Juan Antonio González Fuentes
Un lejanísimo volcán islandés (pero que administrativamente es danés), de nombre absolutamente impronunciable para nosotros (Eyjafjalla en español, Eyjafjallajökull escriben los anglosajones), está poniendo en jaque mate todo el tráfico aéreo de una de las zonas del planeta más ricas, más tecnológicamente cualificadas, de mayor nivel y calidad de vida.
No, el impronunciable volcán no ha devastado con su lava kilómetros y kilómetros de territorio europeo, no ha provocado terremotos terroríficos, no ha provocado una cadena de olas gigantescas que han asolado las grandes capitales europeas, no ha arrojado pedruscos como montañas sobre Londres, París o Madrid. No, simplemente el volcán islandés arroja enormes cantidades de ceniza. Y eso tan nimio como la ceniza, eso en lo que el catecismo nos recuerda que todos nos convertiremos algún día, eso!!!, está impidiendo que los más sofisticados y desarrollados sistemas de vuelo de todo el globo terráqueo no sirvan para nada. ¿Consecuencia? Decenas de miles de viajeros están atrapados en las terminales de los aeropuertos europeos, miles de vuelos se cancelan diariamente, y hasta los pobres jugadores del F. C. Barcelona han tenido que hacer un “terrible” viaje a Milán en autobuses clase ambassador, pernoctando, los muy pobres, en Cannes.
Europa colapsada por las cenizas de un volcán que está en un lugar remoto. La circunstancia me sorprende leyendo un libro sorprendente: Nadie acabará con los libros, editado recientemente por Lumen, y donde Umberto Eco y el que fuera guionista de Buñuel, Jean-Claude Carrière, mantienen una conversación en torno al futuro de los libros.
No he terminado el libro, pero la conclusión principal del mismo ya está implícita en su título: Nadie acabará con los libros. Los argumentos aportados son numerosos. Eco dice que ninguno de los verdaderamente grandes inventos de la humanidad ha desaparecido: la rueda, las agujas, las escaleras, los libros… Estos inventos, y otros muchos, han experimentado evoluciones tecnológicas indudables, pero su esencia se ha mantenido a lo largo de los siglos. Algo semejante va a pasar con los libros.
En los últimos veinte años hemos vivido más evoluciones tecnológicas referentes al archivo, almacenaje y difusión de la memoria que en toda la historia de la humanidad: los discos duros de los ordenadores, los pen drive, los cds, etc, etc, etc… Cada uno de los avances siempre insiste en los mismo: almacenar más información en menor espacio, posibilitando la consulta más rápida y eficaz. Sin duda ventajas sobre ventajas. Hoy, cualquiera puede llevar miles de canciones o cientos de sinfonías almacenadas en un aparatejo no más grande que un caramelo. Ya hay lectores electrónicos en los que pueden almacenarse para su lectura cientos de volúmenes. Digámoslo con un solo ejemplo ilustrativo: hoy una persona puede tener una biblioteca de cientos de miles de libros almacenada en unos aparatos que no llegan a ocupar una estantería mediana. Increíble!!!Se ahorra así espacio, no se cortan árboles… Es además indiscutible que determinada literatura, como la científica, queda por definición obsoleta, superada, al cabo de unos años, y publicarla digitalmente tiene ventajas innegables: consulta inmediata desde cualquier lugar del mundo, ahorro de papel y de materiales, ahorro de almacenaje…
Umberto Eco y Jean-Claude Carrière: Nadie acabará con los libros (Lumen, 2010)
Pero Eco y Carrière apuntan también muchas de las desventajas de las nuevas tecnologías, desventajas que hacen que la vida del libro en papel quede resguardada de cara al futuro, sobre todo en los grandes centros de conocimiento repartidos por el mundo, que acabarán funcionando y representando lo que representaban los monasterios medievales: las fortalezas de la memoria, lo verdaderos centros del saber y del conocimiento, aunque tal vez no de la mera información.
Y es que a los globos, a las alas delta, a los aviones de hélice antiguos, no les afectan las cenizas del volcán, y sí a los más modernos airbus con reactores y centros de mando computerizados.
