Juan Antonio González Fuentes
Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Príncipe de Lampedusa y Duque de Palma de Montechiaro (Palermo, 1896-Roma, 1957), fue escritor de un solo libro, de una única obra maestra que, además, se editó póstuma, pues ninguna editorial le concedió valor a aquellas páginas en vida del escritor. El libro no vio la luz hasta 1958, cuando
Elena Croce se lo hizo llegar a
Giorgio Bassani y éste lo consiguió publicar en la editorial Feltrinelli. El título del libro, lo saben ustedes, es
El Gatopardo. En 1959 obtuvo el Premio Strega y al poco fue
llevada al cine por Visconti, convirtiéndose muy probablemente en su película más popular y aclamada. En nuestros días,
El Gatopardo es una de la novelas italianas del siglo XX más traducidas y leídas por millones de lectores de todo el mundo, y su protagonista, Don Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina, ha quedado en el imaginario cultural europeo del siglo pasado como epítome de quien es plenamente consciente de la desaparición de un mundo que da paso lentamente a otro distinto, aunque en la esencia íntima de las cosas, casi el mismo: “es necesario que todo cambien para que siga igual”.
No he contado la verdad.
El Gatopardo no es el único libro de Lampedusa. Hay más. Por ejemplo, uno espléndido de cuentos recopilados bajo el título
La sirena y otros relatos, y otro dedicado a la literatura de
Stendhal que recuerdo sencillamente como genial. Pero no son libros concebidos por Lampedusa, son libros construidos por los estudiosos del aristócrata siciliano que entresacaron entre sus muchos papeles después de su muerte y su éxito. El libro sobre Stendhal, si no recuerdo mal del todo, está elaborado con los apuntes que tomó Lampedusa para dar charlas caseras a un grupo de jóvenes estudiantes en su palacio de Palermo. Jamás pensó, al parecer, en publicar esas “cosillas” que, sin embargo, son fascinantes.
Giuseppe Tomasi di Lampedusa
Creo que tengo toda la obra de Lampedusa traducida al español, incluyendo una edición de El Gatopardo editada en Barcelona allá a principios de los años 1960, es decir, no mucho después de la primera edición original del libro. Tengo también la biografía que le dedicó David Gilmour y que editó Siruela hace unos años: un libro fascinante pues la vida de Lampedusa es fascinante, o al menos a mi me lo parece.
La vida en Palermo de Lampedusa era de un previsible absolutamente encantador. Prácticamente todos los días de su vida transcurrían igual: el desayuno en el mismo café de la misma calle, la visita diaria a su librería favorita, los paseos, la meticulosa vida ordenada en una palacio de proporciones casi inhumanas... Creo que Lampedusa le hace decir a su personaje Don Fabricio que un palacio del que se conozcan todas las habitaciones no es un palacio merecedor de tal nombre. Un palacio de verdad tiene que guardar rincones y estancias desconocidas por sus habitantes, al menos por generaciones enteras de habitantes que conocerán unas estancias y desconocerán otros, mientras que la generación siguiente, conocerá y habitará otras distintas.
Deseo viajar a Palermo y recorrer las calles abrasadas que recorrió el Príncipe di Lampedusa. Cuando llegué la oportunidad, buscaré el Palacio di Lampedusa, el Palacio de El Gatopardo, o al menos sus restos. El Palacio fue destruido por los bombardeos a los que se sometió la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial, y me dicen, me cuentan, que continúa hoy en día tal y como lo dejaron las bombas, sólo que una tapia impide el acceso a las ruinas, a la geografía de la decadencia en el lugar en el que un día habitó uno de los narradores fundamentales de la decadencia, un príncipe siciliano al que nadie quiso publicarle un libro.
NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de
Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.