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Orlando Zapata Tamayo

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Carlos Malamud es Catedrático de Historia de América Latina de la UNED e investigador principal del Real Instituto Elcano

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Huber Matos (fuente: wikipedia)

Huber Matos (fuente: wikipedia)

Fidel Castro

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Raúl Castro

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Análisis/Política y sociedad latinoamericana
La muerte de Orlando Zapata Tamayo. Cómo llegó la noche a Cuba, una vez más
Por Carlos Malamud, lunes, 1 de marzo de 2010
La huelga de hambre de Orlando Zapata Tamayo ha tenido un gran impacto mediático en prácticamente todo el mundo, inclusive en países tradicionalmente sensibles con la llamada especificidad cubana (léase: agresión imperialista, bloqueo, conspiraciones). Sin embargo, en el epicentro de los hechos el tema fue prácticamente silenciado por la prensa oficial, salvo para iniciar una campaña de desprestigio contra el activista fallecido. Una de las cuestiones centrales en debate, tanto dentro como fuera de Cuba es cuál será su repercusión y trascendencia, especialmente en el desigual combate por la democratización cubana.
En 2002, el político opositor y uno de los héroes de la revolución, luego caído en desgracia, Huber Matos, publicó un desgarrador testimonio de la lucha que cambió radicalmente la moderna historia de Cuba, así como su paso por las mazmorras del régimen durante veinte interminables años. Cómo llegó la noche es el relato de sus particulares vivencias, aunque no exclusivas, que, a la vista de lo ocurrido con Orlando Zapata Tamayo, permiten trazar un hilo de continuidad en la historia represiva del castrismo desde sus inicios hasta hoy.

En su día Matos también hizo una huelga de hambre, de cinco meses y medio de duración. Cuando comenzó la protesta escribió en la pared de su celda, como declaración de principios, una frase que en las actuales circunstancias mantiene todo su valor: “La muerte es victoria cuando los rígidos despojos son afirmación del ideal y el honor”. Matos muestra en las páginas de su libro los constantes intentos de sus carceleros por degradar la integridad de los presos políticos y de conciencia, por aislarlos del resto de la población reclusa y cubana, por evitar que su ejemplo cunda y que a partir de ahí sean muchos los que eleven su voz contra el establishment: “Lo que persiguen es aniquilar la integridad de todos los que no se doblegan para que el pueblo no se anime a imitarlos”.

El gobierno cubano subestimó a Zapata Tamayo “por ser negro, ser humilde y no pertenecer a ningún partido opositor conocido”

Unas breves anécdotas y pinceladas del libro de Matos permiten ver las condiciones infrahumanas bajo las cuales tenía lugar el devenir diario de los presos, prácticamente las mismas que hoy siguen vigentes. Matos pasó prolongados períodos sin ver a su familia, presenció en repetidas oportunidades como sus pertenencias, recuerdos y fotos de sus seres queridos eran destruidos, aguantó golpes y vejaciones y debió deambular de una cárcel a otra. Una de ellas fue La Cabaña, en La Habana, donde estuvo cinco años en la “galera 23” respirando humo de petróleo. El médico de la Seguridad del Estado que lo atendió le recomendó no fumar porque tenía los pulmones destrozados, a lo que Matos respondió lacónicamente: “Doctor Campos, nunca he fumado”.

El dirigente opositor Manuel Cuesta Morúa señaló que el gobierno cubano subestimó a Zapata Tamayo “por ser negro, ser humilde y no pertenecer a ningún partido opositor conocido”. Por no ser, Zapata ni siquiera era uno de los 75 “mercenarios” al servicio de Estados Unidos y traidores a su patria que en 2003 fueron condenados en juicios sumarísimos a elevadas penas de cárcel. Por no ser, tampoco fue preso político o de conciencia sino un mero preso común, un delincuente. Sin embargo, y pese a no ser, el régimen se ensañó con él y su pena inicial de tres años de cárcel por desobediencia y desacato terminó sumando, tras varios juicios realizados dentro de la propia prisión, 36 años. Como dice un propagandista del régimen: “la sentencia inicial se amplió de forma considerable en los años siguientes por su conducta agresiva en prisión”. Este mecanismo no es nuevo. Silvino, un compañero de cárcel de Matos fue condenado a 12 años. Al estar próxima su liberación lo volvieron a enjuiciar y le cargaron nueve años más en su abultada cuenta. Como dice Matos: “Esta es la noticia más cruel que un preso recibe en prisión después de la pena de muerte”.

Para el régimen, la muerte de Zapata Tamayo no fue producto de su voluntad sino obra de una manipulación, de un complot urdido por turbias manos, entre las que se avizoran las de Estados Unidos, que buscan la destrucción y el aniquilamiento de la revolución

Éste no es el punto de vista del gobierno cubano. Más allá de los lamentos de Raúl Castro, que no le impidieron acusar formalmente a Estados Unidos de ser los responsables de la muerta de Zapata Tamayo, no hubo ningún otro pronunciamiento oficial. Sin embargo, en las páginas de Granma, el investigador y ensayista Enrique Ubieta Gómez (ver su biografía) ha publicado el ominoso opúsculo “¿Para quién la muerte es útil?”. Ya el título da una idea de la intención del escrito, la muerte de Zapata Tamayo no fue producto de su voluntad sino obra de una manipulación, de un complot urdido por turbias manos, entre las que se avizoran las de Estados Unidos, que buscan la destrucción y el aniquilamiento de la revolución: “Zapata Tamayo fue manipulado y de cierta forma conducido a la autodestrucción premeditadamente, para satisfacer necesidades políticas ajenas”.

