Juan Antonio González Fuentes
En su día escribió
Paul Bowles que ya no viajaba para no tener que encontrarse con todos sus vecinos y compatriotas en los vestíbulos de los hoteles en los que se alojaba, por muy lejanos y exóticos que fueran los lugares en los que se encontrasen dichos hoteles.
Algo semejante me vino a la cabeza cuando el pasado fin de semana, ya de madrugada, vi en una cadena de televisión un reportaje asombroso sobre una escalada al Everest por parte de un equipo norteamericano grabado hace ahora justo un año, en mayo del año 2006. Lo asombroso del documental no era el esfuerzo sobrehumano realizado para llegar a la cumbre, no eran los paisajes, no la técnica empleada por los expertos montañeros, no las tácticas de alta montaña empleadas para lograr la hazaña… Lo que dejaba completamente estupefacto al contemplar la pequeña pantalla era el desbordante tráfico humano que hacía cola en fila india para inicar el asalto final a la cumbre.
Vista del monte Everest
La cámara de los documentalistas lo captaba todo, tanto si fijaba la lenta hacia arriba como si la fijaba hacia abajo: una impresionante cola de montañeros de toda índole (expertos profesionales, aficionados voluntariosos, casi excursionistas domingueros…) esperaban literalmente cola esperando su turno y oportunidad para iniciar el último tramo de ascensión al techo de la tierra. De repente, los montañeros expertos, medio congelados por el frío gélido propio del ambiente y por estarse completamente parados y casi sin poder respirar el escaso oxígeno existente, comenzaban furiosos a insultar abiertamente a los excursionistas inexpertos, como si estuvieran en la fila de la compra del supermercado de turno y un listillo se hubiera colado exigiendo pagar ya su pan o su kilo de naranjas.
La situación era grotesca. Estaban todos a dos pasos de culminar una hazaña hasta hace poco tiempo sobrehumana, llegar al mítico y casi inabordable Everest, y la imagen que ofrecía el equipo allí presente era semejante a la de una estación turística de alta montaña, con el agravante de que todos tienen además un tiempo determinado para culminar su aventura, unas horas, pues pasado ese tiempo, tienen que volverse sobre sus pasos sin lograr el objetivo para no sucumbir en el intento una vez se ha hecho de noche y las temperaturas bajan con la velocidad del rayo. De ahí los insultos y los enfados, las ganas de patearle las costillas a más de uno. Expediciones programadas con años de antelación y preparativos mil, expediciones costosísimas en tiempo y dinero, se quedaban a escasos metros de lograr el sueño sencillamente por la acumulación masiva de expedicionarios, todos con la misma idea en la cabeza: tocar cumbre y poder decir que lo lograron.
Lo consulté en internet. El año pasado hubo un día de mayo en el que hicieron cumbre en el Everest ¡¡¡150 personas!!!! Vamos, que preparas la expedición gastando dinero a manta, haciendo montañismo por lugares más fáciles y asequibles, preparándote durante meses mental y físicamente… Llegas por fin al Himalaya tras un viaje largo, cansado y costoso, inicias la ascensión que conlleva días de sacrificios sinnúmero y un esfuerzo físico titánico, y cuando vas a ver cumplido tu sueño, contemplar la tierra desde su lugar más alto, ves cómo corre el tiempo en tu contra haciendo una interminable cola, muerto de frío y sin poder apenas respirar, porque tus vecinos del segundo, del sexto y del octavo han tenido tu misma ocurrencia y te preceden en la cumbre, como cuando quieres coger con prisa el ascensor de tu edificio para llegar a tu cuarto de estar y ponerte las zapatillas!!!
Y mientras, los gobiernos del Nepal y de China se frontan las manos con los ingresos que la aventura les proporciona, y ya estudian construir hoteles de lujo por allí cerca, para que hasta los tetrapléjicos puedan hacer cumbre de la manera más sencilla posible, pues no hay nada más democrático e igualador que el afán de hacer dinero.
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.