La literatura ofrece en ocasiones ejemplos de trabajos y esfuerzos a los que sólo les encaja de forma adecuada el calificativo de “homéricos”. Es evidente que estos casos no son abundantes en ninguna literatura, y hay siglos que no los ven en determinados idiomas. El siglo XIX español ofreció el caso de los Episodios Nacionales galdosianos, un acercamiento a la propia historia de la centuria mezclando hechos imbricados en el tiempo real con el relato de ficción, con el análisis novelesco.
El final del siglo XX y estos años que llevamos del XXI contemplan cómo en nuestro país, en nuestra literatura, en nuestro idioma, ha vuelto a levantarse un edificio literario de proporciones homéricas o, para atenernos al espíritu de la letra, de proporciones galdosianas. Muchos habrán adivinado ya que me refiero a esa obra en marcha que bajo el título general de Salón de pasos perdidos lleva más de una década trabajando el leonés Andrés Trapiello (1953).
La aventura se inició a finales de los años 1980 en la editorial valenciana Pre-Textos, y pasados casi dos décadas desde su puesta en marcha, sin abandonar la misma casa editorial, 15 voluminosos tomos, algunos de más de 800 páginas, jalonan el camino recorrido.
Andrés Trapiello: La manía (Pre-Textos, 2008)
No son novelas, no son crónicas políticas, no son relatos, no son crónicas de sociedad en las que aparecen bajo lupa personajes públicos… No, ni siquiera hay personajes con nombre propio en estas páginas de Trapiello. Este amplísimo Salón de los pasos perdidos es sencillamente una sucesión ininterrumpida y sin fecha de término de diarios en los que el autor desbroza su vivir cotidiano, su personal toma de pulso a la vida diaria, configurando de este modo un relato imprescindible de lo que es la vida en la España de su tiempo, de nuestro tiempo presente. Estas páginas de Trapiello participan de la libertad de conceptos e ideas y dibujan un acercamiento al mundo poco complaciente pero sin la voz alzada y sin dogmas. La acidez de lo contado, a veces corrosiva, se conjuga sin embargo bien con la ausencia de acritud barata y casposa, y se mezcla con acierto con la sensación plena del gusto por la vida y el vivir. Así, el amor por la naturaleza y sus ciclos inapelables y pausados, la innata facilidad para expresar los efectos balsámicos de lo bello y hermoso en el acontecer anodino de lo cotidiano…, están siempre muy presentes en estos diarios que conforman esta “novela de la vida” plasmada en el día a día de un año tras otro.
El último diario de los aparecidos lo ha hecho hace bien poco, y lleva por título La manía. Son centenares de páginas que pueden resultar la puerta ideal para adentrarse en ese salón de pasos perdidos que uno ya no quiere abandonar nunca cuando lo conoce. Cada diario es un universo en sí mismo, y da igual cómo se visite esta galaxia de días contados, lo inolvidable es explorarla navegando entre sus estrellas, entre sus luces y sus sombras.
Quien ha entrado en contacto con los diarios de Andrés Trapiello sabe perfectamente que, dentro de décadas, cuando los historiadores quieran saber cómo era la España a caballo entre los siglos XX y XXI, no recurrirán a los libros “ladrillescos” de historia al uso, sino que leerán con atención y cuaderno de notas a mano estos libros que sin alharacas conforman, gramo a gramo, el peso de nuestros días.