Creo que son ya cuatro las Noches de Reyes que he pasado en Madrid. La cifra no es muy significativa para un tipo que va camino de cumplir 47 años, y que ha pasado 42 en Santander, con sus Nochebuenas y Nocheviejas correspondientes. Aún viajo a Madrid a pasar la
Noche de Reyes cargado con el roscón que elaboran en la santanderina confitería Regma, si lugar a dudas el mejor del mundo mundial.
Las últimas noches de Reyes, insisto, las he pasado en Madrid. Es decir, las he pasado sin sobrinos ni niños alrededor. Algo de nostalgia me aguijonea las entrañas cuando contemplo en televisión la cabalgata madrileña de los Reyes Magos. Echo de menos la de Santander, quiero decir, echo de menos el contacto directo con los niños, el verles las caras de éxtasis frente a frente, el ver a mis sobrinos rasgar impacientes los paquetes de regalos en casa de su abuela, mi madre.
Pero la experiencia madrileña tiene algo de positivo. Me ha hecho plenamente consciente de la importancia española de la Noche de Reyes y de la figura de los Reyes de Oriente: Melchor, Gaspar y Baltasar. El fenómeno puede parecer baladí, pero no lo es. Yo creo que España es monárquica de puertas para dentro gracias a la noche del 5 de enero y a la mañana siguiente, la del 6. Los niños españoles son decididamente monárquicos por interés durante toda su infancia. Y eso, lo quieran o no, deja una huella indeleble en el alma y el corazón de la infancia española. Deja una huella, una cicatriz imborrable que permanece en nuestro interior de por vida. Por eso somos monárquicos, aunque con la boca pequeña digamos lo contrario, pues es lo moderno, lo que al parecer está de moda. ¿Alguien puede imaginar una noche de ilusión infantil bajo la sombra de tres presidentes republicanos? ¡Que vienen los presidentes de Oriente, que vienen! Qué ordinariez! Qué desilusión generalizada! Qué mierda de regalos, eso seguro!
Lo que no logro entender por muchas vueltas que le doy es lo del Baltasar de la Cabalgata madrileña. El primer año que vi el espectáculo por televisión ya aluciné no dando crédito. El resto de mis noches de reyes madrileñas siempre he seguido la misma liturgia para comprobar el fenómeno
in situ. Ningún año, hasta ahora me ha defraudado la contemplación del insólito fraude. El Baltasar de la capital de España es un tipo pintado de negro!!!, sí, como lo oyen!, un tipo al que le han pintado, mal, la cara de negro. No lo podía creer la primera vez que lo vi, pero ahora ya me troncho de risa cada tarde del 5 de enero madrileño.
En la capital de la España de las pateras, de las multitudes de emigrantes subsaharianos que llegan a nuestras cosas..., en esa España, en ese Madrid en el que habitan decenas de miles de ciudadanos de raza negra, la cabalgata de Reyes ofrece el espectáculo irrisorio de un rey mago negro de pega, de un
Al Jonson con corona y manto ridículo de arriba a abajo. ¿No hay ni un solo negro en el Madrid de Ruíz Gallardón que pueda hacer de Baltasar con un poco más de gracia y realismo?