El pasado sábado día diez se cumplieron justo 75 años de uno de los acontecimientos históricos que con mayor precisión dibujaron lo que a no mucho tardar sería una de las mayores tragedias conocidas por la humanidad, y sin duda, uno de los momentos de máxima barbarie vividos por la humanidad.
Ocurrió el diez de mayo del año 1933, solamente tres meses y medios después de que
Adolf Hitler y los suyos tomaran el poder político en Alemania. Ante la presencia consagradora del entonces ministro de propaganda y de “ilustración popular” del régimen nazi,
Joseph Goebbels, decenas de estudiantes afines al nacionalsocialismo quemaron casi treinta mil libros de escritores considerados como “degenerados” en enormes hogueras frente a la universidad berlinesa Friedrich Wilhelm.
Los libros que sucumbieron en aquel simbólico auto de fe de la barbarie nazi eran de autores como
Sigmund Freud, Thomas y
Heinrich Mann, Karl Marx, Carl von Ossietzki o
Erich Kästner, todos ellos considerados por los nacionalistas del nuevo socialismo nazi escritores antialemanes, propagadores de ideas nocivas para Alemania y su sociedad. La masiva quema de libros en Berlín y en otras importantes ciudades alemanas fue, ya lo he apuntado más arriba, el pistoletazo de salida para la barbarie nazi, aquella que acabó con millones de seres humanos mediante un sistema industrial de torturas y asesinato masivo.
El control de las ideas por parte de los nazis tuvo en el saqueo de los “libros degenerados” de las bibliotecas públicas y universitarias uno de sus capítulos principales. Ya comentó el propio Goebbels que el hombre de la Alemania futura debía tener carácter (para quemar libros, por ejemplo) además de ser, paradójicamente, un hombre de libros, como Hitler, pero de los libros cuya lectura sostiene las ideas previas, no la de los libros que las refutan o los de que las ayudan a analizar críticamente. A las “ideas nocivas”, Goebbels, inventor del marketing moderno, las descalificó con una frase hecha que tuvo su fortuna en aquel momento: “son fruto de un intelectualismo judío exagerado”. Y los nazis no querían ni intelectuales, ni judíos, ni exageraciones…, todo consecuencias de la degeneración.
10 de mayo de 1933: 75 años de la quema de libros por los nazis en Berlín
Muchos intelectuales de izquierda, liberales y conservadores demócratas tuvieron que huir de Alemania, y muchos sucumbieron a la represión, la guerra y los campos de concentración. Algunos de los que tuvieron más suerte y pudieron huir, acabaron formando instituciones como la Academia Alemana de las Bellas Artes y las Ciencias en el exilio, creada en la ciudad de Nueva York en 1936 por
Hubertus Príncipe zu Löwenstein, con presidencia de dos pesos pesados de la inteligencia y la creación en alemán, el novelista Thomas Mann y Sigmund Freud. Hasta el final de la segunda guerra mundial esta academia mantuvo abiertas sedes en Viena, París y Londres, y tuvo entre sus afiliados a artistas y científicos de la diáspora intelectual como
Stefan Zweig, Kurt Weill, Bruno Walter, Walter Gropius, Franz Werfel, Paul Klee, Arnold Schöenberg, Albert Einstein, Bertolt Brecht, Mies van der Rohe…
Han pasado 75 años, y un monumento recuerda en el mismo centro de la plaza Bebelplatz, las consecuencias que siguieron a aquella quema de libros del diez de mayo de 1933. La escultura representa una estantería para libros completamente vacía, enterrada en la tierra de donde sobresale y cubierta por una campana de cristal. Justo delante de la escultura hay una placa en la que pueden leerse las siguientes palabras escritas en 1820 por uno de los poetas y pensadores más grandes que ha dado Alemania, el judío, alemán y europeo
Heinrich Heine: “Esto fue sólo un preludio. Donde se queman libros, también se quema gente".
Insisto, han pasado 75 años, y Europa y el mundo han seguido viendo como en los conflictos, en las guerras, en las persecuciones…, en aquellos momentos y lugares en los que no hay libertad y se persigue a las personas y a sus ideas, lo primero que desaparecen son las bibliotecas, son los libros nocivos por ser contrarios al poder imperante (recordemos el caso del bombardeo y destrucción de la biblioteca de Sarajevo durante la guerra de los Balcanes).
Vivamos atentos y preocupados. Donde desaparecen los libros, donde sólo hay libros que apuntalan unas ideas concretas, donde sólo se fomenta la publicación de unos determinados libros, donde hay libros (e idiomas, claro) perseguidos o sistemáticamente ninguneados o arrinconados desde el poder (y está ocurriendo en lugares muy, muy cercanos de esta habitación en la que escribo)…, allí se acabará persiguiendo a la gente. Es seguro.