Juan Antonio González Fuentes
Hasta el inicio de la conocida como “Carrera Espacial”, el océano había constituido a lo largo de toda la historia de la humanidad una de nuestras principales fronteras y territorios de viaje, comercio y exploración. Un territorio que, a pesar de las conquistas realizadas en el espacio exterior, sigue hoy en día pareciéndonos inmenso y desbordado de misterios maravillosos y, en no pocas ocasiones, terribles a la vez. Un mundo en el que los hombres, durante siglos, siempre hemos encontrado una fuente inagotable de alimentos, medicinas, diversión, deporte, avances científicos y técnicos..., un espacio natural por el que hemos viajado, comerciado, guerreado, explorado y conquistado tierras, y gracias al que, quizá por encima de todas las demás consideraciones, han logrado entrar en contacto distintas civilizaciones y culturas, distintas maneras de entender y pensar la existencia.
Para relacionarse con el universo marino, nuestros antepasados idearon una efectiva puerta de entrada y salida: los puertos. Cada puerto del mundo nació como una plataforma de operaciones destinada a concentrar y favorecer el trabajo en el mar. Hay puertos pesqueros, comerciales, industriales, militares, deportivos, turísticos..., pero todos sin distinción presentan un elemento en común: se construyeron para propiciar el desarrollo de las actividades del hombre en el mar. Y así, desde su temprana aparición en la historia, en esencia los puertos ha sido lugares de encuentro e intercambio. En ellos cohabitan en ininterrumpido trasiego, no sólo las personas, los barcos, las mercancías y el dinero, sino además, las palabras pronunciadas en distintas lenguas, e inevitablemente, el arte y el pensamiento. Debido a esta suma de factores, las ciudades portuarias suelen ser las más populosas, ilustradas, modernas, ricas y cosmopolitas del mundo, pues, como ya se ha señalado, sus puertos son la principal llave de acceso al océano, un espacio que se constituye en una de las mejores vías de comunicación del planeta y, sin duda, su mayor reserva de riquezas.
Leído lo escrito hasta aquí, tampoco extrañará a nadie que el mar y los puertos hayan desempeñado un papel protagonista en el acontecer de las artes y la cultura en general. En cuantiosas ocasiones los temas marinos -en casi todas las culturas y civilizaciones- han servido de base, referente o inspiración para poemas, relatos, novelas, piezas dramáticas, pinturas, dibujos, música sinfónica y de cámara, ballets, canciones, óperas...
En ese sentido, el campo de la música, en su vertiente popular y en la culta, se ha mostrado como uno de los más fértiles, ya que son abundantes las composiciones de cualquier época de la historia cuyo aliento aparece directamente relacionado con el mar, llegando incluso a conformar una suerte de subgénero del que serían buenas muestras las canciones marineras españolas con ritmo de habaneras o las barcarolas venecianas.
Richard Wagner: obertura de El honadés errante: dirección de David Bruchez-Lalli (vídeo colgado en YOuTube por zhbruchez)
Por lo que respecta a la música culta, fue la compuesta durante buena parte del siglo XVIII, todo el XIX y primeros años del XX la que ofrece un mayor número de trabajos inspirados en temas marinos. La razón quizá debamos buscarla en la preponderancia que, en sus muchas formas y evoluciones, tuvo a lo largo del período señalado el romanticismo; movimiento proclive a ensimismarse igualmente ante la fuerza indomable de la naturaleza exaltada y violenta, como ante los ejemplos de una naturaleza cuya contemplación empujaba a la melancolía y la reflexión; movimiento que, además, buscó a algunos de sus héroes predilectos en quienes convivían en contacto directo, libre y arriesgado con dicha naturaleza. Probablemente esta pueda servirnos como somera explicación para la presencia de tanto mar encrespado, tempestades, bucaneros, oleajes, marinos errantes, barcos con todas las velas desplegadas al viento, corsarios, naufragios y piratas, que oferta la música escrita en la etapa histórica ya apuntada.
