Iván Alonso es historiador y periodista
Me invita a comer uno de los responsables del Puente de Vizcaya. Desconozco el alcance que, fuera de nuestro pequeño territorio tan dado al delirio y la grandeza, tiene el transbordador de hierro laminado que tanto se parece a la famosa Torre Eiffel, pero creo que bastante. Con respeto y profundo conocimiento me guía su relaciones públicas por toda la historia e ingeniería del puente, y yo le escucho en silencio, empapándome de las cien mil historias que no sólo pocos conocen sino que a pocos interesan. Considero que uno de mis deberes como periodista es tratar de saberlo todo sobre los temas en los que trabajo, y a ello me aplico con disciplina en mis ratos libres. Asumo que es algo que muy pocos hacen, pero para mí oír, aprender, documentarme y conocer es tan natural como respirar tres veces por minuto. El día que muera mi infinita curiosidad también habrá muerto la persona que yo soy.
De lejos, el Puente Colgante de Portugalete inspira un punto de pavor y morbo, y así se lo explico a José Antonio, que se ríe conmigo. La posibilidad, remota cuando uno conoce los sistemas de seguridad y la ingeniería desplegada, de que la barquilla se desprenda y caiga a las cenagosas y oscuras aguas de la ría de Bilbao da un punto de acidez en el estómago a los que suben a él por primera vez. Si además se accede a la pasarela superior, a un palmo del tablero y casi 40 metros por encima del suelo, la sensación de angustia paralizante es total. El Abra y los terrenos que ocupaban los antiguos altos hornos se postran a tus pies. Por esa vena desfilaron multitud de barcos cargados de mineral que nos comunicaban con otros puertos famosos del mundo como Liverpool, Southampton, Vigo o Nueva York. Me sorprende, y me horroriza, las personas que viven ahí en ese latido puro de la historia de espaldas a él, como si el pasado y los esfuerzos que tantos hombres y mujeres hicieron no valieran nada y no se pudieran equiparar con la última canción del Ipod y la última hazaña de una tal Belén Esteban en la televisión. Increíble. Algún día pagaremos todo eso muy caro.
Así desconocen que el Puente fue inaugurado el 28 de julio de 1893, fruto de los esfuerzos de un encantador tarambana y bebedor llamado Alberto Palacio, que gustaba más de perseguir mujeres que de completar sus estudios de ingeniería y arquitectura, y que se empeñó en conseguir una manera de unir los balnearios de Getxo y Portugalete para que los que iban a recibir aguas no tuvieran que molestarse demasiado y pudieran pasear por ambas márgenes. Y no sabrán que este hombre unió sus esfuerzos a los del ingeniero Fernando Arnodine y que, juntos, presentaron lo que en principio era un puro disparate: un puente de hierro con un transbordador que más se parecía al ingenio de un minero británico en apuros que a una solución estética y práctica para un problema de comunicación.
Puente Colgante de Portugalete (foto de Javier Mediavilla Ezquibela, junio 2005, wikipedia)
En lucha contra el rechazo inicial y contra su incapacidad para ceñirse a los presupuestos, Arnodine y Palacios encontraron financiación en indianos millonarios que les dejaron las entonces valoradísimas 300.00 pesetas que les hacían falta para poner en marcha el proyecto. A base de ingenio, hierro laminado, remaches y con el visto bueno del propio Eiffel, que dio el okey, cobró una pasta y nada más supo del puente (en contra de la leyenda) levantaron lo que hoy es un símbolo de Vizcaya más eficaz, preclaro y limpio que el politizado y anodino árbol de Gernika, una planta mitificada por los amantes de lo arcano que mueve más bien a la siesta o al orín que al ancestral respeto de nuestros antepasados.
Desde lo alto del Puente hemos mirado al horizonte, a esa línea difusa que confunde el ayer y el presente, y hemos fabulado sobre los amores, odios, familias y amigos que a lo largo de su historia ese pedazo de hierro labrado con una humilde barca habrá unido, reencontrado, comunicado o, quién sabe, separado. Durante la Guerra Civil saltó por los aires, muestra de hasta qué extremos de destrucción e ignominia llegan los hombres cuando se odian a muerte y ni siquiera aquello que sirvió una vez para estar más cerca puede sobrevivir a su fanatismo. Hoy en día también miles de personas cada día lo cruzan con aburrimiento, con esa cotidiana rutina que nos impide apreciar y ver lo que está más cerca o con la excitación de la primera vez para encontrar al otro lado el paisaje, el lugar y la persona que se busca.
Dan ganas de gritar y reír desde el lugar en que un hombre trató de suicidarse arrojándose tres veces al vacío para chocar con el bloque de granito en que se convierte el agua cuando uno cae desde cierta altura. La vida, la muerte y la historia se sientan siempre a bailar alrededor de lo que nos rodea. Preciso es tener bien abiertos los ojos y cerrárselos de golpea otras cosas. Badulaques chillones, sombras de la auténtica belleza.
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Últimas colaboraciones (Marzo 2010) de Iván Alonso en la revista electrónica Ojos de Papel:
LIBRO: Roberto Bolaño: El Tercer Reich (Anagrama, 2010)
LIBRO (febrero 2010): José María Mijangos: Soul Man (Lengua de Trapo, 2009)
NOTA: En el
Blog de Iván Alonso se podrán leer los textos clasificados tanto por temas (artes, autores, cine, música, sociedad y periodismo) como cronológicamente.