Juan Antonio González Fuentes
Le han dado el
premio Nobel de Literatura de este año a la escritora británica
Doris Lessing, y lo cierto es que no me ha sorprendido en absoluto. No he sido nunca lector asiduo y constante de esta escritora. Creo haber leído alguno de sus tomos de memorias, que no me interesó en exceso, y algo de su prosa, en concreto su libro
Historias de Londres en la edición de
Destino del año 1996 que debe andar por alguna estantería de casa.
Hay algo en la escritora, quizá en su rostro adusto y de seriedad protestante, o en su melena recogida en un moño o coleta a la antigua usanza que siempre me ha alejado de ella. Sí, sé que es un prejuicio insensato, idiota y completamente al margen de la literatura, pero a veces las cosas son así. Doris Lessing, en mi imaginario calenturiento, es la difunta madre redivida de
Norman Bates, el gerente perturbado de Motel protagonista de
Psicosis. ¿Qué le voy a hacer? Así de confusa y prejuiciosa tengo la mente.
Doris Lessing
En
Historias de Londres, como sucede en la mayor parte de la obra Doris Lessing desde que a finales de los años 1960 publicara su novela
La ciudad de los cuatro pórticos (1969), título en el que, si no estoy del todo mal informado, por vez primera abandonaba las historias y paisajes africanos de su adolescencia y primera juventud, la escritora británica escoge de nuevo el tumultuoso, variopinto y multirracial Londres de finales del siglo XX como marco geográfico referencial en el cual ambienta las dieciocho historias que conforman este volumen de relatos.
Y como es también ya habitual, en
Historias de Londres Doris Lessing incide en uno de sus temas predilectos, el retrato crítico de la burguesía inglesa, asunto que goza de gran tradición en la literatura de las islas (
Jane Austen y
Charlotte Brontë son dos magníficos ejemplos muy difíciles de superar). En estos cuentos, si mal no recuerdo, la mirada de la escritora se detiene con apasionada atención en las dificultades, experiencias y múltiples sorpresas que encierran las relaciones familiares y las relaciones amorosas, tras el gris decorado de las convencionales apariencias que oferta la cotidianeidad. Lessing utiliza además su mirada con la ternura y la fina inteligencia que suelen serle propias sólo a la delicada ironía, una facultad que no ha sido precisamente característica definitoria de la literatura llevada al papel por esa destacable generación de escritoras británicas formada, entre otras, por
Iris Murdoch, Muriel Spark, o la propia Lessing, quienes dotadas de innegables inquietudes no siempre han acertado a la hora de obtener logros narrativos.
Imagino que ahora, después del premio, una avalancha de títulos debidos a la escritora nos sepultará en las visitas a la librería. No lo sé, pero es probable que sucumba de nuevo a la curiosidad y que le dé una nueva oportunidad a Lessing. Pero he de confesar que muchas ganas no tengo de volver a leer algo escrito por la madre de Bates. Ya ven que yo sigo con mi propia paranoia, y encantado de la vida además.
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.