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lunes, 15 de septiembre de 2008
Perplejidad catalana: El nacionalismo como discurso único en Cataluña
Autor: José Membrive - Lecturas[6720] Comentarios[0]
Ningún político, ningún partido, ningún sector social ha sido capaz de montar un discurso alternativo al nacionalismo pujolista. Políticamente, decir discurso único equivale a pensamiento único y eso quiere decir que el discurso nacionalista es el único que legitima a su emisor a hablar en nombre de Cataluña

José Membrive

José Membrive

A estas alturas, después de treinta años de transición pocos dudan que el president Pujol ejerce de Cronos que va devorando sucesivamente a todos sus sucesores: ninguno ha logrado decir nada no dicho por Pujol y todos, tanto sus dos sucesores en la presidencia como los portavoces de los demás partidos, incluido el PP, se mueven dentro de las coordenadas políticas implantadas por este hábil político con una particularidad, cuanto más tratan de imitar su glorioso papel, más se empequeñecen.

Su sucesor directo, Maragall, quiso superarlo encarnando ante el mundo la imagen pujoliana de una Catalunya sufriente (el propio Maragall comparó a Cataluña con una mujer maltratada) a la que, ignorando su naturaleza sagrada, impíos soldados del imperio, la habían coronado de espinas. Buscó el mejor escenario y el mejor aval que certificaba un catalanismo más puro. Pues bien, su auto sacramental no pasó de episódico esperpento. No obstante Maragall no fue devorado directamente por Pujol, sino por uno de sus imitadores más preclaros: Carod-Rovira a quien le fue reconocida la capacidad para certificar el grado de catalanismo, es decir de la legitimidad política, entre los demás.

José Montilla también ha querido superar al maestro en el único terreno que podía: en el de la aplicación de la política lingüística ofreciéndose como chivo expiatorio al borrar de su memoria sus propias referencias culturales y de clase. En este aspecto, la labor de Pujol, fue muy notable porque en muy pocos años creó el sistema institucional catalán a medida de su ideología nacionalista: en las instituciones, incluida el Parlament, sólo cabe una lengua y sus límites y finalidades están determinados por dicha ideología.

La catalanización pretendía organizar la sociedad como una institución más y se llevó a cabo de una manera casi eficaz y relativamente respetuosa, porque Pujol, en pago del esfuerzo de los emigrantes, regaló la carta de catalanidad a todo aquel que vive y trabaja en Cataluña, al margen de la lengua que hable. Algo que, mentalmente, le viene muy grande a todos sus epígonos. Cuando uno oye hablar a Mas, Carod o al mismo Montilla aludiendo a los catalanes, jamás duda de que entienden por tales a quienes, indistintamente de su origen, hablen el catalán y defiendan los intereses de Cataluña a la manera en que ellos lo conciben, es decir militando como catalanistas.

El frenazo y posterior retroceso se cifra en que ahora conocen el catalán más del 98% de quienes habitualmente viven aquí; pero solo lo hablan en torno al 50%. La lengua en que se expresa normalmente y por propia decisión el 50% de los ciudadanos está proscrita de facto en las instituciones catalanas y sus políticos, en lugar de pararse a analizar las razones emprenden una huida hacia adelante satanizando la lengua de una manera tan burda que no sólo consiguen el efecto contrario, sino que están abriendo una importante brecha entre la política y el 50% de los ciudadanos.



El PSC en la ofrenda a Rafael Casanova el 11-9-2008 (vídeo colgado en YouTube por criterio)

Por ejemplo, Jordi Pujol, que expulsó el castellano de muchas instituciones catalanas, jamás habría hablado del castellano con la zafiedad que se expresaba Piqué, líder del partido más españolista de Cataluña al declarar que él jamás caería en la provocación e impostura de hablar castellano en el Parlament.

Bajo mi punto de vista, el político que más lejos ha llegado en el terreno de la prédica lingüística ha sido Montilla, al quemar simbólicamente su lengua, su cultura y las referencias a la clase obrera que, en su tiempo le sirvieron de aval, en el ara parlamentaria dedicando el último congreso socialista a enaltecer el catalán y silenciando la enorme aportación de la cultura y la lengua castellana en la consecución de la democracia a través de líderes obreros. Pero en este congreso no sólo ha silenciado la valiosa aportación de los castellanohablantes, relegando el uso de esta lengua al imaginario nacionalista (ser la lengua de los invasores y del franquismo) sino que se ha obviado también la clase trabajadora como referente (y de aquí su otra gran renuncia: quemar su propia experiencia y la de los cientos de miles de trabajadores que, como él, contribuyeron a la democratización), para otorgar el protagonismo en exclusiva a la burguesía catalana.
Montilla ha tenido que expiar sus dos grandes “pecados”, su origen andaluz y obrero haciendo el trabajo sucio que difícilmente otro político se habría atrevido: justificando ante el parlamento la expulsión de intelectuales cuya capacidad nadie ponía en duda y, esto es muy importante, por el mero hecho de expresarse en la lengua “impropia”. No es que los otros no lo hayan hecho, pero a ningún político se le ha pedido que verbalizara en el Parlament algo que va en contra de los más elementales derechos: la posibilidad de hablar en cualquiera de las dos lenguas oficiales.

Pero, al margen de detalles y renuncias lo que caracteriza a Cataluña, bajo mi punto de vista, es que ningún político, ningún partido, ningún sector social ha sido capaz de montar un discurso alternativo al nacionalismo pujolista. Políticamente, decir discurso único equivale a pensamiento único y eso quiere decir que el discurso nacionalista, es el único que legitima a su emisor a hablar en nombre de Cataluña.

Ni Carod, ni Mas, ni Montilla: jamás he oído a ninguno de ellos relacionar su discurso con los intereses de sus votantes. Porque en la Cataluña de discurso único hay un interés único que se supone, nos hermana a todos los catalanes, frente a los no catalanes. Jamás he oído en ningún mitin político de la izquierda criticar, por ejemplo a los banqueros o a las grandes multinacionales catalanas.

Es por eso por lo que cada año, un grupo de personas que se arrogan la facultad de interpretar la biblia nacionalista, forman su tribunal junto a la tumba de Casanova y abuchean a quienes desfilan no en función de sus ideas más avanzadas o menos, no en función de los logros sociales de cada formación, sino en relación a si han sido o no traidores a Cataluña, la única vara política de medir a sus ciudadanos… y, según ellos, la inmensa mayoría suspendemos.


NOTA: En el blog titulado Besos.com se pueden leer los anteriores artículos de José Membrive, clasificados tanto por temas (vivencias, creación, sociedad, labor editorial, autores) como cronológicamente.


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