El escribidor del régimen comienza su artículo con una rotunda manifestación: “Es difícil morirse en Cuba, no ya porque las expectativas de vida sean las del Primer Mundo —nadie muere de hambre, pese a la carencia de recursos, ni de enfermedades curables—, sino porque impera la ley y el honor”. Lo que resulta difícil de digerir no es su alusión a las condiciones de vida que deben soportar los cubanos, para eso nada mejor que preguntarles a ellos, sino la afirmación de que en Cuba impera la ley. Lo del honor se lo dejo a su criterio interpretativo, ya que probablemente su idea del honor sea bastante peculiar.

Es muy posible que en la intimidad, Lula haya susurrado en el oído de los hermanos Castro algunas palabras en favor de los derechos humanos y de la democratización de Cuba. Sin embargo, de un estadista se espera algo más que eso

Probablemente por eso, porque Cuba es el imperio de la legalidad, la mayor parte de los líderes latinoamericanos, con Lula a la cabeza, suelen mirar para otro lado cuando estas cosas pasan en Cuba. Y cuando no miran en esa dirección es para sacar a relucir las tropelías norteamericanas, de modo de convertir a la maldad de uno en la coartada de la maldad e incompetencia de los otros. Cita Moisés Naím una frase de Lula que no tiene desperdicio: “No se puede juzgar a un país o la actitud de un gobernante en función de la actitud de un ciudadano que decide empezar una huelga de hambre”. Cierto, aunque para juzgar al régimen castrista y a los hermanos Castro, sus máximos líderes, hay tantas otras cosas que no se explica cómo no las tiene en cuenta.

Es muy posible que en la intimidad, Lula haya susurrado en el oído de los hermanos Castro algunas palabras en favor de los derechos humanos y de la democratización de Cuba. Sin embargo, de un estadista se espera algo más que eso. Pero ni Lula ni la mayor parte de los estadistas latinoamericanos que le precedieron han sido capaces de cuestionar el rumbo de una revolución que se ha mostrado incapaz de avanzar para otorgar a sus ciudadanos más y mayores libertades, más y mayores beneficios personales y colectivos, salvo los que son repetidamente cuantificados bajo la forma de salud y educación. Ni la vivienda, ni el abastecimiento de servicios básicos como agua y electricidad, ni la agricultura, han merecido la preocupación seria y sistemática de los dirigentes cubanos, porque eso vende poco y no puede ser exportado. Quizá este luctuoso suceso sirva para que en el futuro tanto Lula como quienes le sigan en el ejercicio del poder, en Brasil y otras partes de América Latina, empiecen a cuestionar seriamente las violaciones de los derechos humanos y de las libertades más elementales que tienen lugar en Cuba.

La cuestión de fondo es si la muerte de Zapata Tamayo tendrá alguna repercusión en la política interna de la isla

Sin embargo, la cuestión de fondo es si la muerte de Zapata Tamayo tendrá alguna repercusión en la política interna de la isla. El economista Óscar Espinosa Chepe, uno de los 75 detenidos en 2003, cree que tuvo una “conmoción sin precedentes” entre los opositores al régimen y que marca un “antes y un después” en la lucha política cubana, “no sólo para la disidencia, también para el Gobierno”. Dice Mauricio Vicent, en las páginas de El País que éste es el sentir generalizado entre todos los opositores y que hoy el criterio general “es que el "caso Zapata" ha fomentado la unidad y servido de acicate al movimiento opositor, mientras que para el Gobierno, en términos de imagen, el resultado es demoledor”.

Es posible que en términos de imagen el gobierno de Raúl Castro haya sido tocado, más fuera que dentro de Cuba. Pero es dentro donde se juega el futuro del país y allí, al menos mientras Fidel Castro siga vivo y siga influyendo, como lo hace, en la gestión diaria de la cosa pública, es bastante difícil que las cosas cambien algo. De momento, la respuesta a los pedidos de mayor apertura y más margen para el disenso son el incremento de la represión, como han sufrido en carne propia la bloguera Yaoní Sánchez o tantos otros esforzados militantes anónimos que intentan hacer de Cuba un país mejor. Mientras tanto la respuesta del régimen sigue siendo la misma de siempre: “patria o muerte”, o más muerte que patria, ya que carecen de mejores propuestas. Porque, como señala Ubieta Gómez, los defensores de la revolución no dejan el menor resquicio no ya para la duda y la reflexión, sino ni siquiera para el diálogo: “Esperamos que los adversarios imperiales sepan que nuestra Patria no podrá ser jamás intimidada, doblegada, ni apartada de su heroico y digno camino por las agresiones, la mentira y la infamia”.
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