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jueves, 16 de octubre de 2008
El crack de 1929, lección de historia para los tiempos que corren
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[27732] Comentarios[18]
El 24 de octubre de 1929, el llamado “jueves negro”, la economía capitalista liberal del mundo desarrollado vivió el comienzo de su primera gran quiebra estructural, el llamado crack del 29, ese pistoletazo de salida de una época no muy lejana conocida como la Gran Depresión

Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

La expansión económica de los años 1920, tras la I Guerra Mundial, fue desigual y desequilibrada. Pese a conseguir una cierta recuperación económica, Europa se vio claramente aventajada por EEUU y cada vez en mayor dependencia financiera de esta, pues fueron sus capitales y sus inversiones las que en gran medida cimentaron el crecimiento de las economías europeas, cuyo endeudamiento fue en aumento. Hay que tener en cuenta también el caso británico: Gran Bretaña, afectada por el declive de su comercio exterior, no logró renovar su obsoleto utillaje industrial y mantuvo un elevado nivel de paro al que correspondió también una alta conflictividad social. A los desiguales crecimientos nacionales se agregaron otras sombras, como la crisis permanente de la agricultura (por la superproducción y acumulación de stocks, lo que hizo que el campo fuese una fuente de endeudamiento y se redujera su capacidad de consumo), el declive relativo frente a los nuevos sectores de las ramas tradicionales de la industria (textil y carbonífero), el menor aumento de los salarios respecto de la producción y los beneficios (lo que restringía el consumo), la falta de dinamismo del comercio internacional (el comercio mundial creció tres veces menos que la producción industrial, ante las prácticas proteccionistas), el descenso de las inversiones productivas y la orientación de los beneficios hacia la especulación bursátil o el círculo de los créditos. En los EEUU de los años veinte hubo un gran movimiento de capitales flotantes en busca de beneficios especulativos a corto plazo, al tiempo que el flujo de capitales norteamericanos era la pieza clave de la economía mundial.

Por todo esto la prosperidad de los años veinte fue bastante ficticia, engendrando en su propio seno el germen de una gran crisis. Se daba un gran contraste entre una producción ya muy racionalizada y moderna, propia del siglo XX, y un consumo propio del siglo XIX debido a los bajos salarios, que dio origen a una situación de superproducción. Hay que tener en cuenta asimismo la existencia de un importante paro crónico en todos los países industrializados.

La crisis estalló bruscamente en 1929 por un encadenamiento de diversas causas que aún es motivo de discusión. Estalló el 24 de octubre de 1929 (el “jueves negro”) con la quiebra de la bolsa de Nueva York, cuyos efectos se expandieron como una mancha de aceite por la totalidad de la economía mundial. La crisis bursátil fue el primer eslabón de la cadena. Originó una catástrofe financiera que a su vez causó un brusco descenso de la actividad económica y de las inversiones en EEUU. La relevancia financiera y económica de este país, así como su peso en los intercambios internacionales, hizo que la crisis adoptara la dimensión de una depresión mundial. El derrumbe bursátil obedeció al estallido de la burbuja especulativa que se había ido formando en EEUU desde 1927 con la masiva inversión de los beneficios en la especulación bursátil, seguida de la petición de préstamos sobre los valores comprados como garantía. Los valores llegaron así a alcanzar niveles que no se correspondían con la verdadera marcha de la economía; por otra parte, la especulación privaba de financiación a todos los sectores económicos. La situación no causó alarma mientras la bolsa mantuvo la tendencia alcista. El cambio a la baja se produjo 1929, cuando la quiebra de un consorcio financiero de Londres en medio de la euforia bursátil provocó masivas órdenes de venta en millones el 24 y otra vez el 29 de octubre con una demanda prácticamente nula. Pese a la intervención de los bancos, la bolsa se hundió (perdió en unos días un 30% de su valor) y siguió cayendo hasta 1932, alcanzando entonces el índice general un valor 12 veces inferior al de octubre de 1929.

Imagen de la Bolsa de Nueva York en 1930

Imagen de la Bolsa de Nueva York en 1930

El crack bursátil neoyorkino originó una grave crisis económica debido a que afectó severamente sobre los mecanismos de crédito que habían cimentado la prosperidad de los años veinte. El hundimiento de la bolsa de Nueva York llevó a una crisis financiera, pues los ahorradores, temerosos de perder sus depósitos, los retiraron sin que muchos bancos pudieran hacer frente a la situación, pues sus fondos estaban invertidos, viéndose forzados a la suspensión de pagos o a la quiebra. De este modo comenzó una de las crisis más profundas, extensas y duraderas de los tiempos contemporáneos. La quiebra financiera causada por los sucesivos “cracks” comportó una drástica reducción de la inversión, la producción y el consumo, y la recesión económica trajo consigo elevadas tasas de paro. Se entró en el período conocido como la Gran Depresión.

Como resultado de la misma, la producción industrial se redujo en EEUU a la mitad. Aún más cayó la renta nacional (de 87 a 39 mil millones de dólares), reflejo de la fuerte contracción de una demanda que se había basado en gran medida en la compra a crédito, ahora fuera del alcance de gran parte de los consumidores. El subconsumo hizo que quebraran más de cien mil empresas. La recesión se convirtió así en una depresión que vino acompañada de una crisis social excepcionalmente grave. El incremento del paro fue uno de los signos más flagrantes de la crisis social: entre 1929 y 1932, se pasó de 1,5 a 12 millones de parados, que suponían el 32% de la población activa. Al elevado paro se sumó la ruina de los agricultores y el éxodo rural. La pobreza despertó las críticas exacerbadas contra un sistema económico capaz de pasar de la riqueza a la indigencia sin transición.

La posición clave de EEUU en la economía mundial hizo que la crisis se transmitiera rápidamente al resto de los países. EEUU no era solo uno de los grandes compradores mundiales, sino, sobre todo, la principal fuente financiera. El masivo reflujo de los capitales flotantes invertidos en Europa y la adopción de medidas proteccionistas (generalizada en todo el planeta) provocaron el declive del comercio mundial, que se redujo a la mitad. Los países sin mercados privilegiados (colonias o dominios) como Italia, Alemania o Japón, recurrieron a la autarquía sin dilación.

