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Vladímir Vysotski: <i>Zona Desmilitarizada</i> (Linteo Ediciones, 2013)

Vladímir Vysotski: Zona Desmilitarizada (Linteo Ediciones, 2013)

    TÍTULO
Zona Desmilitarizada

    AUTOR
Vladímir Vysotski

    EDITORIAL
Linteo Ediciones

    TRADUCCCION
Oleg Shatrov

    OTROS DATOS
ISBN: 978-84-96067-92-9. Ourense, 2013. 160 páginas. 20 €



Vladímir Vysotski

Vladímir Vysotski


Creación/Creación
Vladímir Vysotski: Zona Desmilitarizada
Por Vladímir Vysotski, miércoles, 16 de octubre de 2013
Vladímir Semiónovich Vysotski (Moscú, 1938-1980) fue cantante, compositor, poeta y actor. En cada una de sus facetas, desempeñó una gran influencia en la cultura rusa de tal manera que puede decirse que fue la conciencia de su país durante los años setenta. Como poeta, destaca no solo por su atrevimiento social, sino también por su valentía artística. El tratamiento de los problemas cotidianos en su poesía adquiere una dimensión filosófica, pero también lírica y por momentos trágica cuando no grotesca. Y, a la vez, el uso de un lenguaje llano y coloquial hace que el mensaje escondido entre líneas alcance al lector de a pie y, por tanto, a cualquier lector.

Selección de poemas de Vladímir Vysotski

(a cargo de Marta López Vilar)

 

LA DESPEDIDA

 

Los barcos descansan y retoman el rumbo,

pero vuelven aquí, aunque haya tormentas…

También regresaré medio año después,

para irme otra vez,

para irme otra vez por seis meses.

 

También regresaré medio año después,

para irme otra vez,

para irme otra vez por seis meses.

 

Todos vuelven, excepto los mejores amigos,

las más fieles, las más queridas mujeres.

Todos vuelven, excepto los imprescindibles:

no me fío del sino, de mí mismo, aún menos.

 

Pero quiero creer que eso no es así,

que quemar los navíos se pasará de moda.

También regresaré, con mi gente y feliz,

pronto os cantaré, no hay duda.

 

También regresaré, con mi gente y con sueños,

pronto os cantaré, no hay duda.

 

1966

 

 

NO ME GUSTA

 

No me gustan los finales desgraciados,

no me canso de la vida ni un momento.

No me gustan las épocas del año

cuando canciones alegres no me invento.

 

No me gustan las calumnias descubiertas,

del entusiasmo no me fío ni un poco.

No me gusta que lean mis cartas,

fisgando por encima de mi hombro.

 

Lo incompleto no me gusta para nada,

no me gusta que me interrumpan.

No me gustan los disparos por la espalda,

tampoco disparar a quemarropa.

 

Odio los chismes disfrazados de supuestos,

la carcoma de la duda, el cumplido,

Cuando alguien te acaricia a contrapelo,

cuando el acero frota contra el vidrio.

 

No me gusta la confianza ilimitada:

prefiero que me fallen los frenos.

Siento que la honra haya sido olvidada

y que prosperen la calumnia y los celos.

 

Cuando veo unas alas quebradas,

no me pongo sensible ni triste:

odio a la gente dominante o dominada,

pero lamento la muerte de Cristo.

 

No me gusto cuando tengo miedo,

la agresión al débil no la soportaría.

Que hurguen en mi alma no lo admito,

que alguien le escupa, menos todavía.

 

No me gustan las arenas ni las plazas

con sus grandes trapicheos, ¡qué va!

Por mucho que cambien las modas,

¡nada de esto jamás me gustará!

 

1969

 

 

BATIDA DE LOBOS

 

Me arrojo tensando los nervios,

pero hoy es lo mismo que ayer:

me están azuzando, contentos,

por el cerco me hacen correr.

 

Entre abetos, fragor de escopeta,

cazador en la sombra escondido,

sobre la nieve los lobos se agitan,

convertidos en un blanco vivo.

 

   ¡Empieza la persecución y la batida,

   caza de lobos grises, viejos y cachorros!

   Vocean los monteros, los perros ladran y vomitan;

   banderolas rojas, nieve blanca, sangre a chorros.

 

No juegan limpio los cazadores,

firme la mano, sin palpitación:

nuestra libertad entre banderolas,

disparan seguros, con precisión.

 

Nuestras costumbres parecen eternas:

todavía lobatos ciegos,

mamando la leche materna,

aprendimos a no pasar de los cercos.

 

   ¡Empieza la persecución y la batida,

   caza de lobos grises, viejos y cachorros!

   Vocean los monteros, los perros ladran y vomitan;

   banderolas rojas, nieve blanca, sangre a chorros

 

¡Rápidas piernas, fauces de acero!

¡Contéstame ahora, fiera!

¿Por qué nos ponemos al tiro

y no intentamos cruzar la barrera?

