Juan Antonio González Fuentes
Leyendo estos días el volumen de memorias juveniles y barcelonesas de Federico Jiménez Losantos, del que ya hablaremos más largo y tendido, me he encontrado con los nombres de dos personajes santanderinos que conozco y he tratado. El cineasta Jesús Garay, clave en la formación cinematográfica del periodista en la Filmoteca barcelonesa según propia confesión, y Adolfo Fernández Punsola, a quien en su libro Jiménez Losantos califica de asturiano, aunque es cántabro, más concretamente del pueblo Cabezón de la Sal, donde reside en la actualidad.
De los dos al que más conozco es a Adolfo, un personaje en toda la amplia extensión de la palabra. De la edad de Federico Jiménez Losantos, más o menos, estudió en los años setenta del pasado siglo Historia del Arte en Barcelona, y luego trabajó en el taller del modisto Toni Miró. Cuando regresó a su pueblo, Cabezón de la Sal, ya entrados los años 80, montó en la impresionante finca y casona que su familia posee en la localidad (con molino del siglo XVII incluido), un taller de ropa en el que destacaba la impresionante calidad de su línea de punto. Más adelante, y sin graves problemas económicos que resolver, fue dando escasas pero llamativas muestras de su talento a lo largo de los años en campos tales como el dibujo, el diseño, la pintura... Con exposiciones varias, y publicaciones en torno a su variopinta labor creativa. Ya en los últimos tiempos, ha sido el comisario y alma mater de algunas espléndidas exposiciones fotográficas tanto en Santander como en Barcelona.
El Che Guevara en la Ciudad Univesitaria de Madrid (foto de César Lucas, 1959)
Adolfo Punsola, al que si cierro los ojos puedo ver recorriendo las calles de Santander conduciendo su Mercedes de asientos de cuero rojo con sus pequeños perros olisqueando el aire, posee todos los elementos para ser un magnífico comisario de exposiciones: tiene importantes conocimientos técnicos y artísticos en diversos terrenos de la creación, goza de una envidiable cultura construida en torno “a lo visual”, atesora el raro don de la oportunidad unido a un trabajado sentido de la Historia y “lo histórico”, lleva toda su vida cultivando esa especie en peligro de extinción que es el buen gusto y, para colmo, y tal vez por encima del resto de las valoraciones realizadas, Punsola sabe mirar y consigue ver, verdadera piedra de toque que distingue a los creadores de su nivel.
Hace unos veranos, tres o cuatro, Punsola organizó en la santanderina Galería El Cantil una exposición que sin duda fue, junto con la proyección íntegra y en copia restaurada en la Filmoteca de la película An affair to remember (Tú y yo) de Leo McCarey, uno de los más importantes acontecimientos culturales de la temporada en la capital de Cantabria. Me refiero a la exposición de las fotografías que el mítico Arnold Newman realizó en 1962 a la pareja formada nada más y nada menos que por Marilyn Monroe y el biógrafo y poeta Carl Sandburg; sesión que hasta ese momento había permanecido inédita en su integridad, y algunas de cuyas imágenes me acompañarán siempre en la memoria.
El Che Guevara delante de Galerías Preciados (foto de César Lucas, 1959)
Un verano más reciente en el tiempo, Punsola organizó otra exposición en torno a otro mito, otro icono visual del siglo XX, el médico y guerrillero revolucionario argentino Ernesto Guevara, el Che. En junio de 1959 el Che hizo escala técnica en Madrid camino de la Cumbre de Países No Alineados que iba a tener lugar en El Cairo. Era la primera salida que el Che hacía como embajador de la nueva Cuba revolucionaria. Durante aquellas horas el jovencísimo reportero gráfico César Lucas realizó un reportaje fotoperiodístico del que alguna imagen fue publicada en el diario Pueblo. Sin embargo la casi totalidad de las fotos fueron guardadas y pasaron a formar parte del archivo de la agencia Europa Press. Hace tan sólo unos años otra foto de ese reportaje pudo ser vista en la muestra “Las fuentes de la memoria”, en cuyo catálogo Adolfo Fernández Punsola vio la imagen y quedó fascinado; discurrió que debía formar parte de una serie fotográfica y decidió indagar sobre el paradero y conservación del conjunto.
Sus pesquisas le llevaron hasta el autor, César Lucas, y de éste a los negativos de 6 x 6 archivados en Europa Press. Vio el conjunto de 34 imágenes, seleccionó 22 con destino a ser expuestas y solicitó la realización de copias de arte. El conjunto de 22 imágenes de César Lucas escogidas/reveladas por Punsola son las que tuvimos el privilegio de contemplar en la Galería El Cantil hace ahora unos pocos años.
Imágenes en las que el Che, mito revolucionario indiscutible del siglo XX, tocado con boina, vestido con un raído uniforme militar y libre de cualquier pose surgida de la propia autoconsciencia histórica, pasea por un Madrid cutre y provinciano pero con ínfulas de capital imperial, un Madrid que algunos hemos vislumbrado en las películas de Lázaga y Masó, un decorado de cotidianeidad y decencia burguesa en el que “las chicas de la Cruz Roja” mostraban alegres su ignorancia del mundo. Por ese decorado deambula el Che con ojos tristes, firma autógrafos a incrédulos proletarios, concede entrevistas a los chicos de la prensa, compra en Galerías Preciados y observa como quien no quiere entender la inmensa mole del Palacio Real, símbolo inalterable de tanta España equivocada.
NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.