Juan Antonio González Fuentes
Han pasado veinte años, y aquel niño se ha convertido en un jovencísimo director de orquesta que tiene como protectores, ni más ni menos, a un cuarteto de auténtico lujo: la genial pianista argentina Martha Argerich, y a tres de los actuales pesos superpesados de la dirección orquestal, Daniel Baremboin, Claudio Abbado y el actual titular de la filarmónica berlinesa, el inglés Simon Rattle. Todos hablan maravillas del chaval, y la célebre discográfica del sello amarillo, Deusche Grammophon, lo fichó para sí en 2005, luchando con otros sellos como si de grandes equipos de fútbol en pos del fichaje de una superestrella balompédica se tratase.
Él se llama Gustavo, se apellida Dudamel, y nació en Barquisimeto, en el país que dirige un militarote con cara de bruto de nombre Hugo Chávez, es decir, en Venezuela. Allí dirige la joven Orquesta Simón Bolívar, con la que sus resultados, según Martha Argerich, superan los de la mítica Filarmónica de Berlín, no en técnica ni virtuosismo, pero sí es musicalidad, lo que según la argentina es todavía más difícil.
El prodigio rebosa talento por todos los poros de su piel, y a sus veintisiete añitos ha sido contratado por la Filarmónica de Los Ángeles para que sea su titular. El salto es vertiginoso desde la orquesta venezolana a una de las grandes orquestas norteamericanas, donde sustituirá a Esa-Pekka Salonen. Pero el chaval ya ha dirigido a la Filarmónica de Viena y ha estado en el foso de la Scala de Milán dirigiendo el Don Giovanni de Mozart. Es decir, los grandes retos no le asustan.
“Para descansar ya tendremos el eterno descanso” le dijo un día su maestro, José Antonio Abreu, al chaval, y el prodigio no ha vuelto a mirar nunca más un reloj cuando de trabajar y ensayar se trata.
Joshua Bell y Gustavo Dudamel (vídeo colgado en YouTube por gugujazz)
Hacía mucho tiempo que ningún director de orquesta joven levantaba tantas expectativas entre el gran público, los profesionales de la música, los directivos de los grandes teatros, los responsables de las compañías discográficas, los gerentes de las grandes orquestas. Probablemente desde los tiempos en los que un joven Claudio Abbado dirigía Verdi y Rossini con sabiduría inaudita en la Scala, a la vez que se enfrentaba a los conciertos y las sinfonías de los grandes maestros al frente de la Sinfónica de Londres.
Dudamel es, en palabras otras vez de Martah Argerich, “un mesías que viene del Nuevo mundo rebosando talento, energía, calidad y naturalidad”. El chaval reconoce que está sorprendido del carrerón que lleva, pero también dice a quienes le idolatran que nada es fruto de la casualidad ni de la suerte que otorgan las monedas al aire. En él todo es ilusión, trabajo, ganas, ensayos y pasión.
Esta semana dirigirá a la Orquesta Nacional de España en el Auditorio Nacional de Madrid. En programa Beethoven y Prokofiev. Junto a él estará, en uno de los conciertos, el violinista llegado del báltico Gidon Kremer. La expectación en el ambiente musical madrileño es espectacular, nadie ve llegar la hora del comienzo de los conciertos del venezolano prodigioso. Tras Madrid le aguarda impaciente Barcelona, Valladolid, San Sebastián y Valencia.
Y después le espera la Filarmónica de Berlín, pero esta vez de verdad, cara a cara, frente a frente, sin la confortable penumbra del salón de su casa. Un miura musical de primer nivel, quizá el más grande con el que cualquier director de orquesta puede toparse. Y en los atriles música hispana, nada de manoseados pentagramas centroeuropeos: a la música de Falla le acompañará la de Ginastera, Villalobos o Márquez. Luego de nuevo la Scala y la ópera, esta vez Puccini y su Bohéme. El joven talento venezolano ha abandonado definitivamente el salón de su casa para dirigir en los salones de la vieja Europa. El prodigio llegó a nuestras costas, ya está aquí. Dejémosle agitar el palo de la batuta, y sintámonos como en el salón de nuestra casa.
NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de
Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.