Juan Antonio González Fuentes
“Nunca se es lo bastante rico ni lo bastante delgado”. Esta frase, bastante idiota como para dejarla salir de la boca con frecuencia, pero quizá afortunada como boutade nacida del ocio, bien podría ser el lema de más de un aspirante a ser inmortalizado en papel couché. Nunca se es bastante delgado ni se suficientemente rico, parece también una frase subrayada en rojo fosforescente en cualquier manual de la beautiful people poco puesta, cómo decirlo, en alguna sutileza intelectual. Este verdadero compendio de filosofía vital reducido a diez palabras en español, se lo debemos a la ciudadana norteamericana Wallis Simpson (de soltera Bessis Wallis Warfied), quien pasó a la posteridad por algo tan insólito como lograr que un rey de Inglaterra renunciase voluntariamente a serlo.
Nuestra protagonista se casó a edad bastante temprana, 20 años, con el oficial de aviación Winfield Spencer. Este tipo resultó un poco borrachín, lo que no hizo muy fácil la vida matrimonial, razón que influyó sin duda en que Wallis entablará “conversaciones” con un tal Felipe Espil, diplomático argentino en Washington que tenía entonces tanto éxito con el sexo femenino en la capital de los EEUU como hoy podría tenerlo George Clooney extraviado en una fiesta salvaje de cuarentonas en celo.
El señor Spencer, un verdadero personaje él mismo, trabajando como diplomático en China, introdujo a su mujer en el universo de los prostíbulos de lujo mientras vivían en Hong Kong, y en ellos Wallis se convirtió con respecto al sexo en algo así como Arthur Rubinstein con respecto a la música para piano de Chopin, es decir, en una virtuosa de su propio instrumento y de los ajenos, digo yo, echándole no mucha imaginación al asunto. En el país milenario la pareja vivió en Shangai y Pekín ejerciendo él cómo una especie de agente secreto americano en la zona. Debía de estar bastante ocupado nuestro espía, porque Wallis quedó embarazada de un italiano con nombre de tenor renombrado: Galeazzo Ciano (¿el famoso yerno de Mussolini?). El aborto la dejó malparada, e incapaz de engendrar hijos en el futuro.
Wallis Simpson
Otra vez en su país de origen, Wallis se casó de nuevo con Ernest Aldrich Simpson, de quien tomó bastantes cosas, entre ellas el apellido que con el tiempo haría célebre. Al bueno del señor Simpson lo dejó en la estacada, o se dejaron mutuamente, vayan ustedes a saber, cuando el por aquellos años Príncipe de Gales, de nombre Eduardo, le aseguró que la convertiría en su mujer Dios mediante.
Y en efecto, poco nada más morir Jorge V, Eduardo (Edward para nosotros a la hora del te) fue proclamado rey de Inglaterra y su nada desdeñable imperio. Uno de sus primeros deseos como rey fue hacer construir invernaderos para que doña Wallis tuviera siempre a su disposición gardenias frescas: en el desayuno, la comida, la merienda, la cena…
Exactamente 323 días reinó el rey Eduardo de Inglaterra, el VIII con tal nombre. Trascurrido el espacio de tiempo mencionado, ni siquiera un año, el rey dejó de serlo tras abdicación para poder casarse con Wallis en 1937, meses después del comienzo de la guerra civil en España y tres años después de que Hitler llegase al poder en Alemania.
El escándalo persiguió a la pareja por donde fuera que estuviera, pero también les perseguían las hermanas pequeñas del escándalo. ¿Sus nombres? Fama y popularidad. Wallis Simpson, señora del señor VIII, murió en 1986 casi como nació: ilegítima e inculta. Eso sí, se alejó con mucha holgura del estadio de la pobreza en el que vino al mundo. Una vez que cerró para siempre los ojos y traspasó el umbral de la llevadera inmortalidad, la casa de subastas londinense Sotheby’s vendió parte de sus pertenencias terrenales en una cantidad cercana a los 60 millones de dólares de hace más de veinte años. La verdad es que si se echa la vista atrás Wallis Simpson fue fiel a su lema: vivió cada vez más rica y más delgada. Llegado el momento, no todos podremos decir lo mismo. Amén.
NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de
Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.