Los países más afectados en Europa fueron los que dependían más estrechamente de los créditos norteamericanos y británicos: Alemania y Austria. Alemania se servía de ellos para hacer efectivos los pagos de las reparaciones de guerra, pero todo su sistema financiero y muchas empresas eran muy vulnerables por su dependencia financiera exterior. El empréstito Young (1930) salvó momentáneamente la situación, pero el anuncio de la unión aduanera austro-alemana, preludio de la unión política, causó la retirada de capitales de Austria, cuyo sistema bancario entró en quiebra arrastrando consigo al sistema financiero alemán. De ahí poco al cierre de empresas y al incremento hasta 6 millones, casi todos ellos jóvenes, del número de desempleados. Los efectos no fueron tan grandes, pero también fueron notables, en Inglaterra, que decidió, para afrontar la situación, algo tan trascendente como el abandono del patrón-oro, arrastrando consigo a otras 30 monedas. En Francia la crisis fue menor, por la menor dependencia de su aparato productivo de los mercados internacionales y la mayor solidez de su moneda. En Japón, sin embargo, la crisis supuso un descalabro económico enorme, pues su economía estaba muy ligada al mercado exterior, especialmente con EEUU.

NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.


Comentarios
11.11.2008 23:28:31 - graciela



Soy estudiante de preparatoria. y considero que esta es una información de gran importancia para mi trabajo, sólo que me gustaría saber si podré consultar información de la vivencia de alguna persona acerca de la depresión económica, es decir el cómo la vivió. Gracias por permitirme conocer de una forma tan clara lo que encierrra la "depresión de 1929"


12.11.2008 21:20:50 - El autor
Respuesta al comentario de graciela el 11.11.2008.

Seguro que no te resultará difícil encontrar testimonios de gente que vivió aquella crisis: es seguro que hay libros al respecto y en la red encontrarás cosas. Te vendría muy bien ver una película: Las uvas de la ira, de John Ford, una obra maestra que habla de aquellos tiempos. Y podrías leer la novela: Las uvas de la ira, del premio Nobel John Steinbeck. Tampoco te vendría mal leer el post que hemos colgado sobre el New Deal y las otas respuestas dadas a la crisis.
Gracias por tu lectura


05.02.2009 10:47:41 - Jesus Gomez



Muy de acuerdo con usted señor.


31.07.2009 22:20:39 - rosita



hola


07.08.2009 20:38:27 - keti porta



la verdad no me gusto nada...


25.08.2009 16:37:32 - zaida



hola.. estaba uscando informacion sobre este tema.... yyy algggooo algoo me ayuudoo .... para decir guuuaauuu no no ....


24.09.2009 0:19:59 - jesus



muchas gracias me ayudo en mucho0o0


06.10.2009 0:45:10 - eli



<<<<<


06.10.2009 2:56:42 - ღکiмþℓعмэ膈 иعиH@ Frعsha ♥



Hola pues realmente me parece una buena informacion tanto resumida pero concreta.
espero sigan metiendo temas importantes como estos...


18.03.2010 0:53:21 - ANITHA





05.06.2010 18:42:28 - jala



la verdad muy larga la info y no me concreto nada


31.08.2010 20:03:51 - Karen



Esta muy interesante la info


06.10.2010 5:24:45 - nayelis



hola les dio las gracia por ayudar en entasta tarea y me ayudo mucho en y saqu buenas calificacioen att.nayelis


06.10.2010 5:27:02 - susi
Respuesta al comentario de nayelis el 06.10.2010.

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06.10.2010 5:29:45 - yolendi medez ruiz


desequilibrada. Pese a conseguir una cierta recuperación económica, Europa se vio claramente aventajada por EEUU y cada vez en mayor dependencia financiera de esta, pues fueron sus capitales y sus inversiones las que en gran medida cimentaron el crecimiento de las economías europeas, cuyo endeudamiento fue en aumento. Hay que tener en cuenta también el caso británico: Gran Bretaña, afectada por el declive de su comercio exterior, no logró renovar su obsoleto utillaje industrial y mantuvo un elevado nivel de paro al que correspondió también una alta conflictividad social. A los desiguales crecimientos nacionales se agregaron otras sombras, como la crisis permanente de la agricultura (por la superproducción y acumulación de stocks, lo que hizo que el campo fuese una fuente de endeudamiento y se redujera su capacidad de consumo), el declive relativo frente a los nuevos sectores de las ramas tradicionales de la industria (textil y carbonífero), el menor aumento de los salarios respecto de la producción y los beneficios (lo que restringía el consumo), la falta de dinamismo del comercio internacional (el comercio mundial creció tres veces menos que la producción industrial, ante las prácticas proteccionistas), el descenso de las inversiones productivas y la orientación de los beneficios hacia la especulación bursátil o el círculo de los créditos. En los EEUU de los años veinte hubo un gran movimiento de capitales flotantes en busca de beneficios especulativos a corto plazo, al tiempo que el flujo de capitales norteamericanos era la pieza clave de la economía mundial.

Por todo esto la prosperidad de los años veinte fue bastante ficticia, engendrando en su propio seno el germen de una gran crisis. Se daba un gran contraste entre una producción ya muy racionalizada y moderna, propia del siglo XX, y un consumo propio del siglo XIX debido a los bajos salarios, que dio origen a una situación de superproducción. Hay que tener en cuenta asimismo la existencia de un importante paro crónico en todos los países industrializados.

La crisis estalló bruscamente en 1929 por un encadenamiento de diversas causas que aún es motivo de discusión. Estalló el 24 de octubre de 1929 (el “jueves negro”) con la quiebra de la bolsa de Nueva York, cuyos efectos se expandieron como una mancha de aceite por la totalidad de la economía mundial. La crisis bursátil fue el primer eslabón de la cadena. Originó una catástrofe financiera que a su vez causó un brusco descenso de la actividad económica y de las inversiones en EEUU. La relevancia financiera y económica de este país, así como su peso en los intercambios internacionales, hizo que la crisis adoptara la dimensión de una depresión mundial. El derrumbe bursátil obedeció al estallido de la burbuja especulativa que se había ido formando en EEUU desde 1927 con la masiva inversión de los beneficios en la especulación bursátil, seguida de la petición de préstamos sobre los valores comprados como garantía. Los valores llegaron así a alcanzar niveles que no se correspondían con la verdadera marcha de la economía; por otra parte, la especulación privaba de financiación a todos los sectores económicos. La situación no causó alarma mientras la bolsa mantuvo la tendencia alcista. El cambio a la baja se produjo 1929, cuando la quiebra de un consorcio financiero de Londres en medio de la euforia bursátil provocó masivas órdenes de venta en millones el 24 y otra vez el 29 de octubre con una demanda prácticamente nula. Pese a la intervención de los bancos, la bolsa se hundió (perdió en unos días un 30% de su valor) y siguió cayendo hasta 1932, alcanzando entonces el índice general un valor 12 veces inferior al de octubre de 1929.