 

Un lobo no actúa de otra manera;

me convierto en una diana perfecta:

el que ha de marcar mi destino

ya está levantando la escopeta.

 

   ¡Empieza la persecución y la batida,

   caza de lobos grises, viejos y cachorros!

   Vocean los monteros, los perros ladran y vomitan;

   banderolas rojas, nieve blanca, sangre a chorros.

 

La cobardía acaba vencida,

¡mis ganas de vivir son más fuertes!

Es el final de la embestida,

estupefacta grita la gente.

 

Me arrojo tensando los nervios,

hoy ya no es lo mismo que ayer:

me están azuzando, pero,

¡esta vez no me dejo prender!

 

   ¡Empieza la persecución y la batida,

   caza de lobos grises, viejos y cachorros!

   Vocean los monteros, los perros ladran y vomitan;

   banderolas rojas, nieve blanca, sangre a chorros.

 

1968

 

 

En Rusia, gobiernan los rumores,

cantan con la patraña a coro.

Y deambula por los alrededores,

la Verdad, a la que escupen todos.

 

1969?

 

 

CANCIÓN A LA TIERRA

 

¡¿Quién ha dicho que todo es ceniza,

que la tierra semillas no acepta?!

La Tierra se ha muerto, ¿quién lo dice?

No, tan solo espera quieta.

 

No pueden robarle la fecundidad,

no se la quitarán, no hay manera.

¿Han quemado la tierra? No es verdad.

De tanto dolor se ha vuelto negra.

 

Parecen cortes las trincheras,

los boquetes heridas son.

Los nervios desnudos de la Tierra

conocen un pétreo dolor.

 

Puede aguantar y aguanta:

no lo dudes, la Tierra es fuerte.

¡¿Quién ha dicho que ya no canta,

que va a callar siempre?!

 

Tintinea, silenciando las quejas,

a través de sus llagas abiertas;

si la tierra es alma nuestra,

¡no la pueden aplastar las suelas!

 

¿Han quemado la Tierra? No es verdad.

No, tan solo espera quieta…

 

1969

 

 

Arrastraba yo mi Pena

     por el hielo de primavera,

se rompió el hielo, mi alma se cayó

se hundió como una piedra.

     Y aún pesada, mi Pena

a la orilla escarpada se agarró.

 

Y desde aquel instante,

     la Pena me sigue a todas partes.

Los enredos andan con ella, los rumores.

Y que viva yo seguía

     el sauce triste lo sabía,

y también las codornices, ruiseñores.

 

Quién se lo dijo lo ignoro,

     a mi amo, mi señor;

me descubrieron, hablaron las lenguas.

Y con fuego en el corazón,

     en mi búsqueda se lanzó…

La Patraña y la Pena lo siguen lentas.

 

Al final halló mis pasos,

     me sujeta en sus brazos,

junto a él, a caballo, la Pena sonriente.

Mas quedarse no podía,

     se marchó el mismo día,

y la Pena se quedó para siempre…

 

1971

 

 

Manos llenas de agua fría

llevaban a sus bocas sedientas:

los montenegrinos deprisa bebían,

vivían deprisa, hasta los treinta.

 

Era un honor perder la vida

entre balas y aceros deslucidos,

también llevarse a la tumba

a unos cuantos enemigos.

 

A bote pronto, a sangre fría,

desde el caballo… ¡Gatillo ardiente!

Al montenegrino no lo prendían:

no se dejaba prender fácilmente.

 

Querían aguantar hasta los cien,

un siglo y pico, ávidos de vida;

entre la montaña y el cielo,

y junto al mar. Tierra querida.

 

Seiscientas mil idénticas porciones

de agua viva en una mano llena…

Y vivían los montenegrinos

su siglo largo, hasta la treintena.

 

Y brindan por sus maridos

las mujeres, borrachas de agua,

y esconden en el monte a sus hijos

hasta que sepan sujetar el arma.

 

Mudas, se visten de luto,

vierten agua en sus cocinas,

lloran en silencio absoluto:

el enemigo no puede oírlas.

 

Las mujeres, negras de pena,

como fecundas campiñas;

las montañas oscurecen con ellas,

quemándose a sí mismas.

 

Era una venganza cierta,

no existe fuego baldío:

si arde el monte y arde la gente,

ha llegado el desafío.

 

Como el hijo vengando al padre,

cinco siglos de furor divino,

las altas montañas arden

y el corazón del montenegrino.

 

Cambiaban los zares y los palatinos,

pero muertes así no dan pena:

no respetaban los montenegrinos

a los que pasaban de la treintena.

 

No me basta con un nacimiento,

¡por segunda vez nacería!

Es una lástima que Montenegro

No sea segunda patria mía.

 

1974



 

Nota de la Redacción: agradecemos a Ediciones Linteo la generosidad por permitir la publicación de estos poemas seleccionados del libro Vladímir Vysotski, Zona Desmilitarizada (Linteo, 2013), en Ojos de Papel. También queremos expresar nuestro reconocimiento a Marta López Vilar, autora de dicha selección.
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