José Membrive
Entre mis héroes literarios, Antígona fue siempre la más incomprendida. Me seducía su valentía al enfrentarse al poder, aunque su causa me parecía endeble. Podría haber arriesgado su vida en defensa de la vida de su hermano, pero una vez muerto éste, ¿qué más da que su cuerpo fuera pasto de los buitres o de los gusanos? ¿No eran más caprichosos los dioses en su normativa de enterrar los cuerpos que el propio rey en su empeño por mantenerlo insepulto? Han tenido que transcurrir décadas, he tenido que conocer a personas con allegados desaparecidos para siempre, sin despedida, sin rastros, para llegar a comprender la tragedia que supone lo insepulto, los puntos irremisiblemente suspensivos, aquello que ni siquiera pudo alcanzar una tumba, una justificación, un lugar donde poner flores, un espacio donde homenajear o recrear su paso por este mundo. Hay algo mucho peor que una historia con final trágico…, y es una historia sin final, una historia suspendida en su punto álgido, abruptamente cortada, como el puente de St. Bénezet, en Aviñón, súbitamente derribada como el Muro de Berlín, sin explicación, sin réquiem.
Un extraño viaje (Ediciones Carena), de José Enrique Martínez Lapuente, constituye un desgarrador testimonio del reciente derrumbe de una forma de entender la vida, borrada del mapa en muy pocos años, ubicados entre la caída del Muro de Berlín y la designación de Barcelona como sede de los Juegos Olímpicos del 92. La víctima es la pasión, la manera comprometida de entender el amor, la política, la cultura, la ciudad. De la noche a la mañana la pasión es abducida de la relación amorosa, los líderes de la movilización se convierten en máquinas de la especulación, y los artistas se suman al cotarro del fulgurante enriquecimiento.
La muerte súbita e insepulta de una manera apasionada de entender el mundo puede ser el tema central de la novela. Aunque en una segunda lectura podamos descubrir un fantástico tratado sobre la manera femenina de vivir la pasión, o, sin tener que leer muy entre líneas, un cruel retrato de quienes ahora dogmatizan desde el púlpito oficial qué es y qué no es arte moderno, o de diseñadores que aniquilan el centro de la ciudad para convertirlo en mausoleo propicio para turistas globalizados. Un sorprendente punto de vista psicoanálitico o un solapado tratado de cómo se acabó con las guerrillas latinoamericanas con el consenso tanto de derechas como de izquierdas; una apocalíptica profecía puesta en boca de un librero anarquista, sobre quien la Transición pasó como una apisonadora… y suma y sigue… porque Un extraño viaje es una novela total que trasciende temas y protagonistas individualizados. Su prisma abarca una época muy puntual, pero con una visión lúcida y globalizadora.
Su eje narrativo se centra en la tórrida historia de amor (amour fou, decían los surrealistas) que viven Rodrigo y Renée, y que, curiosamente, en pleno apogeo, es súbitamente interrumpida por los propios protagonistas sin que ellos mismos puedan explicar muy bien los motivos. Tal vez por el peso de la nueva racionalidad, la reacción institucional que da por cerrado el paréntesis de “inocente” sueño de cambio real abierto en el 68 y que en España, aunque llegó tarde, se encarnó en la Transición para fertilizar unos años de recién estrenada libertad. Esta historia de amor, con dramático aunque esperanzador final, entre los dos protagonistas principales del relato, encarna a pequeña escala el desplome de las ilusiones, del deseo de cambio, que tejían su red de amistades, que enmarcaban sus sueños, que daban sentido a su vida y al paisaje de su ciudad.
José Enrique Martínez Lapuente: Un extraño viaje (Ediciones Carena, 2009)
La disociación del amor, traumática para los personajes y para la pareja, tiene su trasunto en la disolución de organizaciones políticas y grupos de amigos que, como la pareja enamorada, estallan ante la nueva realidad, poco proclive a idealismos. Por lo demás, los nuevos tiempos avanzan imperceptible pero inexorablemente, carcomiendo todos los estratos sociales.
Sin recurrir al género de novela-ensayo en el que el narrador suele oficiar de intérprete, Martínez Lapuente se vale de los distintos personajes para exponer su tesis: Homero Vargas, un escritor venezolano, ex guerrillero; Víctor García, un pintor arribista; Avelino Corbacho, librero y anarquista; y la narradora de la última parte, Beatriz Martin, psicoanalista, para tratar de aportar luz al gran apagón que sufrió la década de los ochenta: “La nueva religión es el dinero y yo seré uno más de sus oficiantes. ¿Qué querías? ¿Un mundo más justo? ¡Nunca lo verás! ¡El mundo es y será siempre idéntico a sí mismo!”, dice Víctor.
La gran protagonista pasiva, sin embargo, es Barcelona, sus locales de encuentro en donde se tejían las relaciones político-afectivas que, de la noche a la mañana, se transforman en pulcras tiendas y bares diseñados a medida de la nueva economía turística: “Esa pausa me llevó a pasear por el centro de Barcelona. Las calles y plazas, los rincones más conocidos, de puro familiares, resultaban ajenos o distintos […] La desaparición de un cosmos, amado y vivido con intensidad, introducía con sorprendente fuerza la noción de ausencia. De repente, aquello ya no existía ni volvería jamás [… ] En lo sucesivo ya no podría ignorar ese desgarro esencial.”
El derrumbe de los cimientos éticos y afectivos que hasta entonces habían fundamentado la conducta, es vivido con perplejidad por parte de los protagonistas más activos: “Nada tenía ya significado. Cuando se vive por vivir, esperando en balde el cumplimiento de algo que no puede suceder, el futuro desaparece como símbolo de promisión.”
Como si un incruento golpe de estado los hubiera expatriado de sí mismos, los protagonistas, olvidados, han de improvisar un futuro de mera supervivencia ante el nuevo estado de cosas.
Esta novela, en definitiva, nos sitúa tras la pista de ese súbito transformismo que dejó suspendida, de la noche a la mañana, gran parte de las vivencias, de la forma de entender la vida, de los proyectos y relaciones de una generación que aún anda como alma en pena tratando de comprender lo ocurrido; un transformismo que afecta a Barcelona: “…ciudad que ya nunca más, en su historia, sería la que mi generación había conocido. Turistas y más turistas invadían sus calles; toda clase de bares y restaurantes proliferaban con buena fortuna en cualquier parte; la gente, que indudablemente prosperaba, en apariencia se mostraba contenta y feliz; la gran ciudad, al fin, desmantelaba su viejo tejido industrial –caduco ya– y lo sustituía por una nueva y flamante ‘sociedad de servicios’.” El lenguaje rico, exacto, deslumbrantemente fluido; la sabiduría, la capacidad de análisis, las frases cruelmente certeras sobre la naturaleza de las relaciones humanas, son otros de los protagonistas que hacen de esta novela un extraño y enriquecedor viaje para el lector que se adentre en sus páginas.
NOTA: En el blog titulado Besos.com se pueden leer los anteriores artículos de José Membrive, clasificados tanto por temas (vivencias, creación, sociedad, labor editorial, autores) como cronológicamente.