en aquel
lugar, la Granja Viader, una histórica chocolatería que el otro
periodista
solía escoger para sus encuentros.
Jesús.—Yo empezaría con el juicio —se
apresuró a decir.