Al Kailash quiso viajar Francisco Catena (Barcelona,
1964), movido por un deseo antihollywoodiense. “Era muy joven cuando escuché una
cinta de casete con las canciones cantadas por Marilyn Monroe, como Specialisation,
uno de los temas de El
multimillonario [George Cukor, 1960]. De repente, el walkman saltó a la otra cara de la
cinta. Y se encadenó la canción Help,
de los Beatles. Algo en mí me dijo
que tenía que ayudar a Marilyn”, indaga en su interior Francisco, que se tomó
tan en serio su misión, que ha acabado publicando la novela Por el Cielo, Norma Jeane. El deseo
concedido de Marilyn Monroe (Ediciones Carena, 2013).
Al Kailash no llegó, pero se quedó a las puertas.
Aquella experiencia marcada por la intuición que tuvo en 1991 le llevó a coger
un vuelo con destino Nepal. Se entrevistó con un lama, que le reconfortó:
“Vuelve. –Le calmó, y añadió–: Lo que estás haciendo lo estás haciendo para
ayudarte a ti mismo”.
Francisco Catena no pudo completar su recorrido. Nunca
supo si la visión del Kailash le habría dado la respuesta a la siguiente
pregunta: “¿Cómo puedo ayudar a Marilyn?”. Sentía que necesitaba hacer algo por
ella.
Con una mata de pelo que se enreda en sus gafas,
circunspecto y franco, Francisco encaja las piezas del puzle de su vida, sentado
en un taburete de una cafetería del barrio de Sants de
Barcelona.
Dieciséis años después de aquella experiencia, de
aquel iniciático viaje, Francisco, profesor de biología en el instituto Sagrada
Família, notó cómo renacía en él la llama que nunca se extinguió. El detonante,
el atentado suicida en Yemen, que mató a siete turistas españoles, entre ellos
dos compañeras docentes de Francisco, en el 2007. De ahí que quisiera recuperar
la vida. Por algo cree en que la vida continúa después de la muerte. Y Marilyn
era la excusa perfecta, la chica ideal, para exponer su teoría de la eternidad.
En Por el
Cielo…, sugiere la grabación de una película en las nubes, con los actores
Clark Gable y Natalie Portman. Y con la participación de la polifacética actriz
japonesa Takako Matsu, a colación de la subtrama que se introduce, sobre Ylenia
de Argos (nombre inventado), princesa amargada por no recordar su
infancia.
Precisamente, el segundo libro de Francisco Catena,
cuyo título guarda con celo, salta al futuro, con el avance de la ciencia. “A
medio plazo, gracias a los adelantos en bioingeniería, podremos recuperar las
almas de los muertos”, profetiza, aunque él emplea otro verbo menos agresivo: postular. “Yo postulo que las almas
equivalen a los cerebros. En un futuro en el que hayamos progresado aún más,
podremos guardar la información de nuestro cerebro en un soporte perdurable.
Diseñaremos componentes capaces de sustituir la mente, siempre y cuando no
hayamos tenido ningún accidente y que la información almacenada en el cerebro no
la hayamos perdido.”
Este verano, se encerrará en su habitación para
empollar sobre la gravedad del cambio climático, la teoría de las Supercuerdas
(gravedad cuántica) y la teoría M (unificación de fuerzas).
Para ello, ha estudiado al físico Stephen Hawking, ha
comulgado con el cosmólogo Carl Sagan y se ha hecho fan del astrónomo Frank
Drake, quien formuló la Ecuación de Drake, para calcular el número de
civilizaciones extraterrestres en el Universo.
En homenaje a Frank Drake, el admirador de Marilyn ha
bautizado su tesis como Fases de Drake; en la fase Drake A, la última de la
evolución de nuestra especie, protegeremos el alma, “siempre y cuando se den las
condiciones de paz necesarias”, porque, según él, la comprensión de la
naturaleza del espacio-tiempo nos concederá esa capacidad.
“Todo esto que he contado lo he hecho por mi cariño
hacia Marilyn. Hace 20 años, y por una serie de casualidades y coincidencias,
necesité hacer algo por ella”, compendia Francisco, y medita su siguiente frase:
“Realmente sería un fracaso de la inteligencia que, después de la muerte, no
pudiéramos dar continuidad a la vida”.
Por el Cielo
Norma Jeane finaliza con una
exaltación del mito erótico de Marilyn Monroe, fallecida en 1962: “Feliz
cumpleaños, tesorito”. Allá donde estés.