Un virus informático introducido en el lugar adecuado podría dejar a una ciudad como Nueva York sumida en el mayor de los caos. Nada funcionaria. Potentes bombas colocadas en los más singulares centros de distribución de la energía dejarían a los EE.UU o a cualquier país tecnológicamente desarrollado sin energía para realizar actividades industriales, para comunicarse con sus ciudadanos… Una guerra informática dejaría inservibles todas las terminales de ordenador del mundo. La quiebra de gigantes informáticos como Apple dejaría inoperantes a todos los aparatos fabricados por ellos. No, no es ciencia ficción. Carrière habla en el libro mencionado de que un amigo suyo tiene todo un desván dedicado a almacenar distintos aparatos de lectura informática para poder leer los distintos soportes en los que a lo largo de los años ha ido almacenando información textual y de imágenes y sonidos. Cada nuevo avance tecnológico deja obsoletos los viejos soportes, que si se estropean dejan de ser útiles, hay que tirarlos porque no ofrecen utilidad alguna, salvo la de reconvertirlos a los nuevos soportes, dándose un proceso interminable y de altos costes.
Hay ya una película que plantea todo esto. El libro de Eli, protagonizada por Denzel Washington, habla de un mundo tras una catástrofe nuclear. La gente vive prácticamente en la Edad Media: los aparatos están inservibles, no hay red eléctrica, no hay pilas, no hay ordenadores que puedan funcionar. Y uno de los objetos más preciados en ese futuro nada imposible, son los libros en papel (“funcionan” sin ningún tipo de energía, no hay que enchufarlos, se pueden transportar muy fácilmente, son duraderos, se puede anotar en ellos…), que han sobrevivido (como lo han hecho a otras guerras, a otros fuegos, a otros desastres) y donde se conservan los únicos conocimientos útiles, la memoria técnica, histórica y espiritual de la humanidad.
Nadie acabará con los libros. Eso dicen Umberto Eco y Jean-Claude Carrière, y yo quiero creerlos. Los libros siempre han resurgido de las cenizas, no hay cenizas que los hagan inservibles.
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Últimas colaboraciones (Abril 2010) de Juan Antonio González Fuentes en la revista electrónica Ojos de Papel:
LIBRO: Elizabeth Smart: En Grand Central Station me senté y lloré (Periférica, 2009)
CINE: Kathryn Bigelow: En tierra hostil (2008)
LIBRO (marzo 2010): Patrick McGilligan: Biografía de Clint Easwood (Lumen, 2010)
CINE (marzo 2010): Martin Scorsese: Shutter Island (2009)
LIBRO (febrero 2010): Oliver Matuschek: Las tres vidas de Stefan Zweig (Papel de Liar, 2009)
LIBRO (enero 2010): Alex Ross: El ruido eterno. Escuchar al siglo XX a través de su música (Seix Barral, 2009)
CINE (enero 2010): James Cameron: Avatar (2009)
LIBRO (diciembre): Gerald Martin: Gabriel García Márquez. Una vida (Debate, 2009)
-LIBRO (noviembre): Miklós Bánffy: Los días contados (Libros del Asteroide, 2009)
-CINE (noviembre): Woody Allen: Si la cosa funciona (2009)
-LIBRO (octubre): Luis García Jambrina: El manuscrito de piedra (Alfagaura, 2008)
-CREACIÓN (octubre): La lengua ciega (DVD, 2009)
-CINE (octubre): Isabel Coixet: Mapa de los sonidos de Tokio (2009)
-LIBRO (septiembre): P.D. James: Muerte en la clínica privada (Ediciones B, 2009)
-LIBRO (julio): Stieg Larsson: Millennium 3. La reina en el palacio de las corrientes de aire (Destino, 2009)
-PELÍCULA (julio): Niels Arden Oplev: Millennium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres (2009)
Más de Stieg Larsson:
-Millenium 1. Los hombres que no amaban a las mujeres (Destino, 2008)
-Millennium 2. La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (Destino, 2008)
NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, creación, historia, artes, música y libros) como cronológicamente.