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miércoles, 9 de junio de 2010
Fernando de Villena: un clásico contemporáneo
Autor: José Membrive - Lecturas[8700] Comentarios[0]
Con motivo de la presentación en Granada del libro “La hiedra y el mármol”, de Fernando de Villena, el articulista trata de encuadrar al poeta dentro del panorama actual. ¿Está vigente aún el clasicismo? ¿Por qué la poesía clásica pervive siempre a todo cuanto “modernismo” se le pone por delante?

José Membrive

José Membrive

En La hiedra y el mármol (Ediciones Carena, 2010), el último poemario de Fernando de Villena, el poeta agarra con fuerza al lector de la solapa, lo sienta y lo pone a cavilar sobre los dos o tres únicos temas que realmente nos interesan (las tres heridas, que diría Miguel Hernández), el amor, la muerte y la vida. Para ello sitúa al lector en el marco de la naturaleza, con un lenguaje clásico, elegante y un dominio de formas en las que el soneto se encarga, predominantemente, de dosificar las emociones. Sobresalen al principio doce magistrales, en los que desfilan los doce meses del año, vividos desde dentro de un jardín. Más tarde el poeta va desglosando aspectos de la vida entre recuerdos, balance vital con regusto de insumisión ante la derrota y homenajes a personas queridas.

La primera sensación es que nos hallamos ante un libro intemporal que podría estar firmado por Horacio, Góngora, Quevedo o por un poeta de cualquier época y cultura, incluidos los grandes del siglo XXI. Incluso el poema “Último autorretrato” es el espejo en el que una persona sabia puede identificarse plenamente. No he podido resistir la tentación y he vuelto a leer a un clásico (Góngora) para verificar si esta similitud era obra o no de un espejismo que a veces sufrimos los lectores.

“Raya, dorado Sol, orna y colora/ del alto monte la lozana cumbre; sigue con agradable mansedumbre/ el rojo paso de la blanca aurora” (Góngora)

“Las hojas, que esmeraldas en estío/ y oro puro en otoño/ broches son de diamantes ya vencidas… (Fernando de Villena)

Fernando de Villena escribe con el mismo espíritu, con el mismo tono y profundidad con el que se escribe la poesía de siempre. Casi mejor decir que el espíritu de la poesía se manifiesta con más nitidez, con menos peso circunstancial, en este poeta.

Fernando de Villena nos coloca, como hemos dicho, ante el paisaje, porque mirándonos en él nos vemos a nosotros mismos en nuestra dimensión más auténtica y profunda. Y esto es, en resumen, La hiedra y el mármol. Dos elementos (“la cálida caricia femenina y la pulcritud”), lo efímero y lo permanente, el paso de la vida (los gestos, los episodios) y su “eternización” en unos versos elegantes y pulidos como el mármol. Estos son los elementos que, fusionados en las páginas, dan vida al poemario. Ninguna alusión al ego, nada que no pueda corresponder al acervo común de los humanos, tiene cabida. Fernando de Villena escribe desde el sujeto lírico occidental y no desde su ego particular. De ahí la intemporalidad, la universalidad de su poesía. No es un poeta de ahora, sino de siempre.



Fernando de Villena: La hiedra y el mármol (Carena, 2010)

Uno de los errores más extendidos entre los estudiosos y lectores de poesía es identificar clasicismo con conservadurismo, conformismo o anacronismo, mientras que se atribuye a los transgresores de formas, estrofas y lenguajes la virtud del “progresismo” y se les identifica con el espíritu “iconoclasta” y con la rebeldía liberadora de tabúes. En esta tópica clasificación, Fernando de Villena militaría en los presuntos tradicionalistas y, por ejemplo, García Montero encarnaría el espíritu del tiempo, al incardinar su poesía en una visión más social, expresada en unas formas más libres, menos constreñidas a la medida y a la rima. Paradójicamente, y sin cuestionar en absoluto la calidad poética de García Montero, sus poesías acaban convirtiendo en protagonista el aspecto más circunstancial del poeta. La experiencia en sí misma no tiene valor, sino lo que se extrae de ella. No sé cómo ha llegado Fernando de Villena a extraer la sabiduría que segregan sus versos y, a fe, que me importa poco. Sí sé de las andanzas autopoetizadas de García Montero, algo que no me interesa, aunque sí la sabiduría que ha adquirido en ellas y que se refleja en muchos de sus poemas. Bajo mi punto de vista, tratándose de dos grandes poetas, la poesía de la experiencia tiene bastantes más elementos prescindibles, pasará a la historia fragmentada, porque en el fondo, a los lectores del futuro no les interesarán tanto nuestras andanzas, como la sabiduría extraída de ellas, que es lo que realmente integrarán en sus vidas.

El arte no está sometido a ninguna jerarquía. Según Jorge Guillén en su ensayo Lenguaje y Poesía, “no sigue ninguna línea de progreso. La poesía de hoy no representa ningún adelanto respecto a la del siglo XIII”. Dividir el arte en progresista y conservador es someterlo a una ridícula funcionalidad política, siempre mezquina, siempre por debajo del valor del arte en sí. El arte es el resultado de la combinación de inteligencia, sentimiento y acción, todo fundido en un cuadro, en un poema, en una sinfonía. La verdad, la autenticidad conecta con una verdad social y esto está por encima de las ideologías políticas que, al fin y al cabo, están al servicio de grupos concretos.

La hiedra y el mármol no alude a ningún interés individual, parece no hablar de mí, ni tan sólo del propio autor que podría pertenecer a cualquier siglo y cultura, no habla en absoluto de mis circunstancias personales. Simplemente me arrastra con energía y pasión a un balcón interior, me deja solo, extirpa todo lo prescindible, y me abre dos o tres interrogantes por donde comienza a sangrar mi corazón. Las poesías, el desfile de imágenes, palabras perfectas y sensaciones, sólo son susurros, paños calientes que uno agradece, pero que apenas logran suavizar el llanto por uno mismo. Esta es la verdad de este libro. Una verdad tan terrible que nos inyecta esa rara plenitud, esa música de cisne moribundo que nos augura una muerte plena, rebosante de amor por lo visto, por el milagro de la vida que sencillamente desfila por sus versos:

“terrible eternidad, dulce mentira…!
ni la araña en sus víctimas repara
ni la veleta en el tejado gira”.


NOTA: En el blog titulado Besos.com se pueden leer los anteriores artículos de José Membrive, clasificados tanto por temas (vivencias, creación, sociedad, labor editorial, autores) como cronológicamente.


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