Imagen de la Bolsa de Nueva York en 1930

El crack bursátil neoyorkino originó una grave crisis económica debido a que afectó severamente sobre los mecanismos de crédito que habían cimentado la prosperidad de los años veinte. El hundimiento de la bolsa de Nueva York llevó a una crisis financiera, pues los ahorradores, temerosos de perder sus depósitos, los retiraron sin que muchos bancos pudieran hacer frente a la situación, pues sus fondos estaban invertidos, viéndose forzados a la suspensión de pagos o a la quiebra. De este modo comenzó una de las crisis más profundas, extensas y duraderas de los tiempos contemporáneos. La quiebra financiera causada por los sucesivos “cracks” comportó una drástica reducción de la inversión, la producción y el consumo, y la recesión económica trajo consigo elevadas tasas de paro. Se entró en el período conocido como la Gran Depresión.

Como resultado de la misma, la producción industrial se redujo en EEUU a la mitad. Aún más cayó la renta nacional (de 87 a 39 mil millones de dólares), reflejo de la fuerte contracción de una demanda que se había basado en gran medida en la compra a crédito, ahora fuera del alcance de gran parte de los consumidores. El subconsumo hizo que quebraran más de cien mil empresas. La recesión se convirtió así en una depresión que vino acompañada de una crisis social excepcionalmente grave. El incremento del paro fue uno de los signos más flagrantes de la crisis social: entre 1929 y 1932, se pasó de 1,5 a 12 millones de parados, que suponían el 32% de la población activa. Al elevado paro se sumó la ruina de los agricultores y el éxodo rural. La pobreza despertó las críticas exacerbadas contra un sistema económico capaz de pasar de la riqueza a la indigencia sin transición.

La posición clave de EEUU en la economía mundial hizo que la crisis se transmitiera rápidamente al resto de los países. EEUU no era solo uno de los grandes compradores mundiales, sino, sobre todo, la principal fuente financiera. El masivo reflujo de los capitales flotantes invertidos en Europa y la adopción de medidas proteccionistas (generalizada en todo el planeta) provocaron el declive del comercio mundial, que se redujo a la mitad. Los países sin mercados privilegiados (colonias o dominios) como Italia, Alemania o Japón, recurrieron a la autarquía sin dilación.

Los países más afectados en Europa fueron los que dependían más estrechamente de los créditos norteamericanos y británicos: Alemania y Austria. Alemania se servía de ellos para hacer efectivos los pagos de las reparaciones de guerra, pero todo su sistema financiero y muchas empresas eran muy vulnerables por su dependencia financiera exterior. El empréstito Young (1930) salvó momentáneamente la situación, pero el anuncio de la unión aduanera austro-alemana, preludio de la unión política, causó la retirada de capitales de Austria, cuyo sistema bancario entró en quiebra arrastrando consigo al sistema financiero alemán. De ahí poco al cierre de empresas y al incremento hasta 6 millones, casi todos ellos jóvenes, del número de desempleados. Los efectos no fueron tan grandes, pero también fueron notables, en Inglaterra, que decidió, para afrontar la situación, algo tan trascendente como el abandono del patrón-oro, arrastrando consigo a otras 30 monedas. En Francia la crisis fue menor, por la menor dependencia de su aparato productivo de los mercados internacionales y la mayor solidez de su moneda. En Japón, sin embargo, la crisis supuso un descalabro económico enorme, pues su economía estaba muy ligada al mercado exterior, especialmente con EEUU.

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Por todo esto la prosperidad de los años veinte fue bastante ficticia, engendrando en su propio seno el germen de una gran crisis. Se daba un gran contraste entre una producción ya muy racionalizada y moderna, propia del siglo XX, y un consumo propio del siglo XIX debido a los bajos salarios, que dio origen a una situación de superproducción. Hay que tener en cuenta asimismo la existencia de un importante paro crónico en todos los países industrializados.

La crisis estalló bruscamente en 1929 por un encadenamiento de diversas causas que aún es motivo de discusión. Estalló el 24 de octubre de 1929 (el “jueves negro”) con la quiebra de la bolsa de Nueva York, cuyos efectos se expandieron como una mancha de aceite por la totalidad de la economía mundial. La crisis bursátil fue el primer eslabón de la cadena. Originó una catástrofe financiera que a su vez causó un brusco descenso de la actividad económica y de las inversiones en EEUU. La relevancia financiera y económica de este país, así como su peso en los intercambios internacionales, hizo que la crisis adoptara la dimensión de una depresión mundial. El derrumbe bursátil obedeció al estallido de la burbuja especulativa que se había ido formando en EEUU desde 1927 con la masiva inversión de los beneficios en la especulación bursátil, seguida de la petición de préstamos sobre los valores comprados como garantía. Los valores llegaron así a alcanzar niveles que no se correspondían con la verdadera marcha de la economía; por otra parte, la especulación privaba de financiación a todos los sectores económicos. La situación no causó alarma mientras la bolsa mantuvo la tendencia alcista. El cambio a la baja se produjo 1929, cuando la quiebra de un consorcio financiero de Londres en medio de la euforia bursátil provocó masivas órdenes de venta en millones el 24 y otra vez el 29 de octubre con una demanda prácticamente nula. Pese a la intervención de los bancos, la bolsa se hundió (perdió en unos días un 30% de su valor) y siguió cayendo hasta 1932, alcanzando entonces el índice general un valor 12 veces inferior al de octubre de 1929.



