Iván Alonso es historiador y periodista
Vivo en el mismo barrio donde el domingo pasado se disputó la final de la Copa del Rey de baloncesto. Mi nulo interés tanto por la monarquía como por el deporte de la canasta hizo que no estuviera en la cancha sino en mi casa, muy a gusto, pasando la habitual cruda que trae los excesos del sábado noche. Como yo esperaba, buena parte del público presente allí abucheó la presencia de los reyes y los compases del himno nacional y, también como era previsible, se ha armado la marimorena mediática, sobre todo en la zona centro peninsular. Un Rey, una bandera y un himno ultrajados, dicen, una nación resentida y dolida que debería prescribir la presencia de más aficionados vascos y catalanes en los campos, medidas policiales y otras burradas de tertulianos de café aburridos, salvapatrias que nunca vieron a un hombre de cerca morir por su apestoso nombre (yo sí, se llamaba Fernando Buesa) y sólo agitan banderitas en sus búnkers antes de aplaudir el envío de más soldados a países que nunca nos hicieron nada.
Me sorprende recordarle a estas gentes que con gusto impondrían a tiros la escucha y respeto de un himno la labor y significado de la parodia, que en origen era la burla a la manera de recitar las odas y que, en todo tiempo, ha significado transgresión, ironía, ingenio, una manera de mantener a raya al poder y reírse de sus infinitos instrumentos coercitivos. Además es falso que sólo ahora, y aquí en Euskadi, los reyes sean objeto de escarnio. La historia de España y Europa nos deja un rosario de reyes ridiculizados con motes ofensivos, “el hechizado”, “el gordo”, “el calvo”, “el impotente”, y de monarcas que reciben rechifla cuando aparecen ante sus súbditos, ya sea en forma de murmullos, silencio o, directamente, imprecaciones. Sí que una cancha de baloncesto abronque durante unos segundos la figura de un monarca nos parece grave y delictivo, no sé que opinarían nuestros alegres tertulianos de la campaña de acoso y derribo que sufrió en su momento Maria Antonieta, de la presión infame sobre Carlos IV para que abdicara en su hijo Fernando VII o de los desprecios silentes que vivió Amadeo de Saboya en sus escasos tres años en el trono. Dejo aparte el caso de José Bonaparte al ser rey impuesto por armas extranjeras, pero ya habría dado él su famoso equipaje por haber sido pitado solamente.
Pitada a los Reyes de España y al himno en la final de la Copa del Rey de baloncesto (vídeo colgado en ouTube por TUBASKET)
Claro que hay monarquías que no se silban. Pocos pitos se oyen al paso de Mohammed VI de Marruecos, ni aun cuando hace acto de presencia en el ocupado Sahara; y menos ante los petromonarcas saudies, tan queridos por países amantes de la libertad. Tampoco se silba a los reyezuelos y emperadores africanos y, que yo recuerde, allí por donde campan dictadores no hay ni peinetas, ni aspavientos, ni dengues, ni gritos de desaprobación. En el fondo los que chillan y gritan e imprecan le hacen buen servicio al monarca vilipendiado: demuestran la calidad de su democracia, la prueba del algodón de su talante abierto y liberal. Me doy cuenta de que escribo así a favor de la monarquía, pero es totalmente cierto.
Invito a mis amigos de la bronca y el exabrupto a manifestarse a través de la pluma y la inteligencia, a probar realmente el talante de los que se aferran a un trono por derechos divinos y familiares para dar servicio a patrias inventadas por mangantes y asesinos. Comprobarán cómo siempre es más fácil tocar el silbato y hacer la cucamona delante del poderoso que atacarle con argumentos; cómo los primeros pueden optar incluso al puesto de bufón real, mientras que los segundos se pudren en un calabozo o son silenciados mediante el hambre, el ninguneo y la indiferencia.
Y hombre, que un montón de chavalería cargada de alcohol, con ganas de bronca y hartos de paro y ser unos parias pongan como chupa dómine al rey de las Españas no creo que sea como para llamar a la acorazada Brunete y volver a bombardear Gernika. Al fin y al cabo, forma parte del juego democrático, de la libertad que nos recuerdan todo el día a todas horas que tenemos. La mayor parte de ellos, al salir del pabellón, y pasada la moña, acudirán a sus puestos de delegados sindicales, tomarán las uvas con TVE, votarán a López, pagarán sus impuestos, no escribirán, ni pensarán, es decir, servirán fiel y lealmente a su graciosa Majestad.
***
Últimas colaboraciones (FEBRERO 2010) de Iván Alonso en la revista electrónica Ojos de Papel:
LIBRO: José María Mijangos: Soul Man (Lengua de Trapo, 2009)
NOTA: En el
Blog de Iván Alonso se podrán leer los textos clasificados tanto por temas (artes, autores, cine, música, sociedad y periodismo) como cronológicamente.