Uno de los dilemas claves en la historia de una editorial que ama la literatura es establecer los niveles de excelencia. El escritor auténtico no es sólo el que tiene un mensaje importante, sino el que posee una técnica contrastada y, a ser posible, una voz propia. Pero la voz propia se consigue, como todo, hablando (en este caso, publicando). ¿Quién te publica el primer libro que te permita comenzar a modelar tu voz?
El día en el que los políticos se indignaron es el primer libro de
Ramón Esteban, ingeniero técnico de telecomunicación. Un libro, además, escrito en unos días, sin experiencia en tales quehaceres. Y, sin embargo, el libro clamaba por ser editado. ¿Por qué? Es un grito palmario contra una injusticia: en la sociedad común, cuando alguien, por cualquier circunstancia, lleva un negocio a la ruina, él sufre las consecuencias y ha de responder con sus bienes.
No ocurre lo mismo con la clase política, ni con sus coaligados, los grandes banqueros. A los primeros está dedicado el libro, con sagacidad implacable, pero a la vez con cordura y afán constructivo.
Es estos días estamos viendo cómo Cajas de Ahorros, dirigidas a la sombra de partidos políticos, abren sus entrañas para manifestar su multimillonaria ruina, mientras que sus responsables, al contrario que en Islandia, donde han sido encarcelados por delitos similares, siguen su pujante carrera, sin problema alguno.
El 15 de junio en Cataluña, nuestros políticos y sus fieles -y debidamente subvencionados-medios de comunicación, fueron presa de la ira, una ira patética, exagerada. Muchas personas trataban de mostrar su oposición a las resoluciones gravísimamente perjudiciales para el ciudadano de a pie, que ese día se iban a aprobar en el Parlament. Se llegó a definir el bloqueo como el “mayor golpe a la democracia catalana” después del 23F” recordando sibilinamente, en algún medio de comunicación, que el origen de tales “golpistas”, nacidos del 15M, se situaba en Madrid.
Ramón Esteban: El día en el que los políticos se indignaron (Ediciones Carena, 2011)
En estos días los políticos se confabulan para encarcelar a quienes osaron “impedirles ir a trabajar”. Precisamente ellos, aquel día, ellos adoptaron medidas muchísimo más graves para miles de ciudadanos: a corto plazo les impedirían trabajar, pero no por unas horas, los echarían a la calle. Claro que ellos saben que, por muchas barbaridades que comentan, no habrá consecuencias contra ellos, y sus sueldos pervivirán a su trabajo. Tampoco lo habrá contra quienes provocaron la crisis (una parte importante de la clase bancaria) y ahora lideran la “solución” sin dejar de desviar dinero a paraísos fiscales. (En internet se afirma que son casi todos los grandes del IBEX35. La opción es que lo desmientan o que algún juez meta mano en el asunto. Por cierto ¿por qué tanta reunión de dirigentes europeos y ninguno de ellos tiene la dignidad de señalar a los paraísos fiscales como las auténticas sanguijuelas de nuestra sociedad, y actuar en consecuencia. ¿Dónde quedaron esas tímidas promesas de investigarlos?)
Los parlamentos se quieren parecer cada vez más a los “paraísos políticos”. Los parlamentarios quieren impregnar su mirada de indignación para no ver las consecuencias de sus propias resoluciones encarnadas en gente que lo pasa mal, que ha estado trabajando honradamente, que no ha hecho nada para provocar la crisis y que ahora ha de pagar las consecuencias, mientras que los grandes provocadores siguen en la cresta de la ola bancaria.
Ramón Esteban es un ciudadano no dado a ningún extremismo, padre de familia, que se confiesa votante de CiU, pero que se hace preguntas en voz alta. Su bagaje literario es mínimo, pero digno. Su mérito es ponerle voz escrita a lo que piensan millones de ciudadanos. Sus propuestas, -que no voy a desvelar-, moderadas, razonables, llevaderas, pero incompatibles con una actitud de la clase política que, como el gran poeta, no quiere ver la sangre derramada en la arena. Y no quiere verla porque en parte fue propiciada por unos cuando gobernaban y agravada por otros cuando gobiernan. Todos tapando el rostro del “mercado” ¿Quién hay detrás de los conspiradores de las bolsas? ¿Ningún político lo sabe? ¿Nadie sabe qué hacer?
De todas formas, y en
El día en el que los políticos se indignaron (
Ediciones Carena) también viene implícito, no toda la responsabilidad proviene de los políticos y de los banqueros. Ellos tienen el poder que nosotros le otorgamos. Quizás ha llegado el momento de plantearse, no ya a quién se lo damos, sino de cómo ejercerlo. Las redes de internet dan mucho juego para imaginar una democracia real. Hasta ahora se veía como irremisible otorgar a otros la fuerza de nuestro voto. Pero estos otros no parecen responder -como muestran clamorosamente las estadísticas- a la confianza que en ellos se ha depositado. Nuevas formas de gobierno podemos esbozar. Pero, para empezar, vendría muy bien estudiar las propuestas de Ramón Esteban. Su libro es fácil de leer, y apunta a soluciones claras y constructivas.