Eduardo Jordá ha leído a Delibes, le gusta y se nota, pero lúcido constata que el escritor era un feliz anacronismo, un objeto de vitrina y de pupitre escolar, con su añosa forma de expresarse que los estudiantes enseguida asociábamos a “Platero y yo” y aprendíamos a aborrecer. Nos sonaba a mentira, a camelo, a arrullo de abuela para adormecer infantes. Nacidos, en mi caso, en un ruidoso y violento ambiente urbano, buscábamos en los libros un reflejo de nuestras vidas que no encontrábamos en las prístinas narraciones llenas de la endemoniada inocencia pervertida de Delibes. Es un hecho. Y Jordà no cuenta otra cosa. Dice su verdad, y podemos estar o no de acuerdo, pero es su experiencia como lector, sus sentimientos sobre el libro “Los santos inocentes”
Iván Alonso es historiador y periodista
Hay un maravilloso momento dentro de la película de los Monty Python Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores (‘Monty Python and the Holy Grail’, 1975) en el que unos campesinos fanatizados acuden donde su señor para que les deje quemar a una bruja. “¿Cómo sabéis que es una bruja?, les interpela el feudal. “¡Parece una bruja!”, contestan ufanos, en coro, convencidos de su innegable verdad a ojos vista. “Porque se le nota, ¿no lo véis?”, llega uno de ellos a gritarle refiriéndose al atuendo de la mujer: capa negra, sombrero picudo y nariz prominente. “Es verdad. Estás vestida de bruja”, reconoce el caballero. La respuesta de la acusada es demoledora. “Ellos me vistieron así”.
Traigo la escena a colación por el caso del artículo de Eduardo Jordà en Diario de Mallorca sobre Miguel Delibes. Dentro de la general conmoción y exagerado luto por la muerte del escritor castellano, Jordà publicó un artículo titulado ‘Un mundo en extinción’. En él relata una verdad palmaria: que el horizonte de ficción en el que se movía cómodo el escritor vallisoletano había desaparecido de España hace mucho tiempo. Para cuando se publica y triunfa una novela como Los santos inocentes (1981), ya ni los Azarías, ni los Paco trotaban indolentes, bárbaros, primitivos y salvajes por los campos detrás de los caballos y los perros perdigueros de los señores. Tampoco había por ninguna parte los dignos, machistas y silenciosos cazadores, ni los provectos jubilados hablando en castellano rancio, llenos de una sana nostalgia por un mundo pretérito de nombres y adjetivos fosilizados.
Jordà retrata con aspereza, pero con un punto de cariño, la extrañeza que muchos lectores ajenos al personal e intransferible mundo de Delibes hemos sentido al leer esas fábulas un tanto edulcoradas sobre Cárabos canoros y misteriosos alojados en arcanos paisajes de cosecha; de hombres acudiendo en su bicicleta a ver a la novia cien kilómetros más al sur y de niños criados por una áspera educación espartana de licenciado Cabra, imágenes más propias del Siglo de Oro que de la época en que estaba triunfando la televisión y luego llegaron los vuelos baratos e Internet, incluso a los pueblos más remotos de la vieja Castilla la Vieja.
Monty Python: Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores (vídeo colgado en YouTube por iowhat)
El articulista ha leído a Delibes, le gusta y se nota, pero lúcido constata que el escritor era un feliz anacronismo, un objeto de vitrina y de pupitre escolar, con su añosa forma de expresarse que los estudiantes enseguida asociábamos a Platero y yo y aprendíamos a aborrecer. Nos sonaba a mentira, a camelo, a arrullo de abuela para adormecer infantes. Nacidos, en mi caso, en un ruidoso y violento ambiente urbano, buscábamos en los libros un reflejo de nuestras vidas que no encontrábamos en las prístinas narraciones llenas de la endemoniada inocencia pervertida de Delibes. Es un hecho. Y Jordà no cuenta otra cosa. Dice su verdad, y podemos estar o no de acuerdo, pero es su experiencia como lector, sus sentimientos sobre el libro.
Hasta ahí todo está bien. Uno escribe y otros leen, asienten o discrepan. Pero ha faltado poco para que surjan los quemadores de brujas. Amparados por el inmenso consenso que ha provocado la desaparición del escritor, despedido por jefes de Estado, de Gobierno, sindicatos y hasta recogedores de la uva de La Rioja, han decidido que tienen una bruja, Eduardo Jordà, porque ellos lo han vestido así, porque parece una bruja, porque se ha atrevido a ir en contra de la marea, nadar a contracorriente, coger la ola del revés.
Todo el día nos recuerdan lo maravilloso que es la libertad de expresión que tenemos y en la que vivimos inmersos, pero les animo a que se atrevan a usarla. Por supuesto todo el mundo está de acuerdo en que expresarse libremente para reforzar las opiniones de la mayoría es algo muy positivo. Si usted va por la vida repitiendo lo que dice el Telediario: que la economía está mal, que los políticos son un poco corruptos, pero no todos, y que este año el Madrid no ha cuajado un gran equipo, no va a tener ningún problema. Desde su taxista a su superior jerárquico en la empresa le van a dar la razón y van a pensar que es una persona de juicio. Eso sí, si rompe la opinión de la mayoría, si manda al cuerno la famosa espiral del silencio y larga que entre Zapatero, Rajoy y un quinqui de Alcalá Meco no ve la diferencia, que la economía está mal porque el sistema está diseñado para enriquecer a los que más tienen y hundir en el fango a los que no tienen nada y que Miguel Delibes era un lujo de otro tiempo del que más gente que lo admite pensaba que llevaba muerto veinte años, entonces usted se convierte en una bruja. Cuidado. Vaya mirando la turba que acarrea leña para quemarlo.
Era inevitable. Eduardo Jordà ya tiene grupos en contra en las vocingleras redes sociales para que “todos” (un día hablamos de este famoso “todos”) nos unamos en su contra. Permítanme que yo no lo haga. Permítanme que respete su derecho a expresarse libremente. Déjenme que esté dispuesto a dar mi brazo para que alguien que no tiene mis ideas diga lo que le apetezca. Y no soy una bruja. Me han vestido así.
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Últimas colaboraciones (Marzo 2010) de Iván Alonso en la revista electrónica Ojos de Papel:
LIBRO: Roberto Bolaño: El Tercer Reich (Anagrama, 2010)
LIBRO (febrero 2010): José María Mijangos: Soul Man (Lengua de Trapo, 2009)
NOTA: En el
Blog de Iván Alonso se podrán leer los textos clasificados tanto por temas (artes, autores, cine, música, sociedad y periodismo) como cronológicamente.