Incluso hay un
grupo en facebook que anima a formar parte de un club de los que odian la frase: “hacer deporte es malo, ya te lo decía yo…”, o algo parecido. En concreto a mí siempre me lo ha dicho mi señora madre. Sobre todo, claro, cuando después de
legendario partido de los sábados por la mañana voy a comer a su casa sin poder moverme. Me duele absolutamente todo, y no, no es que me hayan zancadilleado, barrido, aplastado, golpeado…, no, sencillamente es que me duele todo el cuerpo de correr, de intentar que el oxígeno entre en mis pulmones para hacer seguir latiendo el corazón. “Si es que hacer tanto deporte no es bueno”, acaba sentenciando mi madre con cara de sabiondo y suficiente Aristóteles. Hasta la fecha todos los que oíamos la mítica frase la mirábamos o bien con cara de pocos amigos o bien con cara de “pero qué sabrás si no has hecho en toda tu vida ni veinte metros a la carrera”. Bueno, pues estos días me he quedado pasmado cuando en la prensa y en los telediarios se anunciaba con grandes titulares que mi madre, al parecer, tiene razón. Vamos, entiéndanme, no es que dijesen que mi madre, sus nombres y apellidos, tenía toda la razón del mundo cuando aseguraba que hacer deporte no es bueno, no es sano. No, lo que anunciaban es que según los más modernos, académicos y científicos exámenes se ha comprobado que, en efecto, hacer deporte no es tan saludable como se nos ha estado asegurando desde hace mucho, pero mucho tiempo.
Una vez intentado acaparar su atención lectora mediante el “escandaloso” titular y este primer párrafo un tanto manipulado cara a mis intereses
blogeros, habrá que dejar paso a la honestidad e ir dando algunas explicaciones más que pongan algún punto sobre alguna i. El caso es que lo que al parecer se ha descubierto y comprobado fehacientemente es que obligar al corazón a un sobreesfuerzo importante y durante un periodo temporal prolongado acaba debilitándolo y haciéndolo más proclive a los problemas cardiacos. Dicho con otras palabras, lo que se está probando que no es nada bueno para la salud son los duros entrenamientos sostenidos en el tiempo, durante años, incluso décadas.
Cristiano Ronaldo en agosto de 2010, foto de Jan Solo (fuente: wikipedia)
¿Pero quién realiza esas prácticas deportivas? ¿Quién somete a su corazón a un grandísimo esfuerzo diario o cotidiano durante años y años de ejercicio? Sólo se me ocurre, así a vuela pluma, una respuesta efectiva y muy concreta; los profesionales del deporte. Sí, sí, esos que son mitos para los más jóvenes, los que exhiben sus cuerpos tonificados y bien definidos en anuncios y pantallas parpadeantes, esos que logran
récords y hacer marcas imposibles, esos que ganan cifras astronómicas o que sencillamente sobreviven porque se dedican a hacer deporte… Sí, los mismos a los que llevan poniendo como ejemplo a seguir los políticos, las grandes marcas y corporaciones, los medios de comunicación de masas. Pues bien, esos mitos incontestables de la sociedad contemporánea, según parece, llevan una vida insana, muy perjudicial a largo plazo para su corazón, para su salud.
Yo ya no sé qué pensar. Desde que acabó la pasada Navidad me había propuesto cuidarme, es decir, pasar hambre y hacer ejercicio. Ayer por la noche, incluso, me encerré en un cafetería y cené una ensalada, eso sí, ilustrada. Esta mañana no he probado el pan comiendo, y antes, cuando me pasé por el supermercado, dejé los estuches de chorizo y salchichón ibérico y me decanté por los de lonchas de pavo, el arroz integral, los cereales, la leche desnatada y la cerveza sin alcohol. Por la tarde, antes de acudir al despacho, me acerqué a la tienda de deportes de la esquina que está de rebajas. Y sí, me di el capricho. Compré una botas de fútbol nuevas especiales para jugar en campos de hierba artificial. Me han costado un pastón incluso de rebajas, pero están fabricadas por una conocida multinacional y son aerodinámicas, y de un color verde pistacho fosforescente por completo alucinante. El problema ha sido llegar al despacho, ponerme a escribir esta crónica y leer en el periódico lo malo que puede ser entregarse a hacer deporte. Ya sé que no es la solución, que no debería haberlo hecho, que sólo es insano hacer mucho deporte y de forma continuada…, pero no lo he podido evitar. Medio deprimido por la noticia que hundía mis más secretos propósitos de año nuevo, he bajado a la tienda de comestibles más cercana y me he comprado una bolsa de 150 gramos de patatas fritas Santos Moreno, las de mi niñez en las playas santanderinas. Mientras escribo estas líneas van cayendo una a una. Están riquísimas, necesitaba en el estómago y en la mente su salubridad esclerótica. Qué ricas! Lo siento por
Cristiano Ronaldo y por mis propósitos de Año Nuevo. Vayan estas patatas como homenaje a la sabiduría popular ejercida durante décadas y décadas por mi señora madre. Mañana regresaré a la ensalada y el sábado por la mañana saltaré al terreno de juego con mis botas nuevas de estrella mediática y pensando en Ronaldo y su
estómago plano y musculado, ése que pensando en mi buena salud jamás llegaré a tener.