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miércoles, 1 de junio de 2011
Una sinfonía de nuestro tiempo: Bajo la sombra de las hayas, de Juan Ignacio Zaragozá Font
Autor: José Membrive - Lecturas[8393] Comentarios[0]
“Bajo la sombra de las hayas”, de Juan Ignacio Zaragozá Font, es una sinfonía de nuestro tiempo, una metáfora de la sombra y de la luz, un canto que nos abandona justamente en el límite entre el miedo y la esperanza. Entre los negros sonidos y las tiernas melodías. El autor nos imbuye en la Alemania prenazi de los años 20 del siglo pasado, sumida en una crisis económica semejante a ésta con un germen de hostilidad entre grupos… En realidad nos habla de la actualidad más candente, de los temas que más nos preocupan aquí y ahora

José Membrive

José Membrive

Volviendo a Valencia desde El Puerto de Sagunto, la cúpula del cielo parece más amplia. Incluso las nubes, más altas que en cualquier otro lugar, forman una cúpula colosal sobre la extensa huerta, como si tuvieran que estirar el espacio para dar cabida a todo el esplendor de los naranjos, en pleno mayo. Hasta el sol, sumamente empequeñecido, se despide como un niño amedrentado del hermoso paraíso. La huerta es como un universo esmeralda que oscureciera al propio atardecer.

El tren atraviesa El Cabanyal, y las gentes se van transformando en sombras que murmuran los preludios del sueño, tumbados junto a sus cabañas. En el tren, sin embargo, bulle una vida multirracial y las jóvenes coquetean con rumbosos africanos sin importarles que el día esté agonizando. Están en el reino del amor. Da igual el nombre de la estación, del pueblo, da igual la hora, no están sometidos al rigor del calendario. Están en otra órbita.

Es curioso: ellos están en ninguna parte y yo tengo la sensación de haber vivido el día escindido, habitando simultáneamente dos tiempos y dos espacios incompatibles.

Por la mañana cogí el Altaria de Barcelona a Valencia, pero, al mismo tiempo, la lectura de Bajo la sombra de las hayas me transportó a la convulsa Alemania de la primera mitad del siglo XX. En la fría Sajonia, abducido por Max, un preadolescente sentimental y tierno, me he enamorado de Ada, la prima de Dominik, un amigo de toda la vida, y en mi piel he disfrutado, en plenitud, del amor y la amistad, y también de los embates de una sociedad que, con la excusa de una crisis aguda, se fue abandonando, se fue dejando carcomer por el gusano de la hostilidad interna. Cuando se dio cuenta ya era un monstruoso dragón que se alimentaba de sus propias tripas.



Juan Ignacio Zaragozá Font: Bajo la sombra de las hayas (Ediciones Carena, 2011)

Juan Ignacio Zaragozá Font es músico, y eso explica que la obra, más que literaria, sea una especie de sinfonía sentimental con dos partituras, compartiendo y disputándose sus páginas: una, amorosa, pura, sutil, íntima, compuesta por dulces sonidos evocadores de amor, amistad, espiritualidad; otra, compuesta por broncos bramidos negros de corte totalitario, con envenenadas notas de crispación, odio y envilecimiento social. ¿Es posible erigir una sociedad monstruosa sobre los hombros de la inmensa mayoría de individuos honrados? La obra va in crescendo y, el final, está por ver. Besos y agresiones. Sutil manipulación y latigazos a costa de la crisis; fanatismos deportivos que, hábilmente condimentados, desatan rencores sumamente fructíferos para los manejadores de los hilos sociales. De vez en cuando levantas la vista del libro y te ves en un tren moderno, en un siglo y en un paisaje totalmente diferente. Pero, a medida que te vas adentrando en los personajes, te vas percatando de que las diferencias entre la Alemania de los años veinte y la España de principios de este nuevo siglo comienzan a perder perfiles.

Y te das cuenta de que se está hablando de una sociedad azotada por una crisis de carácter netamente especulador; una sociedad en la que la poca talla de los políticos permite que crezca el monstruo de la irracionalidad, cuando no es propalado directamente por algunos de ellos.

Y te das cuenta de que estás ante una obra de arte contemporánea y que toda obra de arte responde a preguntas acuciantes de la sociedad en la que nace. Y descubres que, en realidad, el viaje a Alemania ha sido un espejismo, un acto de hechicería por parte del autor. Donde realmente has viajado ha sido al centro, al corazón de tu propio tiempo, de tu propia sociedad. Y entonces cierras los ojos y oyes la melodía, la doble melodía, ahora en versión actualizada. Has cerrado el libro pero continúa la música de aquellos jóvenes sajones que tratan de amarse por encima de los graznidos de unos cuantos cuervos que esperan hacer negocio con la sangre de quienes fueron amigos inseparables; esa música, esas músicas resuenan: la del amor, en la Puerta del Sol de Madrid, en la Plaça de Catalunya de Barcelona, y en tantas y tantas plazas, ahora, en estos días. Frente a la música el estruendo de negras vibraciones, impulsoras del miedo. El rugir de mercados y mercaderes insaciables moviendo los hilos, apropiándose, poco a poco, de los medios de comunicación, de los gobiernos, de la banca, de las finanzas, recurriendo al artilugio de la desconfianza entre los maltratados, propugnando el sálvese quien pueda, la guerra entre colectivos, para seguir pescando en río revuelto.

Bajo la sombra de las hayas (Ediciones Carena, 2011) es un sinfonía de nuestro tiempo, una metáfora de la sombra y de la luz, un canto que nos abandona justamente en el límite entre el miedo y la esperanza. Entre los negros sonidos y las tiernas melodías.

Entonces te das cuenta de que Juan Ignacio Zaragozá ha sabido captar el dilema que nos atenaza. Pero ha agrandado el mundo. Por eso, aquí, desde el tren, la cúpula del firmamento es más amplia. Las negras nubes han dejado de aplastarnos y la noche naciente se pinta de verde esmeralda. Esta vez no, la Historia no se va a repetir. El oráculo ha decretado otro final. Esta vez la crisis social no va a acabar en tragedia; para ello, la inspiración délfica nos exige que leamos, que propalemos sus designios encubiertos en redondísimas obras de arte, que meditemos bajo las hayas, que disfrutemos, que nos convirtamos en música sutil. Sólo hay que dejarse llevar por páginas tan entrañables.

Todas las posibilidades están abiertas. Es cuestión de interpretar las diferentes notas de cada época, de huir de los atroces infiernos de quienes en su momento se equivocaron. Antes no estaban advertidos; ahora sí están, artísticamente, advertidos.


NOTA: En el blog titulado Besos.com se pueden leer los anteriores artículos de José Membrive, clasificados tanto por temas (vivencias, sociedad, labor editorial, autores) como cronológicamente.

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