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viernes, 25 de enero de 2008
Ataulfo Argenta, medio siglo después de su muerte
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[11574] Comentarios[2]
Hace ahora medio siglo que murió con 44 años el que quizá haya sido el más dotado director de orquesta español de los habidos hasta hoy, el cántabro Ataulfo Argenta

Juan Antonio González Fuentes

Juan Antonio González Fuentes

Se cumplen estos días los cincuenta años de la muerte del que para buena parte de la crítica especializada ha sido el más importante director de orquesta español habido hasta la fecha. Me refiero, como algunos habrán adivinado ya, al cántabro Ataulfo Argenta (Castro Urdiales, 1913-Madrid, 1958).

Argenta logró desarrollar, hay que admitirlo, una carrera con apuntes brillantes en los apenas 44 años que vivió, estando situado entre los jóvenes directores que despuntaban en su época, en esencia, la década de 1950. Es decir, Argenta era miembro de la que, muy probablemente, haya sido la última gran hornada de grandes directores de orquesta del siglo XX: Carlo Maria Giulini (1914-2005), Herbert von Karajan (1908-1989), Josef Krips (1902-1974), Solti (1912-1997), Rafael Kubelik (1914-1996); Celibidache (1912-1996), Igor Markevitch (1912-1983), Antal Dorati (1906-1988), Jean Martinon (1910-1976), Leonard Bernstein (1918-1990)..., un grupo ciertamente impresionante y en el que competía no sin fortuna el músico español.

Argenta se formó en España como pianista, pero cuando marchó a Alemania para proseguir sus estudios el gran director y pedagogo Carl Schuricht le aconsejó que se dedicase a la dirección orquestal, viendo en él grandes talentos y la posibilidad de desarrollar con acierto algo bastante infrecuente: el temperamento y la pasión latinas con la comprensión y el análisis germanos o centroeuropeos. Esta mezcla de elementos es la que hizo que Argenta despuntara como una indudable promesa de la dirección orquestal europea y le llevase a trabajar a lo largo de la década de los 50 por buena parte del viejo continente, incluyendo Francia, Alemania, Inglaterra, Italia, Austria, Bélgica, Suiza..., y dirigiera en esos países importantes orquestas y actuase en festivales como los de Lucerna, Estrasburgo, Burdeos o Besançon.

En apenas una década de actividad como director de orquesta, Ataulfo Argenta, además de hacerse con el mando de la Orquesta Nacional de España (una orquesta de segundo o tercer nivel en la época, pero sin duda la más importante del país), logró dirigir conjuntos de primerísimo nivel como la Sinfónica de Londres o la Filarmónica de Viena, y otros de primer rango como la Nacional de Francia, la Orquesta de la Sociedad de Conciertos del Conservatorio de París, la Sinfónica de Viena, la Orquesta de la Ópera de Montecarlo, la Orquesta Santa Cecilia de Roma, la del Maggio Musicale Fiorentino, la Nacional Escocesa, la Orquesta de la Suisse Romande, la Tonhalle de Zurich, o las orquestas de la radio de Berlín, Munich, Sttutgart, Francfort...

Todos estos trabajos, y la audición de algunos de sus discos (una extraordinaria Novena de Schubert, una incandescente Sinfonía Fausto de Lizst, por ejemplo), dan sobradas muestras del interesante director de raza que fue en su juventud Argenta. Su forma de dirigir era briosa, apasionada, llena de vitalidad, pero a la vez lograba alcanzar notables refinamientos orquestales. Quizá el director de su generación a quien más se me parece por su manera de afrontar la música sea el checo Rafael Kubelik.

Ataulfo Argenta

Ataulfo Argenta

A ese apasionamiento y brío habría que sumarle un físico muy especial. Era Argenta un hombre bastante alto y muy delgado, con un rostro lleno de peculiaridades, con unos ojos un tanto saltones pero muy expresivos, unas cejas negras y pobladas, unos dientes grandes, una cabellera larga, negra y peinada siempre hacia atrás. El conjunto hacía de él un hombre atractivo, con algo de estrella de cine de la época, pero un tanto desgarbado, desmadejado, y en cierto modo frágil. Argenta al parecer tenía éxito con las mujeres, y sus presencias en el podium orquestal apuntaban, además de a música de calidad, también a algo con algo de morbo y atracción. En otras palabras, tenía muchos elementos, musicales y extramusicales, que lo señalaban como una posible estrella en su oficio, alguien llamado en principio a hacer grandes cosas, un señalado por la fortuna o los dioses, vayan ustedes a saber.

