Continuación de
: La luz todavía de J. A. González Fuentes, por Nuria Rodríguez Lázaro (I) De nuevo
María Moliner: “Al rojo”: “Hablando de estados de ánimo, muy excitado, al rojo vivo”. Es igualmente el color de la vergüenza: “ponerse rojo”. El mismo diccionario, sobre el color negro:“se aplica a las cosas que no tienen color ni luz; como el carbón o la boca de un túnel”. A mí personalmente (como a la mayoría de nuestros estudiantes franceses) el rojo y el negro me hacen pensar inmediatamente en
Le rouge et le noir de
Stendhal. En dicha novela, el joven sacerdote Julien Sorel se enamora locamente de la muy casada Madame de Rênal. Numerosos críticos han puesto de relieve el valor simbólico de estos dos colores, como mezcla difícil y forzosamente clandestina: el negro de la sotana de Sorel y el rojo de la pasión prohibida.
Vida-sangre dentro de la muerte, fuego-luz dentro de la oscuridad, las interpretaciones son numerosas. En cualquier caso el lector que abre este poemario ya aborda la lectura del primer texto condicionado por el grafismo de la cubierta y aún más, por descontado, por su título,
La luz todavía. Debo decir aquí que
Juan Antonio González Fuentes ha sido totalmente ajeno a la elección del grafismo que acabamos de comentar. Si he entendido bien, las ediciones DVD le encargan a algún artista que, tras la lectura del libro, diseñe lo que le parezca más conveniente. Decía antes que se trata de una escritura poética muy compleja, pero a veces el poeta se muestra indulgente y generoso con su lector, dándole algunas pistas. Así, antes de abordar la primera sección del libro, el lector descubre, en una sola página, cinco citas de diferentes poetas a los que el autor rinde homenaje o con los cuales se identifica. Acudiendo de nuevo a los diccionarios, he aquí lo que nos ofrece el francés Larousse sobre el sentido de citar: « Mettre en exergue: mettre en évidence afin de faciliter l'explication de ce qui suit», es decir poner en evidencia, mostrar algo, con el fin de facilitar la explicación (la comprensión) de lo que sigue.
Las cinco citas en cuestión contienen la palabra “luz” y en las cinco, inexorablemente, la luz aparece restringida:
Negación de la existencia de la luz:
Ya no hay luz en el mundo.
Toda la luz está en nuestro interior.
(
Antonio Colinas)
Luz asociada al adjetivo “última” y al sustantivo “amenaza”:
La luz en la hoja última
es no sé qué promesa
y qué amenaza dulce.
(
Juan Ramón Jiménez) Luz asociada a la muerte:
Me llenó la boca
con la luz de la muerte.
(
Clara Janés)
Pequeñez, insignificancia de la luz:
Una luz que en el aire es aire apenas
(
Claudio Rodríguez)
Oxímoron que “oscurece” la luz:
…viene la luz a requerirte oscura.
(
José Ángel Valente)
Así pues, podríamos afirmar para centrarnos en el tema de estas jornadas, que el lector que por primera vez tiene en sus manos este poemario, antes de leer un solo verso de González Fuentes ha sido sometido a una serie de “manipulaciones” absolutamente pensadas, orquestadas por su autor, quien actúa con una lógica poética implacable, para gozo de todos nosotros, sus lectores.
Entramos ya en el territorio de la primera sección, “Maneras de otro reino”. En una cita aparte, y ya en otra página, precediendo inmediatamente el texto de González Fuentes, podemos leer dos versos de
Cioran:
Enterrar la frente entre dos senos,
Entre dos continentes de la muerte
Surge así, irrumpe de manera sorprendente, después de la idea de luz restringida, la figura femenina, la mujer, el cuerpo de la mujer concretamente, por medio del elemento eminentemente femenino y materno “dos senos”. Si el primer verso nos sitúa en un momento de unión carnal intensa entre un hombre y una mujer, esos mismos senos son asociados en el segundo verso a la muerte. De nuevo una especie de decepción se apodera del lector: luz restringida o atenuada, y senos como muerte.
