Si se entiende la religión como un sistema de control, o al menos de 
referencia, que liga el significado y la motivación, proporcionando al individuo 
o al grupo un modelo general de sí mismo y de su mundo, resulta evidente que 
dicho sistema de referencia ha de estar anclado en el marco social en el que el 
individuo o el grupo desarrollan su vida. Al mismo tiempo, la religión produce 
ideales y modelos de desarrollo social. 
Tras la II Guerra Mundial, un 
grupo de psicólogos, sociólogos y antropólogos entre los que cabe señalar a 
Adorno, Cronbach, Argyle, Dittes, Dunlap o Geertz señaló en sus trabajos que si 
se entendía la religión como un mecanismo general para la integración del 
significado y la motivación en los sistemas de acción social (Parsons), 
resultaba evidente que debería tener un sesgo conservador. 
De este modo, 
se pensaba que la práctica religiosa era más acusada entre las mujeres, los 
adolescentes y las personas de mayor edad. Se creía igualmente que dicha 
práctica religiosa correlacionaba con los individuos de menor formación cultural 
y menos inteligentes, entre los miembros de la clase media y entre las personas 
que mayor puntuación alcanzaban en las escalas de etnocentrismo y autoritarismo. 
La relación observada entre religión y conservadurismo político o necesidad de 
un mayor sentido de protección han gozado de un buen número de defensores a 
pesar de que dicha interpretación se adentra en el complejo mundo de lo 
simbólico y de la motivaciones personales y sociales.
Es evidente que todavía el factor religioso despierta en España 
un interés, unos rencores que resultarían desproporcionados en cualquier otro 
país de la Unión Europea, si exceptuamos Polonia. De ahí que libros como el de 
Rafael Díaz-Salazar resulten de necesaria lectura para entender la cuestión 
religiosa en sí y para comprender mejor lo que acontece en la España del siglo 
XXI
Lo cierto es que ya dentro del siglo XXI el interés por el 
fenómeno de lo religioso y su práctica sigue atrayendo no sólo a los científicos 
sociales sino al público en general. En buena medida, el estudio de la religión 
ha desplazado al estudio del conocimiento. Un análisis de los libros más 
vendidos muestra que catedrales, templarios, cruzados, exorcistas y fenómenos 
paranormales tienen lectores abundantes y garantizados. 
En España la 
religiosidad es esencial para entender lo que está pasando. En ningún país 
europeo se quemaron iglesias como aquí al comienzo de la Guerra Civil. En ningún 
otro sitio se asesinó a tanto cura, monja o fraile por el simple hecho de serlo. 
Todavía hoy, un 28 de octubre de 2008, los vascos miserables de Eta explotan un 
coche bomba en la Universidad de Navarra por el simple hecho de que dicha 
universidad es del Opus Dei. Es evidente que todavía el factor religioso 
despierta en España un interés, unos rencores que resultarían desproporcionados 
en cualquier otro país de la Unión Europea, si exceptuamos Polonia. De ahí que 
libros como el de Rafael Díaz-Salazar resulten de necesaria lectura para 
entender la cuestión religiosa en sí y para comprender mejor lo que acontece en 
la España del siglo XXI. 
Como es bien sabido, la Iglesia católica 
atraviesa en España un largo periodo de pérdida de influencia política, 
económica y social. Aznar no entraba en la Catedral de Toledo bajo Palio y 
rodeado de curas como lo hacía Franco. No obstante, si hemos de creer las 
encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en nuestro país el 
79,7% de los españoles se declara católico y un 39% de dicho porcentaje se 
considera católico practicante. Los ateos constituyen un 6%, y el pluralismo 
religioso sigue en aumento pero está en torno al 1,4% de los españoles y se 
reparte básicamente entre evangélicos, testigos de Jehová, musulmanes y pequeños 
grupos religiosos como puedan ser los bahais.
Para el PSOE el catolicismo no es, 
ni ha sido, desde el punto de vista cultural y sociopolítico, una cuestión 
relevante (...) El PSOE ha dado prioridad a otras alianzas con la sociedad civil 
como el movimiento gay o ciertas formas de feminismo que, en opinión de 
Díaz-Salazar, son demandadas por una burguesía progresista y anticlerical cuya 
musculatura mediática ha ganado mucha potencia en estos últimos 
años
España, como afirma Rafael Díaz-Salazar con éstos entre otros 
datos como telón de fondo, es “una sociedad 80:20”. A los once millones de 
católicos practicantes mayores de dieciocho años estimados por el CIS en sus 
encuestas, hay que añadir los miles de adolescentes y jóvenes católicos 
practicantes. Parece evidente que los católicos y la Iglesia se apoyan en una 
base social de enorme relevancia.
Esta identidad colectiva religiosa, básicamente católica, 
contrasta, como leemos en estas páginas, con un partido socialista en el poder 
que proviene de una larga tradición anticlerical. Para el PSOE el catolicismo no 
es, ni ha sido, desde el punto de vista cultural y sociopolítico, una cuestión 
relevante. Su posición política ha permanecido muy alejada de los partidos 
socialdemócratas de la Internacional Socialista. El PSOE ha dado prioridad a 
otras alianzas con la sociedad civil como el movimiento gay o ciertas formas de 
feminismo que, en opinión de Díaz-Salazar, son demandadas por una burguesía 
progresista y anticlerical cuya musculatura mediática ha ganado mucha potencia 
en estos últimos años. 
La tensión izquierda-Iglesia marca España 
laica, un libro cortado con los mejores patrones del rigor y la objetividad 
académica. Díaz-Salazar es profesor titular de Sociología en la Universidad 
Complutense, y desde la publicación de su tesis doctoral El proyecto de 
Gramsci (Anthropos, 1991) hasta la aparición de Democracia laica y 
religión pública (Taurus, 2007) sigue una interesante línea de investigación 
en torno a los distintos problemas que para un sociólogo de la religión plantea 
el cristianismo en el cambio social y cultural. 
Díaz-Salazar plantea 
este volumen como un análisis de la construcción de la laicidad en España. Para 
ello crea una estructura articulada en tres capítulos. En el primero trata el 
laicismo en Europa, presenta una tipología de los diversos laicismos europeos 
con especial atención al caso francés e italiano. En el segundo hace historia 
del laicismo en España, estudia el contexto actual y pasa revista, con el foco 
puesto en el PSOE, a los tipos de laicismo imperantes en algunos partidos 
políticos. En el tercero plantea una atrevida e interesante propuesta para 
construir una Alianza de Culturas desde la cual establecer una España laica. 
El ambicioso propósito de Díaz-Salazar destinado a trazar una Alianza de 
Culturas se apoya en la conocida propuesta de Habermas con la que busca 
consensuar una “tolerancia activa” que articule las distintas culturas públicas. 
Para orquestar una pluralidad capaz de asumir tanta diversidad, nuestro autor 
lanza diez propuestas de índole moral y ciudadana cuyo objetivo final es 
“construir un espacio público habitable para todas las culturas e 
instituciones”.