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martes, 14 de julio de 2009
Blas de Otero en Villaescusa
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[7914] Comentarios[0]
Benito Madariaga me dijo un día que había sido muy amigo de uno de los grandes, de los más grandes diría yo. Me refiero al poeta Blas de Otero. Yo le escuché hablar de su amistad como quien oye llover, como quien escucha por enésima vez la batalla quimérica y difícil del abuelo herrumbroso y homérico
Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

Este post va a ser muy breve, y me lo han dado hecho. Benito Madariaga de la Campa es Cronista Oficial de la ciudad de Santander, o mejor dicho, después de décadas y décadas de escritura, de libros impresos y de artículos divulgativos, su vocación por la historia de la ciudad que es candidata a la capitalidad cultural europea en el 2016, ha desembocado en dicho nombramiento administrativo. Benito Madariaga es doctor en Veterinaria, pero jamás dejaría en sus manos la salud de mi perro Miller, pues hace mucho que no ejerce, aunque puedo pasarme más de un buen rato largo oyéndole hablar de Benito Pérez Galdós, José María de Pereda, Marcelino Menéndez Pelayo o el mítico recitador Pío Muriedas.

Benito Madariaga ha escrito libros también sobre la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, sobre la teatral Barraca lorquiana, sobre Marcelino Sanz de Sautuola (el descubridor de las cuevas de Altamira), sobre el pintor Solana, sobre el pintor Pancho Cossío… Benito Madariaga fue Presidente de la Real Sociedad Menéndez Pelayo, y no hace mucho el Rector de la UIMP le concedió la Medalla de Oro de dicha universidad.

Benito Madariaga, erudito de libro de cuyos nombres sí puedo acordarme, está casado con la profesora Celia Valbuena, a quien debemos, entre otras cosas, el mejor conocimiento de un gran escritor aún por descubrir, Manuel Llano. Junto a su marido escribió el estudio sobre el Instituto de Segunda Enseñanza de Santander, hoy Santa Clara, vetusta institución académica con muchos más de cien años de historia por cuyas aulas pasaron el mismísimo Pereda, los hermanos Menéndez Pelayo, Gerardo Diego, Augusto González de Linares, Pablo Beltrán de Heredia o el doctor Marañón.

Benito Madariaga de vez en cuando se pasa por mi despacho y se despacha. Diserta de todo y de todos, satinando incluso las incruentas maldades de una cierta gracia muy pasiega o pejina, según suba o baje la marea. Benito Madariaga me dijo un día que había sido muy amigo de uno de los grandes, de los más grandes diría yo. Me refiero al poeta Blas de Otero. Yo le escuché hablar de su amistad como quien oye llover, como quien escucha por enésima vez la batalla quimérica y difícil del abuelo herrumbroso y homérico.

Blas de Otero entre Celia Valbuena y Benito Madariaga

Blas de Otero entre Celia Valbuena y Benito Madariaga

Pero al poco de aquella conversación, el sonido de la lluvia se materializó en prueba palpable e incontestable. Benito Madariaga me acercó a los ojos una fotografía de esas que ya podemos calificar de antiguas. La foto sin fecha alguna más o menos procede de la década de 1960, y la escena que muestra transcurre no muy lejos de Santander, en el pueblo de Villaescusa, donde Benito y Celia mantienen hogar rural para solaz propio, de sus descendientes y de la desmesurada biblioteca que van construyendo.

Y en efecto, entre la hierba crecida y un entorno de bosque modesto, sentados todos y en actitud completamente relajada, vemos al poeta junto a la pareja erudita. Una joven y lozana Celia mira sonriente a la cámara, singularmente divertida. Benito y el poeta observan con sonrisas nada aparatosas algo que sucede fuera de plano. Benito tiene las piernas cruzadas, los piez calzados con zapatos oscuros de rejilla: está cómodo, distraidamente concentrado en algo o en alguien que le dibuja la sonrisa típica del hombre serio que se concede un respiro. Y el poeta está en poeta, o en abuelo calmoso y atento a la diablura inconsciente de un infante posible. El poeta, Blas de Otero, está casi tumbado sobre la brevedad de la silla de paja, mantiene bastante juntas las piernas, y se agarra al asiento o como dispuesto al salto, o como dispuesto a que nada ni nadie le quite el acomodo. La camisa a rayas, la chaqueta modesta muy abierta, la melena frondosa y blanca buscando los aires del cuello, las gafas metálicas de médico del alma leído y atento…, Blas de Otero se dibuja en facha de poeta, o en facha de sacerdote abierto, o en facha de médico al que le faculta la blancura de su bata…

El poeta rodeado de eruditos en una tarde campo. Parece un cuadro de Renoir, de Manet… Tres personas que eran felices ese día, esa tarde de una España lejana en el tiempo y en el espacio. Tres amigos cuyos cuerpos rezan que lo eran.

***

Últimas colaboraciones de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:

-LIBRO: Stieg Larsson: Millennium 3. La reina en el palacio de las corrientes de aire (Destino, 2009).

-PELÍCULA: Niels Arden Oplev: Millennium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres (2009).

Más de Stieg Larsson:

-Millenium 1. Los hombres que no amaban a las mujeres (Destino, 2008)

-Millennium 2. La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (Destino, 2008)


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.


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