Juan Antonio González Fuentes
Soy de la opinión de que cualquiera que haya leído la célebre novela del escritor austriaco
Thomas Bernhard,
El malogrado, y lea ahora
Preludio (Ocho y Medio, Madrid, 2004) del periodista y escritor
Jesús Ruiz Mantilla (Santander, 1965), encontrará bastante puntos en común entre los dos títulos, y no sólo las circunstancias de que ambas historias estén protagonizadas por pianistas, transcurran buena parte de ellas en España y tengan lugar en un ambiente musical de alto nivel en el que los nombres de
Glenn Gould, Bach, Mozart, Brahms o
Horowitz se repiten con alguna frecuencia.
Pero por encima de otras coincidencias y consideraciones, la columna vertebral de estas dos narraciones yo la situaría en la insólita visión que ofrecen del gran artista y de su innata capacidad para la autodestrucción y la infelicidad a través de la imposición de la máxima exigencia creativa; exigencia que supone a la vez, paradójicamente, la raíz de su íntima infelicidad y de su grandeza humana y artística.
Jesús Ruiz Mantilla:
Preludio (Ocho y Medio, Madrid, 2004)
En este sentido hay que reconocer que la novela de Ruiz Mantilla supone un extraño ejercicio dentro de nuestro temáticamente reiterativo panorama novelero. El santanderino se ha arriesgado a escribir una historia alejada por completo de los temas que son habituales en la narrativa española, y ha salido mucho más que airoso del difícil y exigente reto, a lo que le ha ayudado sin duda no sólo su sólida condición de auténtico melómano, si no también los conocimientos y experiencias adquiridos a lo largo de los años haciendo información musical en el diario
El País.
Lo que menos me ha gustado de este
Preludio han sido las algo frecuentes caídas en el uso de los consabidos tópicos acerca de los rasgos que supuestamente deben caracterizar a los genios de la interpretación y a los que acuden a sus conciertos. Unos y otros aparecen dibujados en estas páginas con los trazos caricaturescos que bien pudieran haber firmado los inefables
hermanos Marx: el artista excéntrico, maniático, inestable, caprichoso, voluble...; los aficionados pedantes, o snobs, o impostores... Las páginas en las que se cae en estos trazos gruesos son las menos logradas y donde el trabajo de Ruiz Mantilla por hacer literatura se resiente.
Por contra, dos son los elementos de
Preludio en los que en mi opinión Ruiz Mantilla se descubre como un narrador de verdadera raza. El primero es el notable esfuerzo por dotar a su historia de una estructura, de una música y ritmo interiores que pretenden ajustarse a lo largo de sus 24 capítulos al carácter peculiar de los 24
Preludios Op. 28 de
Chopin, obra que obsesiona al protagonista de
Preludio, el virtuoso español
León de Vega (por cierto, no creo que responda sólo a la casualidad el hecho real de que el buen pianista cántabro
José Francisco Alonso, especialista en la música para piano de
Schubert, y muerto según tengo entendido de sida en plena madurez, fuera pariente del escritor y periodista).
Así, Ruiz Mantilla trata de que cada uno de los capítulos de su novela esté impregnado del mismo carácter y tono del que están constituidos los correspondientes
Preludios del músico polaco, consiguiendo un ritmo especial en su narración que dota a la historia de adecuada intensidad y de una progresión ciertamente lograda.
El otro elemento a destacar de
Preludio es que Ruiz Mantilla ha logrado crear todo un personaje interesante de verdad. El virtuoso León de Vega, el pianista bisexual, enfermo de soledad y sida que nos narra su malograda vida desde la obsesión por lograr hacer realmente suyos los
24 Preludios de Chopin, sólo tiene un hilo que en cierto modo le mantiene atado al mundo: el amor por la música y el deseo de grandeza en su arte. Amor y deseo que habitan en León de Vega hasta el final de la novela; final hermoso y desolador que me recuerda en cierto modo al de la película
Amadeus de
Milos Forman, y con el que Ruiz Mantilla plasma una sobria épica de pesimismo existencial.
Inusual, bastante arriesgada y negra novela este
Preludio de Jesús Ruiz Mantilla, con la abrió camino de posteriores entregas, como por ejemplo su reciente
Yo, Farinelli, el capón (Aguilar, 2007), título que no he leído pero que algunas voces, para mí autorizadas, cuentan que no supone, ni mucho menos, un salto hacia delante, sino más bien, un gran salto hacia atrás.
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.