El escritor Ricardo Bada, a quien conocí hace ya algunas semanas cenando en Santander, me ha enviado un artículo que a él le ha hecho llegar un amigo colombiano. Se trata de un texto titulado “Las vueltas que da la vida”, firmado por Cristián Mejía Trujillo, y publicado por La Patria, Manizales / Colombia, el pasado 27 de diciembre de este año. Mejía Trujillo es un emigrante que llegó a la España del boom económico y que nos ha dejado cuando entramos en crisis. No comparto muchas de las opiniones que lanza el autor, pero creo que su reflexión es de un gran interés.
“Las vueltas que da la vida”
N.B.: "El amor no quita conocimiento", y menos desagradecimiento. Me refiero a un país en donde he pasado un poco más de siete años de mi vida, y en donde además tengo y conservo muchos buenos amigos que, para bien o para mal, están de acuerdo conmigo en estas duras pero cordiales y respetuosas apreciaciones.
Hasta hace poco más de tres años ellos eran el ejemplo para nosotros; largas filas en su sede consular de Bogotá eran la antesala de un maltrato que nunca nos hemos merecido. Nos impusieron un humillante visado para visitarlos que poco más o menos rayaba en la ignominia; nuestros inmigrantes eran tratados allí más que parias llegados de un país azotado por la violencia y el desempleo producto de una guerra civil nunca declarada. Nos costó muchos años de sufrimientos y vejaciones probarles que éramos, y seguimos siendo, gente buena y trabajadora como la más.
Allí se nos entregaron los peores oficios como la limpieza de los excusados, los paletas de la construcción, y nos bautizaron despectivamente como sudacas y narcotraficantes.
Una bonanza económica ficticia los llevó a creer que el dinero prestado no habría que devolverlo nunca, porque la plusvalía -también ilusa-, cubría los créditos y sobraba para los toros, el fútbol, los onomásticos, las fiestas anuales para sus santos protectores y hasta para realizar batallas campales a tomatazo limpio en la plaza pública.
El medio ambiente fue la primera víctima de una irracional fiebre constructora que no respetó calas, razas y acantilados, ramblas y deltas, estuarios, rías y marismas, flechas, cordones y lagunas litorales, playas de arena y guijarros, dunas, y tampoco bosques, ni alamedas y parques nacionales. La corrupción política hizo su agosto entregando permisos urbanísticos dirigidos a la destrucción de una biodiversidad suficientemente desertizada en esas otrora bellas tierras peninsulares.
A diario la maquinaria mediática hispana nos vilipendiaba por no lograr detener la guerra contra el narcoterrorismo que nos impedía crear una riqueza propia que pudiera detener el exilio de nuestros connacionales; muchos de ellos colados en sus territorios para deteriorar su seguridad social y para arrebatar el empleo de sus súbditos con una suficiente fama de perezosos y siesteros.
¿Cuántas madres tuvieron que ver morir a sus hijos en esas tierras peninsulares por no poder tener un visado humanitario que les hubiera podido permitir entrar para entregarles su última bendición?
Pero por fortuna mi Dios no se queda con nada de nadie, como bien decían mis abuelas, porque les llegó la destorcida y con ella el apretón del cinturón al cual se ya se habían desacostumbrado.
La crisis entonces comenzó por la quiebra de los constructores que le apostaban a una desbocada valorización de los inmuebles que se adquirían con unos créditos bancarios de esos que comúnmente se cree, se van a cancelar con las utilidades del negocio.
Pero como no hubo valorizaciones, porque tampoco hubo ventas, los precios en vez de subir, se desplomaron. La suma de todo este desastre terminó por engrosar los pasivos de los bancos que comenzaron a tener que recoger casas y apartamentos por todo el reino patrio; el desempleo comenzó a subir y hoy ese escandaloso 20,7% amenaza con obligar a regresar a la patria cada vez más compatriotas incluido el periodista Daniel Samper Pizano.
El FMI insiste cada día en que el gobierno de Zapatero no está siguiendo sus recomendaciones en materia de ajustes (este año la economía española se contraerá en un 0,3%), y Zapatero sabe que si las hace, se cae, y tiene suerte que la oposición española esté en las manos de Mariano Rajoy, y no en las de José María Aznar.
Regados por todo Colombia andan empresarios y constructores venidos desde allí en busca de oportunidades de negocios en un país que hasta hace poco despreciaban; buscan a un tal perseguido Álvaro Uribe que les indique qué hacer para recuperar el ánimo de sus súbditos que ahora llaman "hijos de Homero Simpson" a todos sus políticos socialistas.
Mientras arrecian las decisiones histéricas de algunos que creen que prohibiendo las corridas de toros van a recuperar la tranquilidad económica en sus bellas plazas, monumentos y corredores históricos, se nos ofrecen amables visados hasta por cinco años con promesa incluida de no regañarnos más por solicitar a nuestro amable estilo que, se "nos regale una botellita de agua fría por favor".
¡Coño!, pues mire usted que aquí no regalamos nada, joder”.