Una estupenda y significativa muestra de la música orquestal relacionada con el mar es la que a continuación se ofrece:
El holandés errante, también conocida como El buque fantasma, ópera en tres actos de Richard Wagner (1813-1883) con libreto del propio autor, se estrenó en 1843 en la ciudad de Dresde, y narra la redención por amor de un marino condenado a vagar eternamente por el mar en un barco fantasma. Su obertura es probablemente las más popular de Wagner, constituyendo una acertada evocación de una vida aventurera en el mar.
Las dos suites para orquesta de la música acuática las compuso el alemán George Friedrich Händel (1685-1759) para que fuesen interpretadas durante una procesión real por el Támesis en julio de 1717. En ellas destaca el uso de los instrumentos de viento, dando una buena prueba de la maestría compositiva alcanzada por este genial músico que vivió su madurez creativa trabajando para la corte inglesa.
Como una “gran fantasía zoológica” calificó Camille Saint-Sains (1835-1921) su Carnaval de los animales, fantasía en catorce movimientos para dos pianos y orquesta compuesta en 1886 y en la que cada movimiento representa un animal diferente. Aquarium, como su nombre indica, es el movimiento que simboliza el universo de los animales acuáticos, llevando el peso de la pieza el sonido del piano.
Cinco fueron las oberturas que Hector Berlioz (1803-1869) escribió entre 1823 y 1855, siendo la titulada El Corsario una de las más conocidas. Estrenada en su versión definitiva en París en 1855, el título y tema están extraídos de la novela del escritor estadounidense Fenimore Cooper El corsario escarlata.
Claude Debussy: La Mer, III movmiento,"Dialogue du vent et du mer". Dirección de Claudio Abbado (vídeo colgado en YOuTube por wozzeck)
Jacques Offenbach (1819-1880) fue uno de los compositores más famosos e interpretados de su época. Hoy sólo mantiene dentro del gran repertorio internacional una obra, su ópera póstuma Los cuentos de Hoffmann (1881). Terminada por Guiraud esta ópera contiene momentos muy hermosos, como el que abre el acto segundo, la famosa barcarola “bella noche, oh noche de amor”, dúo en el que los personajes Giulietta y Nicklausse cantan al amor y al tiempo que nos abandona.
Inspirado en Las mil y una noches, el ruso Nicolai Rimsky-Korsakov (1844-1908) escribió en 1888 Scheherezade, suite sinfónica estructurada en cuatro movimientos basados en historias diferentes del famoso libro. El primero es el titulado El mar y el barco de Simbad, música de marcado “tono oriental” que describe la navegación del ya mítico marino y aventurero.
Il cimento dell'armonia e dell'invenzione es un conjunto de doce conciertos escritos por Antonio Vivaldi (1678-1741) entre los que se incluyen las célebres Cuatro estaciones. Con el número 5 figura el escrito en mi bemol mayor La tempestad en el mar. De nuevo estamos ante la recreación musical del viento y el oleaje, pero esta vez por medio sólo de una orquesta de cuerdas acompañada por un clavecín.
Otello, estrenada en la Scala de Milán en 1887, es junto a Macbeth y Falstaff, la tercera ópera de Verdi (1813-1901) basada en el teatro de Shakespeare. La historia de amor y celos protagonizada por el moro de Venecia es de todos conocida. Aquí asistimos al comienzo de la ópera. La gente ve a lo lejos la vela del barco que trae a Otello de regreso a puerto. Pero el tiempo es tormentoso y el barco tiene dificultades para guarecerse. Por fin, Otello y su tripulación logran recalar en el puerto y como signo de alegría pronuncia el conocido Esultate!, toda una prueba de fuego para el tenor.
Tres esbozos sinfónicos integran El Mar del francés Claude Debussy (1862-1918), tal vez la obra musical por excelencia dedicada al mar. Estrenada sin mucho éxito en los parisinos Conciertos Lamoureux en 1905, cada movimiento describe un instante determinado de la vida marina, constituyendo el conjunto uno de los trabajos más reveladores y decisivos del impresionismo musical gracias a la riqueza de la paleta orquestal y a su singular expresividad, muy cercana a lo pictórico.
Últimas colaboraciones de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:
-LIBRO: Jesús Pardo, Borrón y cuenta vieja (RBA Libros, 2009)
NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.