Juan Antonio González Fuentes: La luz todavía (DVD Ediciones)
Primera sección: “Maneras de otro reino” González Fuentes sorprende constantemente a su lector, no le deja descansar. El primer verso del poemario comienza con un “Pero”, conjunción adversativa que presupone la existencia de algo afirmado con anterioridad. Manipulación sintáctica que se prolonga en este primer poema de voz impersonal, que consta de diez versos formados por una sola frase:
Pero allí, donde la luz también espera,
cuando las flores no muden
los escombros breves de su ausencia,
cuando este fin que acaso vive
en un ayer distante,
la forma lenta permita sólo de un caer vacío,
entonces, más allá todavía,
el mundo tañirá un crepitar de extrema luz,
y todo un mar insomne sonará
en el seco adiós de la palabra.
Desde este primer poema aparecen los deícticos, tan presentes en todo el poemario, casi de forma obsesiva, de lugar: “allí”, “más allá”…Sin embargo ese afán de precisión es, una vez más, ilusorio, puesto que no encontraremos una sola determinación temporal, histórica ni mucho menos geográfica. En efecto, el paisaje de la poesía de G. F. es escueto en extremo, a la imagen de su lenguaje conciso. Dicho paisaje se reduce, cuando existe, a un puñado de elementos casi abstractos: escombros o mar.
En el segundo poema es donde surge una voz personal, un yo afirmado (“aguardo”) que incluso se dirige a un tú: “un mundo/ que muy serio derrama tu nombre”; en el tercer poema, sin embargo, el interlocutor o destinatario se ha convertido en una entidad plural: “Ved”. ¿Se trata de los lectores? No es este de un libro de soluciones, sino de dudas; el lector se queda perplejo ante tantas preguntas; valgan como ejemplo estos dos poemas:
X
¿Cómo se adentra este silencio allí,
qué aprende antes de hecho
y goza el bien seguro
que nada lejos nos resulta?
Callar tan sólo. No oír el vuelo que cualquier espera, el centro entonces de otra luz que encauza el tacto con su hora.
XI
Hacia dónde principia la voz en vano,
La plegaria herida del árbol,
El fondo que se adentra fuera
Y nadie adivina escrito
Con la ajena tierra del canto,
Con el caudal ardiente de la arcilla
Que nos hace alcance leve,
Aliento de una espiga que declina
El enigma azul de aquella sed.
La primera sección termina con un encuentro entre el tú y el yo que se adivinaba desde el principio, puesto que en el último poema podemos leer :
desciendes a mirar el final, conmigo
Segunda sección: “La luz por dentro” De nuevo asistimos a una especie de manipulación del lenguaje; podemos entender “el cuerpo por dentro”, “el mundo por dentro”, pero ¿cómo imaginar por dentro la luz, elemento intangible, transparente?
“La luz por dentro” sugiere un empeño en presentar el esqueleto de la luz, de ir hacia su esencia, de proceder casi a una disección; casualmente en los poemas de esta segunda sección, la masa versal disminuye considerablemente: poemas de cinco versos, incluso de cuatro. Los versos también adelgazan, llegando en ocasiones a una serie de trisílabos:
Un final
Sin piedras,
Sin alas.
Asistimos a pinceladas rápidas, a grupos versales sin verbos, pura impresión, intuición:
Sólo un instante:
El traje claro
De la lluvia
Esta segunda sección es la ilustración perfecta de las palabras de
Antonio Gamoneda acerca de la escritura poética de González Fuentes ya citadas en parte a través de
García Jambrina:
(…) búsqueda –y hallazgo- de una esencialización que nada tiene de pretenciosa ni ornamental, que no consiste en poner énfasis en la palabra, sino en dejarla en sus puros y más transparentes “huesos”.
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