Imagen de la Bolsa de Nueva York en 1930

El crack bursátil neoyorkino originó una grave crisis económica debido a que afectó severamente sobre los mecanismos de crédito que habían cimentado la prosperidad de los años veinte. El hundimiento de la bolsa de Nueva York llevó a una crisis financiera, pues los ahorradores, temerosos de perder sus depósitos, los retiraron sin que muchos bancos pudieran hacer frente a la situación, pues sus fondos estaban invertidos, viéndose forzados a la suspensión de pagos o a la quiebra. De este modo comenzó una de las crisis más profundas, extensas y duraderas de los tiempos contemporáneos. La quiebra financiera causada por los sucesivos “cracks” comportó una drástica reducción de la inversión, la producción y el consumo, y la recesión económica trajo consigo elevadas tasas de paro. Se entró en el período conocido como la Gran Depresión.

Como resultado de la misma, la producción industrial se redujo en EEUU a la mitad. Aún más cayó la renta nacional (de 87 a 39 mil millones de dólares), reflejo de la fuerte contracción de una demanda que se había basado en gran medida en la compra a crédito, ahora fuera del alcance de gran parte de los consumidores. El subconsumo hizo que quebraran más de cien mil empresas. La recesión se convirtió así en una depresión que vino acompañada de una crisis social excepcionalmente grave. El incremento del paro fue uno de los signos más flagrantes de la crisis social: entre 1929 y 1932, se pasó de 1,5 a 12 millones de parados, que suponían el 32% de la población activa. Al elevado paro se sumó la ruina de los agricultores y el éxodo rural. La pobreza despertó las críticas exacerbadas contra un sistema económico capaz de pasar de la riqueza a la indigencia sin transición.

La posición clave de EEUU en la economía mundial hizo que la crisis se transmitiera rápidamente al resto de los países. EEUU no era solo uno de los grandes compradores mundiales, sino, sobre todo, la principal fuente financiera. El masivo reflujo de los capitales flotantes invertidos en Europa y la adopción de medidas proteccionistas (generalizada en todo el planeta) provocaron el declive del comercio mundial, que se redujo a la mitad. Los países sin mercados privilegiados (colonias o dominios) como Italia, Alemania o Japón, recurrieron a la autarquía sin dilación.

Los países más afectados en Europa fueron los que dependían más estrechamente de los créditos norteamericanos y británicos: Alemania y Austria. Alemania se servía de ellos para hacer efectivos los pagos de las reparaciones de guerra, pero todo su sistema financiero y muchas empresas eran muy vulnerables por su dependencia financiera exterior. El empréstito Young (1930) salvó momentáneamente la situación, pero el anuncio de la unión aduanera austro-alemana, preludio de la unión política, causó la retirada de capitales de Austria, cuyo sistema bancario entró en quiebra arrastrando consigo al sistema financiero alemán. De ahí poco al cierre de empresas y al incremento hasta 6 millones, casi todos ellos jóvenes, del número de desempleados. Los efectos no fueron tan grandes, pero también fueron notables, en Inglaterra, que decidió, para afrontar la situación, algo tan trascendente como el abandono del patrón-oro, arrastrando consigo a otras 30 monedas. En Francia la crisis fue menor, por la menor dependencia de su aparato productivo de los mercados internacionales y la mayor solidez de su moneda. En Japón, sin embargo, la crisis supuso un descalabro económico enorme, pues su economía estaba muy ligada al mercado exterior, especialmente con EEUU.

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06.10.2010 5:29:48 - yolendi medez ruiz


desequilibrada. Pese a conseguir una cierta recuperación económica, Europa se vio claramente aventajada por EEUU y cada vez en mayor dependencia financiera de esta, pues fueron sus capitales y sus inversiones las que en gran medida cimentaron el crecimiento de las economías europeas, cuyo endeudamiento fue en aumento. Hay que tener en cuenta también el caso británico: Gran Bretaña, afectada por el declive de su comercio exterior, no logró renovar su obsoleto utillaje industrial y mantuvo un elevado nivel de paro al que correspondió también una alta conflictividad social. A los desiguales crecimientos nacionales se agregaron otras sombras, como la crisis permanente de la agricultura (por la superproducción y acumulación de stocks, lo que hizo que el campo fuese una fuente de endeudamiento y se redujera su capacidad de consumo), el declive relativo frente a los nuevos sectores de las ramas tradicionales de la industria (textil y carbonífero), el menor aumento de los salarios respecto de la producción y los beneficios (lo que restringía el consumo), la falta de dinamismo del comercio internacional (el comercio mundial creció tres veces menos que la producción industrial, ante las prácticas proteccionistas), el descenso de las inversiones productivas y la orientación de los beneficios hacia la especulación bursátil o el círculo de los créditos. En los EEUU de los años veinte hubo un gran movimiento de capitales flotantes en busca de beneficios especulativos a corto plazo, al tiempo que el flujo de capitales norteamericanos era la pieza clave de la economía mundial.

Por todo esto la prosperidad de los años veinte fue bastante ficticia, engendrando en su propio seno el germen de una gran crisis. Se daba un gran contraste entre una producción ya muy racionalizada y moderna, propia del siglo XX, y un consumo propio del siglo XIX debido a los bajos salarios, que dio origen a una situación de superproducción. Hay que tener en cuenta asimismo la existencia de un importante paro crónico en todos los países industrializados.

La crisis estalló bruscamente en 1929 por un encadenamiento de diversas causas que aún es motivo de discusión. Estalló el 24 de octubre de 1929 (el “jueves negro”) con la quiebra de la bolsa de Nueva York, cuyos efectos se expandieron como una mancha de aceite por la totalidad de la economía mundial. La crisis bursátil fue el primer eslabón de la cadena. Originó una catástrofe financiera que a su vez causó un brusco descenso de la actividad económica y de las inversiones en EEUU. La relevancia financiera y económica de este país, así como su peso en los intercambios internacionales, hizo que la crisis adoptara la dimensión de una depresión mundial. El derrumbe bursátil obedeció al estallido de la burbuja especulativa que se había ido formando en EEUU desde 1927 con la masiva inversión de los beneficios en la especulación bursátil, seguida de la petición de préstamos sobre los valores comprados como garantía. Los valores llegaron así a alcanzar niveles que no se correspondían con la verdadera marcha de la economía; por otra parte, la especulación privaba de financiación a todos los sectores económicos. La situación no causó alarma mientras la bolsa mantuvo la tendencia alcista. El cambio a la baja se produjo 1929, cuando la quiebra de un consorcio financiero de Londres en medio de la euforia bursátil provocó masivas órdenes de venta en millones el 24 y otra vez el 29 de octubre con una demanda prácticamente nula. Pese a la intervención de los bancos, la bolsa se hundió (perdió en unos días un 30% de su valor) y siguió cayendo hasta 1932, alcanzando entonces el índice general un valor 12 veces inferior al de octubre de 1929.



