Juan Antonio González Fuentes
El célebre hispanista británico
Gerald Brenan, autor del interesantísimo
El laberinto español, debía ser un avaro patológico o un tipo con un sentido del humor muy negro y extraño. Corría el año 1981 cuando el escritor afincado en la española provincia de Málaga, para ahorrarse los gastos por él calculados de su propio entierro, decidió firmar un documento legal donando su cuerpo muerto a la ciencia. ¡Calculo haberme ahorrado unas 600 libras!, escribió Brenan a los pocos días en un texto de carácter biográfico, ufano y orgulloso de sus habilidades en la economía doméstica.
Y en efecto, cuando en el mes de enero del recién estrenado 1987 Brenan murió, sus familiares más cercanos respetaron el contrato y la voluntad de su pariente, dejando el viejo cuerpo inerte en manos de los profesionales de la Facultad de Medicina de la Universidad de Málaga. Allí fue recibido como se merecía por el catedrático de Anatomía José María Smith Ágreda quien le inyectó mediante aguja una solución de tipo, cómo decirlo, ¿momificante? Sin embargo, el cuerpo de Brenan nunca pasó a ser objeto de miradas, manoseos y punciones por parte de futuros médicos malacitanos, y días después de ingresar cadáver en las salas universitarias de anatomía, Brenan, o mucho mejor dicho, sus restos, pasaron a sumergirse a sus anchas en un piscina de formol, cuadro con inequívocos toques dantescos para cualquier espíritu sensible e imaginativo, y que hace muchísimos años un grupo de amigo aspirantes a médicos no tuvieron a bien ahorrarme en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cantabria.
Gerald Brenan
Nada más y nada menos que casi 14 años estuvo el cadáver de Brenan sumergido en la universitaria piscina malagueña de formol. Transcurrido el tiempo mencionado, familiares rescataron los restos flotantes y los incineraron: el viejo cuerpo de Brenan pasó del líquido a las cenizas sin solución de continuidad y fue introducido en una rústica urna de madera.
La urna con las cenizas del escritor fue enterrada junto a la tumba de su mujer, Gamel Woolse, fallecida en 1968, hace ahora cuatro décadas, en el cementerio inglés de San Jorge de Málaga, el mismo cementerio en el que reposan los restos del poeta de la Generación del 27, Jorge Guillén.
Sí, el anciano cuerpo inerte de Brenan sufrió algunas incomodidades a lo largo de algunos años tras su muerte, pero el escritor vivo y coleando, el escritor que gozaba del sol de Málaga, ése, se ahorró 600 libras de los años 80 del pasado siglo. Todo un ahorro quizá a tener en cuenta en estos tiempos que anuncian crisis.
NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de
Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.