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jueves, 26 de marzo de 2009
Manipular y seducir. Poética de González Fuentes en el Cervantes de Lyon (I)
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[7372] Comentarios[0]
El poeta manipula la palabra para seducir al abismo que es/somos, y al abismo en el que está/estamos, y así saber algo, conocer algo, intuir algo del misterio, del enigma infinito que lo rodea. O como expresó José Hierro: el poeta habla de lo que no puede evocar, de lo que no se puede hacer presente mediante la palabra convencional, normalizada, estandarizada


Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

Cuando aparezca por primera este post, y a él lleguen los primeros lectores, serán las primeras horas del día 26 de marzo de 2009, y yo estaré volando desde Madrid con destino a la ciudad francesa de Lyon. Allí participaré en un encuentro de creadores literarios organizado por la Universidad de Lyon y el Instituto Cervantes de la ciudad francesa. Se trata del 2º coloquio-encuentro “El creador y su crítica: Manipular y seducir”, coordinado por el profesor Philippe Merlot.

Durante dos días, 27 y 28 de marzo, varios creadores literarios españoles se reunirán en Lyon con algunos críticos literarios que hablarán de su obra. Habrá un coloquio abierto en torno a dos conceptos: manipular y seducir. Mi intervención escrita será la que sigue:

“Manipular. Seducir. Dos palabras, dos ideas que pueden remitir a la vez, sin mayor problema quizá que el de entrar en el terreno de una posible paradoja o de la ambigüedad, a acciones y conceptos de índole concreta y a acciones y conceptos de índole abstracta. Pues bien, manipular y seducir son los términos que la Universidad de Lyon y el Instituto Cervantes de la ciudad francesa nos han propuesto como creadores para que, de algún modo u otro, los hagamos encajar, los pongamos en relación (imagino que esa es la intención última de los convocantes) o bien directamente con los resultados de nuestro trabajo creativo (poemas, novelas, cuentos), o bien con nuestra visión personal de la creación escrita. Es decir, en mi caso se trata, o así lo he entendido yo, empeñado tal vez en equivocarme, de relacionar los términos mencionados con mis poemas o con mi poética, con mi enfoque de la poesía en este preciso momento de mi vida.

Ante las dos posibilidades aquí apuntadas, sin pensarlo dos veces he preferido adentrarme por la segunda senda, entre otras razones de mayor y menor calado, porque no me releo, sin duda con la sana intención de ahorrarme disgustos innecesarios.

“Manipular y seducir como conceptos imbricados en una reflexión personal sobre la creación poética”. Bien, acepto el reto que la propuesta implica. Y para dar comienzo no he sido ni mucho menos original, claro que tampoco lo he pretendido, y como probablemente hayan hecho varios de mis compañeros en el envite, he acudido a un diccionario para enterarme con precisión de qué significa en español “manipular” y qué “seducir”. Escribí las palabras en el buscador google y me asaltaron los siguientes resultados.

Manipular: 1) Manejar cosas, especialmente objetos delicados o de precisión. 2) Controlar sutilmente a un grupo de personas, o a la sociedad, impidiendo que sus opiniones y actuaciones se desarrollen natural y libremente.

Seducir: 1) Atraer enormemente, ejercer alguna persona o cosa una gran atracción sobre alguien. 2) Convencer, persuadir sutilmente. 3) Persuadir una persona a otra para que tenga relaciones sexuales con ella, sobre todo si se vale de argucias o artimañas.

Aplicando una cierta amplitud de miras, podría aceptarse que varias de las entradas de significado aquí plasmadas presentan posibilidades de relacionarse, de alguna forma, con la poesía. Pero para ponerle algunas necesarias vallas al inabarcable campo, voy a arriesgarme a escoger entre ellas, quedándome con el primer significado aquí apuntado de manipular, y con el segundo de seducir. Esta es la ecuación resultante: manejar algo delicado y de precisión (manipular) para convencer o persuadir sutilmente (seducir). Tan sólo queda despejar algunas incógnitas para que el resultado de la propuesta nos encamine aceptablemente hacia la idea o término “poesía”. ¿Qué se maneja en poesía susceptible de ser delicado y preciso?, ¿a quien quiere persuadir y de qué el poeta? La respuesta a la primera pregunta no admite muchas dudas, al menos desde un posicionamiento llamémosle ortodoxo: lenguaje, palabras, sonidos, música que señala, que demarca, que expresa. Las respuestas que se den a las otras dos cuestiones subrayan ya una poética personal, pues las soluciones a los enigmas planteados pueden ser muchas y muy distintas, incluso difíciles de casar entre sí.

Al contestar estas dos últimas preguntas me desvelaré como poeta, me pondré en entredicho, emitiré una confesión. En mi opinión, desde el Romanticismo, la mayor parte de los poetas han pretendido siempre lo mismo, es decir, arrojar alguna luz sobre el mundo para a la vez arrojarla sobre sí mismos, o viceversa. Tal vez donde he hallado expresada esta idea de forma más certera y hermosa ha sido en palabras del argentino Roberto Juarroz: “hablar ante el abismo en el que estamos con el abismo que somos”. Se trata, en definitiva, de procurar penetrar en los términos de aquello que no es decible. Eso es a mi juicio lo que busca el poeta, y esa es su principal función en el presente: el poeta manipula la palabra para seducir al abismo que es/somos, y al abismo en el que está/estamos, y así saber algo, conocer algo, intuir algo del misterio, del enigma infinito que lo rodea. O como expresó mi paisano José Hierro: el poeta habla de lo que no puede evocar, de lo que no se puede hacer presente mediante la palabra convencional, normalizada, estandarizada. La palabra del poeta, su lengua, en algún sentido, debe ser ciega para así tener la necesidad permanente de palpar, olfatear, saborear, renombrar siempre de nuevo tanto lo más misterioso como la cotidianeidad más previsible del ser, del existir, del deambular.

En este sentido, manipular y seducir son términos que vienen a definir, de alguna forma, el trabajo con las palabras del poeta textual, quien a través del manejo arriesgado, “poético” del lenguaje, explora, palpa, invoca…, el “abismo” aludido por Juarroz, con el afán plenamente humano de conocer…” 

***


Última reseña de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:

-Justo Serna: Héroes alfabéticos. Por qué hay que leer novelas (PUV, 2008)


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