Imagen de la Bolsa de Nueva York en 1930

El crack bursátil neoyorkino originó una grave crisis económica debido a que afectó severamente sobre los mecanismos de crédito que habían cimentado la prosperidad de los años veinte. El hundimiento de la bolsa de Nueva York llevó a una crisis financiera, pues los ahorradores, temerosos de perder sus depósitos, los retiraron sin que muchos bancos pudieran hacer frente a la situación, pues sus fondos estaban invertidos, viéndose forzados a la suspensión de pagos o a la quiebra. De este modo comenzó una de las crisis más profundas, extensas y duraderas de los tiempos contemporáneos. La quiebra financiera causada por los sucesivos “cracks” comportó una drástica reducción de la inversión, la producción y el consumo, y la recesión económica trajo consigo elevadas tasas de paro. Se entró en el período conocido como la Gran Depresión.

Como resultado de la misma, la producción industrial se redujo en EEUU a la mitad. Aún más cayó la renta nacional (de 87 a 39 mil millones de dólares), reflejo de la fuerte contracción de una demanda que se había basado en gran medida en la compra a crédito, ahora fuera del alcance de gran parte de los consumidores. El subconsumo hizo que quebraran más de cien mil empresas. La recesión se convirtió así en una depresión que vino acompañada de una crisis social excepcionalmente grave. El incremento del paro fue uno de los signos más flagrantes de la crisis social: entre 1929 y 1932, se pasó de 1,5 a 12 millones de parados, que suponían el 32% de la población activa. Al elevado paro se sumó la ruina de los agricultores y el éxodo rural. La pobreza despertó las críticas exacerbadas contra un sistema económico capaz de pasar de la riqueza a la indigencia sin transición.

La posición clave de EEUU en la economía mundial hizo que la crisis se transmitiera rápidamente al resto de los países. EEUU no era solo uno de los grandes compradores mundiales, sino, sobre todo, la principal fuente financiera. El masivo reflujo de los capitales flotantes invertidos en Europa y la adopción de medidas proteccionistas (generalizada en todo el planeta) provocaron el declive del comercio mundial, que se redujo a la mitad. Los países sin mercados privilegiados (colonias o dominios) como Italia, Alemania o Japón, recurrieron a la autarquía sin dilación.

Los países más afectados en Europa fueron los que dependían más estrechamente de los créditos norteamericanos y británicos: Alemania y Austria. Alemania se servía de ellos para hacer efectivos los pagos de las reparaciones de guerra, pero todo su sistema financiero y muchas empresas eran muy vulnerables por su dependencia financiera exterior. El empréstito Young (1930) salvó momentáneamente la situación, pero el anuncio de la unión aduanera austro-alemana, preludio de la unión política, causó la retirada de capitales de Austria, cuyo sistema bancario entró en quiebra arrastrando consigo al sistema financiero alemán. De ahí poco al cierre de empresas y al incremento hasta 6 millones, casi todos ellos jóvenes, del número de desempleados. Los efectos no fueron tan grandes, pero también fueron notables, en Inglaterra, que decidió, para afrontar la situación, algo tan trascendente como el abandono del patrón-oro, arrastrando consigo a otras 30 monedas. En Francia la crisis fue menor, por la menor dependencia de su aparato productivo de los mercados internacionales y la mayor solidez de su moneda. En Japón, sin embargo, la crisis supuso un descalabro económico enorme, pues su economía estaba muy ligada al mercado exterior, especialmente con EEUU.

-----------------------------------------desequilibrada. Pese a conseguir una cierta recuperación económica, Europa se vio claramente aventajada por EEUU y cada vez en mayor dependencia financiera de esta, pues fueron sus capitales y sus inversiones las que en gran medida cimentaron el crecimiento de las economías europeas, cuyo endeudamiento fue en aumento. Hay que tener en cuenta también el caso británico: Gran Bretaña, afectada por el declive de su comercio exterior, no logró renovar su obsoleto utillaje industrial y mantuvo un elevado nivel de paro al que correspondió también una alta conflictividad social. A los desiguales crecimientos nacionales se agregaron otras sombras, como la crisis permanente de la agricultura (por la superproducción y acumulación de stocks, lo que hizo que el campo fuese una fuente de endeudamiento y se redujera su capacidad de consumo), el declive relativo frente a los nuevos sectores de las ramas tradicionales de la industria (textil y carbonífero), el menor aumento de los salarios respecto de la producción y los beneficios (lo que restringía el consumo), la falta de dinamismo del comercio internacional (el comercio mundial creció tres veces menos que la producción industrial, ante las prácticas proteccionistas), el descenso de las inversiones productivas y la orientación de los beneficios hacia la especulación bursátil o el círculo de los créditos. En los EEUU de los años veinte hubo un gran movimiento de capitales flotantes en busca de beneficios especulativos a corto plazo, al tiempo que el flujo de capitales norteamericanos era la pieza clave de la economía mundial.

Por todo esto la prosperidad de los años veinte fue bastante ficticia, engendrando en su propio seno el germen de una gran crisis. Se daba un gran contraste entre una producción ya muy racionalizada y moderna, propia del siglo XX, y un consumo propio del siglo XIX debido a los bajos salarios, que dio origen a una situación de superproducción. Hay que tener en cuenta asimismo la existencia de un importante paro crónico en todos los países industrializados.

