Desde 1897, incluso antes, psicólogos y sociólogos han seguido investigando
la relación entre comportamiento individual y grupal. El trabajo del profesor
Alex Pentland y su equipo se inscribe en el terreno marcado por ese viejo empeño
de las ciencias sociales. Más en concreto podría decirse que la hipótesis de la
que parte este libro es que “las personas disponen de un segundo canal de
comunicación, que no gira en torno a las palabras sino a las
relaciones
sociales. Este canal social influye profundamente sobre las principales
decisiones en nuestras vidas,
aunque en gran medida no seamos conscientes de
ello”. Decir que además de la comunicación escrita u oral existe un
canal de comunicación de tipo no verbal es algo estudiado y admitido por la
psicología social desde hace décadas. Sin embargo, Pentland pone el acento en un
tipo muy concreto de actividad. Su foco lo coloca en actividades como las que se
desarrollan en cualquier tipo de negociación en el mundo de la política, la vida
sindical o los negocios. Su interés se centra en averiguar cómo se toman
decisiones en grupos de financieros o de gestores de proyectos públicos o
privados. La hipótesis que trata de demostrar es que en las empresas o, incluso
en cualquier tipo de grupo humano, se establece un tipo de comunicación grupal
que, yendo más allá de los sujetos, acaba por imponerse en la toma de
decisiones.
Lo novedoso en Pentland no es tanto
determinar el peso del grupo en la toma de decisiones de los individuos que lo
componen sino en la utilización de los recursos que brindan las nuevas
tecnologías
Ya en las primeras páginas de
Señales honestas, Pentland se inscribe en lo que denomina “una disciplina
nueva y emergente, llamada
ciencia de las redes, que intenta entender a
las personas en el contexto de sus redes sociales en lugar de considerarlas como
individuos aislados”. Aunque Pentland se queja de que la sociedad humana ha sido
estudiada más en función de los parámetros individuales que de los colectivos,
lo cierto es que ya en los años cuarenta J. L. Moreno había puesto en marcha la
sociometría e ideado el sociograma como instrumento de medida destinado a
analizar las relaciones de los individuos en grupo. La investigación
cuantitativa de determinados aspectos de las relaciones grupales o
interpersonales no es, como podríamos ver si dispusiéramos de más espacio, algo
nuevo sino un viejo empeño.
Las técnicas sociométricas se centraron en
los pequeños grupos, en el análisis de redes de comunicación y estructuras de
grupo en relación con el estatus social, la reputación o los patrones de
segregación de una determinada comunidad. Lo novedoso en Pentland no es tanto
determinar el peso del grupo en la toma de decisiones de los individuos que lo
componen sino en la utilización de los recursos que brindan las nuevas
tecnologías. Los recientes avances en comunicación inalámbrica, sensores
digitales y telefonía móvil hacen posible la observación del comportamiento
grupal o colectivo con una riqueza y exactitud previamente inalcanzables. La
neurobiología contribuye igualmente a un conocimiento de las funciones
cerebrales de vital importancia en los planteamientos de Pentland para entender
cómo actúa la “comunicación inconsciente” en la toma de decisiones o en
determinados comportamientos sociales.
Pentland rechaza la figura del
experto y reivindica al generalista. En su opinión los “mejores expertos son
quienes más abarcan, no quienes más
profundizan”
En realidad las conclusiones de
Señales honestas no dejan de ser sorprendentes viniendo de alguien que
como Pentland se presenta en la solapa de este volumen como un pionero en los
campos de la
organizational engineering y la
computational social
science. Más que un científico “duro” lo que parece Pentland es un
psicoanalista freudiano. De otro modo resulta difícil soportar la afirmación con
la que comienza la última página, un resumen, de su libro: “La comprobación más
asombrosa alcanzada en esta investigación es que la toma de decisiones no tiene
que ver con la lógica o con la argumentación racional”. Líneas más abajo señala
que la dificultad está en “captar con precisión la complejidad del mundo en
declaraciones lingüísticas y modelos matemáticos”.
No sabe el lector si,
para darle ánimos o para acabar de hundirle, Pentland rechaza la figura del
experto y reivindica al generalista. En su opinión los “mejores expertos son
quienes más abarcan, no quienes más profundizan”. Necesitamos desengancharnos de
la teoría de gestión del “santón”. Su receta final es: “La mejor estrategia de
toma de decisiones es centrarse en el descubrimiento de información y luego
dejar que tu mente inconsciente `reconozca´ la mejor opción”. De lo que se
trata, como en su día señalaron
Erving
Goffman y
Armand Mattelart, es de observar y
recoger la máxima información disponible en la situación grupal o en la red en
la que se inserta la situación estudiada. Tras ello, dejar que el inconsciente
actúe y señale las soluciones pertinentes porque, como concluyen las tres
últimas líneas de
Señales honestas, “un inconsciente informado,
especialmente si se apoya en las experiencias de una red de individuos
interesados, es la herramienta más poderosa con la que podréis contar para tomar
decisiones.
En definitiva, libro curioso y desesperante en sus
conclusiones. Vale la pena su lectura aunque, eso sí, el lector debe estar
preparado para soportar una traducción que chirría con demasiada frecuencia.