Lo que ocurre es que murió con sólo 44 años, murió apuntando maneras y dejando destellos en su discografía de lo que tal vez pudo llegar a ser. Pero la realidad es la realidad, sus discos y su carrera, truncados. Por eso dan bastantes ganas de mirar hacia otro lado cuando uno lee estos días en la prensa declaraciones cargadas de gradilocuencia y sustentadas en nada o en muy poco. “Argenta hubiera sido más grande que Karajan”, asegura el hijo del castreño, el popular Fernando Argenta. También se lee en otros lugares que hubiera sido el más grande de su generación y demás frases que cuesta muy poco lanzar al aire y que, sin embargo, no se sostienen de ninguna manera.

Argenta es un mito español que tuvo la desgracia de morir jovencísimo. Su arte, su labor, sus posibilidades quedaron en el tintero recién abierto de su talento, no se expresaron en modo alguno como para poder establecer comparaciones con directores cuya carrera llegó hasta la ancianidad, y que, por tanto, crecieron en sabiduría y experiencia, en recursos, en capacidades, en actuaciones, en discografía... Lo cierto es que establecer hoy en día comparaciones entre las carreras de Argenta y las de Karajan, Solti, Giulini o Bernstein, sólo puedo llevar al sonrojo y la vergüenza ajena a lo informados, y al despiste y la confusión completa a los desinformados.

Pero algo semejante habría que decirles a los detractores de nuestro director, que son bastantes. Estos todo lo cifran en que Argenta fue poco más o menos un montaje del franquismo, un director con carisma que fue aupado y auspiciado por las autoridades culturales franquistas con la intención de poder presentar un artista español de cierto calado y alguna proyección en las plazas europeas, antifranquistas y judeomasónicas. El asunto me recuerda a esa estupidez de que el Real Madrid ganó seis copas de Europa porque era el equipo de Franco, es decir, que Franco le hacía ganar en Alemania, Francia, Italia... Según esta teoría Argenta era un director más bien mediocre, pero que gracias al franquismo pudo dirigir a la Sinfónica de Londres, a la Filarmónica de Viena, a la Nacional de Francia, y entablar contacto y relación con monstruos del oficio como el mítico Furtwängler. ¡Qué idioteces!

Por qué no dejarlo en lo que apuntan los datos que manejamos. Argenta fue un director de orquesta muy dotado para su oficio, lo que demostró a lo largo de su corta pero brillante carrera, a la que puso fin una muerte muy prematura. Argenta fue lo que fue, ni más ni menos. Ríndasele el merecido homenaje y el recuerdo en este su aniversario de muerte, pero ni inflemos el globo con gases que pueden llegar a ser tóxicos ni lo pinchemos con afilados alfileres de maledicencia. Escuchemos su legado, y lamentemos siempre su muerte.   


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.


Comentarios
03.03.2013 16:45:32 - Andrés Martín



¿Tiene Vd., Juan Antonio, algo contra Fernando Argenta? Lo digo porque hay quienes utilizan a otro como arma arrojadiza contra aquél a quien odian. Alcanzar los que alcanzó Argenta con 44 años merece algo más que el frívolo texto de Vd. sobre la vida del maestro Argenta. Sonrojo y vergüenza sí que he sentido yo leyendo su columna (o lo que sea). Argenta es una de las eminencias artísticas de la historia de España, lo quiera Vd. o no, y que estaba a la altura de Karajan está fuera de toda duda. ¿Sabe Vd. la opinión de Schuritz sobre Argenta? Léala en alemán, pues no tiene desperdicio. (Si no olfatea el idioma de Mozart merecería la pena que dedicara 20 años a su estudio). Que le vaya bien.


25.07.2013 19:42:26 - El Autor



Estimado herr Martin:
Le agradezco encarecidamente su recomendacion en lo tocante al idioma de Hitler. Yo le voy a recomendar a usted que dedique un tiempo al español, pues en su comentario demuestra cumplidamente que no sabe leerlo. Un abrazo.










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