Casi han transcurrido cuarenta años desde el fallecimiento de
Edward Kennedy Ellington (25 de mayo de 1974). Ese día la desaparecida
Gaceta del Norte anunció la noticia así: “Ha muerto el trompetista
Duke Ellington”. ¡¡Trompetista!!, qué vergüenza, qué termómetro más preciso para conocer de primera mano la temperatura de aquella nuestra cultura oficial. En la España de mediados los años 1970
todo músico de jazz era trompetista. Probablemente se lo debiéramos a la sonrisa falsa, universal y bonachona de un trompetista con nombre de astronauta,
Louis Armstrong. ¿O es al revés, el astronauta tenía nombre de trompetista?
Duke Ellington y su orquesta (vídeo colgado en YouTube por bazart)
Si la
Gaceta del Norte daba buena cuenta del estado del periodismo español y compraba todas las papeletas en la tómbola de la desaparición, la revista
Time dedicaba al Duque el siguiente titular: “
Duke Ellington, maestro de la música, el compositor más celebrado de América, muere a los 75 años”. El
New York Times hacía lo propio: “Con
Duke Ellington, el jazz alcanzó la estatura y dignidad que le corresponden”. Incluso el presidente
Nixon se sumó al luto emitiendo desde la Casa Blanca una declaración institucional sobre el significado de la obra de Ellington, uno de los músicos más importantes del siglo XX. El gesto del presidente fue una prolongación de aquel otro que tuvo con el Duque cuando invitó a este a festejar su setenta aniversario en la Casa Blanca. Ese día, en atención al detalle presidencial, pronunció
Ellington unas palabras de agradecimiento: “No hay ningún otro lugar donde preferiría estar esta noche, a excepción de los brazos de mi madre” (la anécdota se la debo a mi buen amigo
Javier Díaz).