La crisis estalló bruscamente en 1929 por un encadenamiento de diversas causas que aún es motivo de discusión. Estalló el 24 de octubre de 1929 (el “jueves negro”) con la quiebra de la bolsa de Nueva York, cuyos efectos se expandieron como una mancha de aceite por la totalidad de la economía mundial. La crisis bursátil fue el primer eslabón de la cadena. Originó una catástrofe financiera que a su vez causó un brusco descenso de la actividad económica y de las inversiones en EEUU. La relevancia financiera y económica de este país, así como su peso en los intercambios internacionales, hizo que la crisis adoptara la dimensión de una depresión mundial. El derrumbe bursátil obedeció al estallido de la burbuja especulativa que se había ido formando en EEUU desde 1927 con la masiva inversión de los beneficios en la especulación bursátil, seguida de la petición de préstamos sobre los valores comprados como garantía. Los valores llegaron así a alcanzar niveles que no se correspondían con la verdadera marcha de la economía; por otra parte, la especulación privaba de financiación a todos los sectores económicos. La situación no causó alarma mientras la bolsa mantuvo la tendencia alcista. El cambio a la baja se produjo 1929, cuando la quiebra de un consorcio financiero de Londres en medio de la euforia bursátil provocó masivas órdenes de venta en millones el 24 y otra vez el 29 de octubre con una demanda prácticamente nula. Pese a la intervención de los bancos, la bolsa se hundió (perdió en unos días un 30% de su valor) y siguió cayendo hasta 1932, alcanzando entonces el índice general un valor 12 veces inferior al de octubre de 1929.



Imagen de la Bolsa de Nueva York en 1930

El crack bursátil neoyorkino originó una grave crisis económica debido a que afectó severamente sobre los mecanismos de crédito que habían cimentado la prosperidad de los años veinte. El hundimiento de la bolsa de Nueva York llevó a una crisis financiera, pues los ahorradores, temerosos de perder sus depósitos, los retiraron sin que muchos bancos pudieran hacer frente a la situación, pues sus fondos estaban invertidos, viéndose forzados a la suspensión de pagos o a la quiebra. De este modo comenzó una de las crisis más profundas, extensas y duraderas de los tiempos contemporáneos. La quiebra financiera causada por los sucesivos “cracks” comportó una drástica reducción de la inversión, la producción y el consumo, y la recesión económica trajo consigo elevadas tasas de paro. Se entró en el período conocido como la Gran Depresión.

Como resultado de la misma, la producción industrial se redujo en EEUU a la mitad. Aún más cayó la renta nacional (de 87 a 39 mil millones de dólares), reflejo de la fuerte contracción de una demanda que se había basado en gran medida en la compra a crédito, ahora fuera del alcance de gran parte de los consumidores. El subconsumo hizo que quebraran más de cien mil empresas. La recesión se convirtió así en una depresión que vino acompañada de una crisis social excepcionalmente grave. El incremento del paro fue uno de los signos más flagrantes de la crisis social: entre 1929 y 1932, se pasó de 1,5 a 12 millones de parados, que suponían el 32% de la población activa. Al elevado paro se sumó la ruina de los agricultores y el éxodo rural. La pobreza despertó las críticas exacerbadas contra un sistema económico capaz de pasar de la riqueza a la indigencia sin transición.

La posición clave de EEUU en la economía mundial hizo que la crisis se transmitiera rápidamente al resto de los países. EEUU no era solo uno de los grandes compradores mundiales, sino, sobre todo, la principal fuente financiera. El masivo reflujo de los capitales flotantes invertidos en Europa y la adopción de medidas proteccionistas (generalizada en todo el planeta) provocaron el declive del comercio mundial, que se redujo a la mitad. Los países sin mercados privilegiados (colonias o dominios) como Italia, Alemania o Japón, recurrieron a la autarquía sin dilación.

Los países más afectados en Europa fueron los que dependían más estrechamente de los créditos norteamericanos y británicos: Alemania y Austria. Alemania se servía de ellos para hacer efectivos los pagos de las reparaciones de guerra, pero todo su sistema financiero y muchas empresas eran muy vulnerables por su dependencia financiera exterior. El empréstito Young (1930) salvó momentáneamente la situación, pero el anuncio de la unión aduanera austro-alemana, preludio de la unión política, causó la retirada de capitales de Austria, cuyo sistema bancario entró en quiebra arrastrando consigo al sistema financiero alemán. De ahí poco al cierre de empresas y al incremento hasta 6 millones, casi todos ellos jóvenes, del número de desempleados. Los efectos no fueron tan grandes, pero también fueron notables, en Inglaterra, que decidió, para afrontar la situación, algo tan trascendente como el abandono del patrón-oro, arrastrando consigo a otras 30 monedas. En Francia la crisis fue menor, por la menor dependencia de su aparato productivo de los mercados internacionales y la mayor solidez de su moneda. En Japón, sin embargo, la crisis supuso un descalabro económico enorme, pues su economía estaba muy ligada al mercado exterior, especialmente con EEUU.

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06.10.2010 5:29:51 - yolendi medez ruiz


desequilibrada. Pese a conseguir una cierta recuperación económica, Europa se vio claramente aventajada por EEUU y cada vez en mayor dependencia financiera de esta, pues fueron sus capitales y sus inversiones las que en gran medida cimentaron el crecimiento de las economías europeas, cuyo endeudamiento fue en aumento. Hay que tener en cuenta también el caso británico: Gran Bretaña, afectada por el declive de su comercio exterior, no logró renovar su obsoleto utillaje industrial y mantuvo un elevado nivel de paro al que correspondió también una alta conflictividad social. A los desiguales crecimientos nacionales se agregaron otras sombras, como la crisis permanente de la agricultura (por la superproducción y acumulación de stocks, lo que hizo que el campo fuese una fuente de endeudamiento y se redujera su capacidad de consumo), el declive relativo frente a los nuevos sectores de las ramas tradicionales de la industria (textil y carbonífero), el menor aumento de los salarios respecto de la producción y los beneficios (lo que restringía el consumo), la falta de dinamismo del comercio internacional (el comercio mundial creció tres veces menos que la producción industrial, ante las prácticas proteccionistas), el descenso de las inversiones productivas y la orientación de los beneficios hacia la especulación bursátil o el círculo de los créditos. En los EEUU de los años veinte hubo un gran movimiento de capitales flotantes en busca de beneficios especulativos a corto plazo, al tiempo que el flujo de capitales norteamericanos era la pieza clave de la economía mundial.

