Es la última secuencia de Sostiene Pereira. Mastroianni prepara la
maleta y la llena de vida. Para luchar contra la muerte en la Guerra Civil
española. Hastiado ya de los malogrados obituarios que redacta en el diario Lisboa. Es cuando vemos en Pereira al
escritor Francisco Javier Carballo (Málaga, 1979), autor de Circo
Ensayo (Ediciones Carena,
2013), el dietario sincero de un treintañero en una gran ciudad (pongamos que
hablo de Barcelona), el toma y daca de su callejear, su vida. Francisco es vida.
Y es su vida la que exhibe, la que pone en tela de juicio, en la que cree y que
defiende. La vida.
“Es un circo porque, en el fondo, esta sociedad
es un espectáculo en sí misma. Y es ensayo porque lo que busco es que la
gente aprenda algo con la lectura. Se trata de la reflexión interna de lo que
está pasando, no sólo de mi vida sino de la sociedad”, recoge Francisco Javier
Carballo, espigado como los palillos de avena, inconformista, predispuesto y
devorador de bocadillos y conversaciones. “El personaje principal de Circo Ensayo es inconstante, voluble,
elástico, imprevisible, que no improbable.” Imprevisible.
Esto último lo toma prestado de
Blaise Pascal, uno de los pensadores de su cuerda, junto con los socios de la
vida y las ciencias cognitivas Albert Camus, Miguel de Unamuno y Samuel Beckett
(le inspiró Esperando a Godot, a
quien sigue esperando). No en vano, Javier se acaba de matricular de la carrera
de Filosofía, en la Universitat de Barcelona (“estaba solo en ventanilla, para
cumplimentar el formulario”). Todos ellos son vida, no muerte. Imperfectos.
Inseguros. Dubitativos. Ergo humanos, que no entes jurídicos, que no muerte. Él
mismo se reafirma: “La humanidad sigue su curso”. Sustituir humanidad por nosotros. Imperfectos.
“Hoy la literatura es como el cine.
Sólo se copia, no se innova, y hay que romper las reglas, transgredir,
arriesgar, que el escritor te pida que tú le entiendas, no al revés”, difiere
Javier, que se toma dos cervezas en la granja Gavà, en la calle de las putas de
Joaquin Costa, en el barrio del Raval de Barcelona. De mientras, en el mundo, el
nuevo primer ministro de Egipto Adli Mansur hace
un llamamiento al diálogo, y Almería se incendia por una tormenta
eléctrica de dos mil rayos. Putas.
“Literatura de reflexión, no de
evasión”, confirma. Pero él prefiere hablar de heterofenomenología, concepto del
profesor de Boston Daniel Dennett que viene a significar que todo lo que ocurre
está influido por un proceso más regular, “interesante y simple”. La
heterofenomenología es como una vida sin invierno. Venturosa vida sin muerte.
Venturosa.
El alma de Francisco Javier Carballo
es consciente del placer intelectual “de sentir que se es”. Por eso, a veces, se
embriaga. Por eso es poeta, a la vereda de Rilke. Y vive poéticamente. Y no
muere. No muere.
Llegado a la capital catalana en
septiembre del 2010, trabaja como camarero en el restaurante vietnamita Bun Bo
(carrer dels Àngels, 6). Como un ladrón,
en las comandas de hojas muertas roba frases lapidarias que deslumbran por su
grandeza o su falta de sensibilidad. Y arranca los frutos del árbol de la vida
para empacharse con ellos: “La única oportunidad que tenemos es cuando estamos
vivos. La única oportunidad de la vida es la vida misma”. Grandeza.
En Circo Ensayo se propone cambiar a las
personas mediante el pensamiento, y animarlas a vivir plenamente, sin peto, a
pelo. Vivir. Dejar de matar las horas. Matar. Para que la tríada del arquitecto
romano Marco Vitrubio (belleza, firmeza, utilidad) encaje en la vida de cada
cual. La vida. La vida. La vida.
“Lo bueno es convertirte en único sin
que los demás lo reconozcan”, sostiene Carballo. “El deseo actual, señalado en los procesos sexuales, es
una mera proyección de la fantasía, en definitiva, de la decepción y el
simulacro”, Carballo sostiene.
Y entonces la vida se levanta, se va
al lavabo de la Granja Gavà, en la que ya meaba Terenci Moix. Y la vida tira de
la cadena. Y nuevamente en la barra, sostiene a la imponente camarera, con un
guiño de vida. Y la vida pide otra Estrella.
Otra.