Juan Antonio González FuentesHay una librería nueva en la ciudad de Santander. Está cerca de la iglesia de los jesuitas, y pegada al famoso café Tornasol. La librería está especializada en literatura infantil y juvenil, aunque también ofrece libros de arte y cómics. Además, la librería también ofrece lecturas de cuentos para los niños, presentaciones de libros, etc... La librería tiene un nombre precioso:
La merienda en el tejado.
La librería en breve se va a convertir también en editorial, sacando a la calle un libro importante y que debería dar bastante que hablar a lo largo de los próximos meses, de los próximos años. Se trata de un libro que encierra un hermosísimo y sutil cuento vestido de relato infantil, aunque dicho encasillamiento se rompe en mil pedazos dados los múltiples niveles de lectura que ofrece la obra.
El título que aparecerá en la hermosa portada del libro es
Dragón, aunque su verdadero título es otro, más largo, quizá menos comercial, pero mucho más explícito y evocador: "El dragón que leía y la princesa que tendía sábanas en un patio". El autor del texto es uno de los dramaturgos jóvenes más premiados e interesantes de nuestro país,
Alberto Iglesias, también poeta y actor a partes iguales. Las ilustraciones del libro las ha elucubrado y materializado una artista alemana cuyo nombre ya de por sí es un cuento infinito:
Anna Mer, Ana Mar.
Creo que el libro saldrá a la venta en pocas semanas, y que se distribuirá por las librerías de todo el país. Pero si alguno de ustedes lectores, no encontrara su ejemplar en su librería habitual, solicítelo, no se arrepentirá. Es una lectura riquísima y acrisolada de matices: ideal para que la lean los niños, ideal para leérsela a los niños, maravillosa para leerla uno mismo y asombrarse ante su delicadeza y su poesía.
No lo olviden por favor, me lo agradecerán en el futuro más lejano:
Dragón, de Alberto Iglesias, ediciones Merienda en el tejado. En breve en las librerías, en breve entre sus manos.
A continuación ofrezco el breve prólogo o introducción que he escrito para esta obra maestra del cuento infantil español.
“Érase una vez...” Es esta una de las frases más sugerentes, evocadoras, desencadenantes y prometedoras que pueda pronunciarse en cualquier idioma. Quien la lanza al aire o la escribe queda irremediablemente comprometido a contar un suceso, una historia, a narrar para alguien unos acontecimientos que se desarrollan en un espacio y en un tiempo concretos, y que están protagonizados por sujetos o elementos bien reconocibles.
Desencadenar un “érase una vez...” para dejarlo completamente libre, flotando en el ambiente, es hacer uso de la llave mágica que, como recuerda
Montaigne, abre el espacio definitivo en el que algo empieza a decirse, es decir, comienza a existir de verdad, con absoluta plenitud.
Pues bien,
Alberto Iglesias ha hecho uso de la mencionada llave y ha abierto para todos nosotros el espacio del decirse en forma de cuento. Y para lograrlo con la mayor eficacia posible, ha revisitado la tradición (algunas de sus convenciones y símbolos), y la ha releído con lirismo de altura y verdad, y una melancólica ironía personal cuyo perfume aromatiza todo el relato, de la primera a la última de sus palabras.
Alberto Iglesias cuenta en estas páginas una historia habitada por un dragón azul y una princesa muy hermosa. También se habla en ellas de un castillo, una cueva, libros, manantiales, nubes, sueños, música, bosques..., y hasta de un gran sol que se alimenta de las miradas y sonrisas de la bella princesa protagonista. Con conocimiento de causa y paciencia meditada, Alberto ha arrancado del árbol de los grandes cuentos infantiles algunos de sus frutos más típicos, pero los ha cocinado a su personal entender y los sirve ahora para que los degustemos con asombro de niños, pero quizá a la vez con mirada íntima y seria de adultos.
El dragón azul creado por Alberto habita en una cueva húmeda y oscura y su única razón de ser es una princesa, encarnación fragante de los valores siempre constantes, cálidos y acogedores del eterno femenino. Mientras el dragón azul sueña alcanzar la compañía y amor de la princesa, lee libros que no entiende muy bien, se zambulle en medio de las nubes del cielo, vuela hasta el sol para hablar con él de sus cuitas, come sueños para sobrevivir, siente en su más profundo interior la música de
Chopin, ese mirlo al que cantó en un poema inolvidable
Gerardo Diego.
Y es que Alberto Iglesias parece saber bien que todo hombre (toda persona) con un mínimo brote de humanidad sensible recorriendo punzante sus venas, es un dragón azul en busca perpetua de eso que da sentido y justifica una vida, es decir, de esa “princesa” siempre esquiva que parece aguardarnos para que la liberemos del encierro en el interior de un castillo con frecuencia inexpugnable.
Sí, debe quedar claro, todos somos un dragón azul de grandes alas y estamos enamorados irremediablemente de una “princesa”. Alberto Iglesias es un dragón azul, y este cuento fantástico (en los sentidos más comunes del término) es su autobiografía, en alguna medida su retrato espiritual.
Empeñar valientemente nuestra existencia en ser un dragón azul que brilla con fuerza y coraje, esa es la certeza que deja sembrada en la carne de nuestro corazón este cuento, quizá la única certeza que verdaderamente importa.
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.