Por todo esto la prosperidad de los años veinte fue bastante ficticia, engendrando en su propio seno el germen de una gran crisis. Se daba un gran contraste entre una producción ya muy racionalizada y moderna, propia del siglo XX, y un consumo propio del siglo XIX debido a los bajos salarios, que dio origen a una situación de superproducción. Hay que tener en cuenta asimismo la existencia de un importante paro crónico en todos los países industrializados.

La crisis estalló bruscamente en 1929 por un encadenamiento de diversas causas que aún es motivo de discusión. Estalló el 24 de octubre de 1929 (el “jueves negro”) con la quiebra de la bolsa de Nueva York, cuyos efectos se expandieron como una mancha de aceite por la totalidad de la economía mundial. La crisis bursátil fue el primer eslabón de la cadena. Originó una catástrofe financiera que a su vez causó un brusco descenso de la actividad económica y de las inversiones en EEUU. La relevancia financiera y económica de este país, así como su peso en los intercambios internacionales, hizo que la crisis adoptara la dimensión de una depresión mundial. El derrumbe bursátil obedeció al estallido de la burbuja especulativa que se había ido formando en EEUU desde 1927 con la masiva inversión de los beneficios en la especulación bursátil, seguida de la petición de préstamos sobre los valores comprados como garantía. Los valores llegaron así a alcanzar niveles que no se correspondían con la verdadera marcha de la economía; por otra parte, la especulación privaba de financiación a todos los sectores económicos. La situación no causó alarma mientras la bolsa mantuvo la tendencia alcista. El cambio a la baja se produjo 1929, cuando la quiebra de un consorcio financiero de Londres en medio de la euforia bursátil provocó masivas órdenes de venta en millones el 24 y otra vez el 29 de octubre con una demanda prácticamente nula. Pese a la intervención de los bancos, la bolsa se hundió (perdió en unos días un 30% de su valor) y siguió cayendo hasta 1932, alcanzando entonces el índice general un valor 12 veces inferior al de octubre de 1929.



Imagen de la Bolsa de Nueva York en 1930

El crack bursátil neoyorkino originó una grave crisis económica debido a que afectó severamente sobre los mecanismos de crédito que habían cimentado la prosperidad de los años veinte. El hundimiento de la bolsa de Nueva York llevó a una crisis financiera, pues los ahorradores, temerosos de perder sus depósitos, los retiraron sin que muchos bancos pudieran hacer frente a la situación, pues sus fondos estaban invertidos, viéndose forzados a la suspensión de pagos o a la quiebra. De este modo comenzó una de las crisis más profundas, extensas y duraderas de los tiempos contemporáneos. La quiebra financiera causada por los sucesivos “cracks” comportó una drástica reducción de la inversión, la producción y el consumo, y la recesión económica trajo consigo elevadas tasas de paro. Se entró en el período conocido como la Gran Depresión.

Como resultado de la misma, la producción industrial se redujo en EEUU a la mitad. Aún más cayó la renta nacional (de 87 a 39 mil millones de dólares), reflejo de la fuerte contracción de una demanda que se había basado en gran medida en la compra a crédito, ahora fuera del alcance de gran parte de los consumidores. El subconsumo hizo que quebraran más de cien mil empresas. La recesión se convirtió así en una depresión que vino acompañada de una crisis social excepcionalmente grave. El incremento del paro fue uno de los signos más flagrantes de la crisis social: entre 1929 y 1932, se pasó de 1,5 a 12 millones de parados, que suponían el 32% de la población activa. Al elevado paro se sumó la ruina de los agricultores y el éxodo rural. La pobreza despertó las críticas exacerbadas contra un sistema económico capaz de pasar de la riqueza a la indigencia sin transición.

La posición clave de EEUU en la economía mundial hizo que la crisis se transmitiera rápidamente al resto de los países. EEUU no era solo uno de los grandes compradores mundiales, sino, sobre todo, la principal fuente financiera. El masivo reflujo de los capitales flotantes invertidos en Europa y la adopción de medidas proteccionistas (generalizada en todo el planeta) provocaron el declive del comercio mundial, que se redujo a la mitad. Los países sin mercados privilegiados (colonias o dominios) como Italia, Alemania o Japón, recurrieron a la autarquía sin dilación.

Los países más afectados en Europa fueron los que dependían más estrechamente de los créditos norteamericanos y británicos: Alemania y Austria. Alemania se servía de ellos para hacer efectivos los pagos de las reparaciones de guerra, pero todo su sistema financiero y muchas empresas eran muy vulnerables por su dependencia financiera exterior. El empréstito Young (1930) salvó momentáneamente la situación, pero el anuncio de la unión aduanera austro-alemana, preludio de la unión política, causó la retirada de capitales de Austria, cuyo sistema bancario entró en quiebra arrastrando consigo al sistema financiero alemán. De ahí poco al cierre de empresas y al incremento hasta 6 millones, casi todos ellos jóvenes, del número de desempleados. Los efectos no fueron tan grandes, pero también fueron notables, en Inglaterra, que decidió, para afrontar la situación, algo tan trascendente como el abandono del patrón-oro, arrastrando consigo a otras 30 monedas. En Francia la crisis fue menor, por la menor dependencia de su aparato productivo de los mercados internacionales y la mayor solidez de su moneda. En Japón, sin embargo, la crisis supuso un descalabro económico enorme, pues su economía estaba muy ligada al mercado exterior, especialmente con EEUU.

-----------------------------------------desequilibrada. Pese a conseguir una cierta recuperación económica, Europa se vio claramente aventajada por EEUU y cada vez en mayor dependencia financiera de esta, pues fueron sus capitales y sus inversiones las que en gran medida cimentaron el crecimiento de las economías europeas, cuyo endeudamiento fue en aumento. Hay que tener en cuenta también el caso británico: Gran Bretaña, afectada por el declive de su comercio exterior, no logró renovar su obsoleto utillaje industrial y mantuvo un elevado nivel de paro al que correspondió también una alta conflictividad social. A los desiguales crecimientos nacionales se agregaron otras sombras, como la crisis permanente de la agricultura (por la superproducción y acumulación de stocks, lo que hizo que el campo fuese una fuente de endeudamiento y se redujera su capacidad de consumo), el declive relativo frente a los nuevos sectores de las ramas tradicionales de la industria (textil y carbonífero), el menor aumento de los salarios respecto de la producción y los beneficios (lo que restringía el consumo), la falta de dinamismo del comercio internacional (el comercio mundial creció tres veces menos que la producción industrial, ante las prácticas proteccionistas), el descenso de las inversiones productivas y la orientación de los beneficios hacia la especulación bursátil o el círculo de los créditos. En los EEUU de los años veinte hubo un gran movimiento de capitales flotantes en busca de beneficios especulativos a corto plazo, al tiempo que el flujo de capitales norteamericanos era la pieza clave de la economía mundial.

Por todo esto la prosperidad de los años veinte fue bastante ficticia, engendrando en su propio seno el germen de una gran crisis. Se daba un gran contraste entre una producción ya muy racionalizada y moderna, propia del siglo XX, y un consumo propio del siglo XIX debido a los bajos salarios, que dio origen a una situación de superproducción. Hay que tener en cuenta asimismo la existencia de un importante paro crónico en todos los países industrializados.

La crisis estalló bruscamente en 1929 por un encadenamiento de diversas causas que aún es motivo de discusión. Estalló el 24 de octubre de 1929 (el “jueves negro”) con la quiebra de la bolsa de Nueva York, cuyos efectos se expandieron como una mancha de aceite por la totalidad de la economía mundial. La crisis bursátil fue el primer eslabón de la cadena. Originó una catástrofe financiera que a su vez causó un brusco descenso de la actividad económica y de las inversiones en EEUU. La relevancia financiera y económica de este país, así como su peso en los intercambios internacionales, hizo que la crisis adoptara la dimensión de una depresión mundial. El derrumbe bursátil obedeció al estallido de la burbuja especulativa que se había ido formando en EEUU desde 1927 con la masiva inversión de los beneficios en la especulación bursátil, seguida de la petición de préstamos sobre los valores comprados como garantía. Los valores llegaron así a alcanzar niveles que no se correspondían con la verdadera marcha de la economía; por otra parte, la especulación privaba de financiación a todos los sectores económicos. La situación no causó alarma mientras la bolsa mantuvo la tendencia alcista. El cambio a la baja se produjo 1929, cuando la quiebra de un consorcio financiero de Londres en medio de la euforia bursátil provocó masivas órdenes de venta en millones el 24 y otra vez el 29 de octubre con una demanda prácticamente nula. Pese a la intervención de los bancos, la bolsa se hundió (perdió en unos días un 30% de su valor) y siguió cayendo hasta 1932, alcanzando entonces el índice general un valor 12 veces inferior al de octubre de 1929.



Imagen de la Bolsa de Nueva York en 1930

El crack bursátil neoyorkino originó una grave crisis económica debido a que afectó severamente sobre los mecanismos de crédito que habían cimentado la prosperidad de los años veinte. El hundimiento de la bolsa de Nueva York llevó a una crisis financiera, pues los ahorradores, temerosos de perder sus depósitos, los retiraron sin que muchos bancos pudieran hacer frente a la situación, pues sus fondos estaban invertidos, viéndose forzados a la suspensión de pagos o a la quiebra. De este modo comenzó una de las crisis más profundas, extensas y duraderas de los tiempos contemporáneos. La quiebra financiera causada por los sucesivos “cracks” comportó una drástica reducción de la inversión, la producción y el consumo, y la recesión económica trajo consigo elevadas tasas de paro. Se entró en el período conocido como la Gran Depresión.

Como resultado de la misma, la producción industrial se redujo en EEUU a la mitad. Aún más cayó la renta nacional (de 87 a 39 mil millones de dólares), reflejo de la fuerte contracción de una demanda que se había basado en gran medida en la compra a crédito, ahora fuera del alcance de gran parte de los consumidores. El subconsumo hizo que quebraran más de cien mil empresas. La recesión se convirtió así en una depresión que vino acompañada de una crisis social excepcionalmente grave. El incremento del paro fue uno de los signos más flagrantes de la crisis social: entre 1929 y 1932, se pasó de 1,5 a 12 millones de parados, que suponían el 32% de la población activa. Al elevado paro se sumó la ruina de los agricultores y el éxodo rural. La pobreza despertó las críticas exacerbadas contra un sistema económico capaz de pasar de la riqueza a la indigencia sin transición.

La posición clave de EEUU en la economía mundial hizo que la crisis se transmitiera rápidamente al resto de los países. EEUU no era solo uno de los grandes compradores mundiales, sino, sobre todo, la principal fuente financiera. El masivo reflujo de los capitales flotantes invertidos en Europa y la adopción de medidas proteccionistas (generalizada en todo el planeta) provocaron el declive del comercio mundial, que se redujo a la mitad. Los países sin mercados privilegiados (colonias o dominios) como Italia, Alemania o Japón, recurrieron a la autarquía sin dilación.

Los países más afectados en Europa fueron los que dependían más estrechamente de los créditos norteamericanos y británicos: Alemania y Austria. Alemania se servía de ellos para hacer efectivos los pagos de las reparaciones de guerra, pero todo su sistema financiero y muchas empresas eran muy vulnerables por su dependencia financiera exterior. El empréstito Young (1930) salvó momentáneamente la situación, pero el anuncio de la unión aduanera austro-alemana, preludio de la unión política, causó la retirada de capitales de Austria, cuyo sistema bancario entró en quiebra arrastrando consigo al sistema financiero alemán. De ahí poco al cierre de empresas y al incremento hasta 6 millones, casi todos ellos jóvenes, del número de desempleados. Los efectos no fueron tan grandes, pero también fueron notables, en Inglaterra, que decidió, para afrontar la situación, algo tan trascendente como el abandono del patrón-oro, arrastrando consigo a otras 30 monedas. En Francia la crisis fue menor, por la menor dependencia de su aparato productivo de los mercados internacionales y la mayor solidez de su moneda. En Japón, sin embargo, la crisis supuso un descalabro económico enorme, pues su economía estaba muy ligada al mercado exterior, especialmente con EEUU.

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24.03.2011 18:24:08 - miguel
Respuesta al comentario de yolendi medez ruiz el 06.10.2010.

hola la gran cris del 29 fue muy grabe para eeuu.en si el documental que se escrive de la crisis o del jueves negro es muy bueno felicidades a los autores y a los cometarios, por supuesto que son de gran utilidad










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