La escritora y filósofa Iris Murdoch (Dublín, 1919 - Oxford, 1999) fue
autora de refinadas e ingeniosas historias donde sus entretenidos argumentos se
entremezclan con reflexiones sobre aspectos morales, y sobre todo, sobre
conflictos de todo tipo (sociales, religiosos, generacionales). Una obra
elaborada con un profundo respeto hacia un tipo de lector “ideal” que para Iris Murdoch se trataba de
alguien interesado en una buena historia y capaz de disfrutar pensando tanto en
el libro como en los asuntos morales que éste tratara.
El inicio de Henry y Cato (1976) está pensado para
sacudir la curiosidad de ese lector. La novela comienza con una apariencia de
intriga y, quizá, violencia. El sacerdote Cato Forbes camina de un lado a otro
del puente ferroviario de Hungeford de Londres, con un revolver en su bolsillo
que “se balanceaba irregularmente a cada paso contra su muslo, pesado e
incómodo.” El revólver pertenece a Joe el Guapo, un joven feligrés al que Cato
quiere apartar de la delincuencia y por el que siente una inconfesada
atracción.
El contrapunto a la historia de Cato es su amigo de la
infancia Henry Marshalson, un
refinado, nihilista y burlón profesor que regresa desde los Estados Unidos,
donde ha vivido durante nueve años, a la mansión familiar tras el fallecimiento
de su hermano Sandy. Un heredero que no quiere la riqueza y propiedades que le
esperan. En la mansión vive su madre, Gerda, y un viejo amigo de la familia,
Lucius, que vive a costa de ella. Muy cerca de la casa vive John Forbes, el
padre de Cato, y posteriormente la hermana del sacerdote, la alocada
Colette.
Cuando Henry regresa, descubre accidentalmente que su
hermano tenía un piso secreto en Londres, donde encuentra a una mujer que dice
ser su amante, Stephanie, una apocada y dramática mujer de la que Henry se
sentirá atraído.
Con este puñado de personajes y los conflictos derivados
de sus relaciones, sospechas y anhelos, Iris Murdoch juega a construir una historia basada en los contrarios y los
antagonismos, mostrando en la mayoría de los casos los choques y
consecuencias que tienen lugar cuando dos polos se encuentran y no siempre se
complementan.
Así, Murdoch compone cada uno de los personajes protagonistas como un negativo
del otro, aunque cada uno tenga sus inevitables aristas y dilemas. Así, Cato
es un ser de aspiraciones espirituales pero torturado por sus dudas, y que ha
encontrado en la religión un espacio de redención. Henry, por su parte,
representa la parte más mundana del ser humano, un individuo de certezas que sin
embargo ha vivido a la sombra de su hermano, resentido por la falta de atención
y cariño de su madre y con un rumbo errático en su vida. Les une a ambos
personajes el deseo de escapar de sus familias y de un destino prefijado como
herederos de una tradición inglesa que no les interesa. Frente a estos dos
personajes de origen aristocrático se sitúan Joe el Guapo y Stephanie,
representantes de la clase trabajadora.
En Henry y
Cato la autora irlandesa también muestra en paralelo varios mundos contrapuestos: el ruidoso y oscuro
Londres en el que se encuentra el pequeño apartamento de Sandy y los bajos
fondos de pisuchos donde desarrolla su labor religiosa Cato frente a la idílica
Inglaterra de campo, donde se encuentra la mansión de Henry.
Asimismo la escritora enfrenta dos mundos sociales: el lumpen
que representa Joe el Guapo o la clase trabajadora de Stephanie frente al
entorno aristocrático de los Marshalson y los Forbes.
Tomados estos elementos en su conjunto, nos encontramos
con una novela que explora las miserias
y los miedos de los individuos, que buscan en vano un asidero que dé sentido
a sus desnortadas vidas. Henry, por ejemplo, busca su propia identidad remedando
a su hermano muerto a cuya sombra permaneció durante su infancia y adolescencia,
al mismo tiempo que se intenta apartar durante años de todo aquello que le ligó
con su familia. Cato, por su parte, huye de un destino aristocrático e
intelectual buscando refugio en el sacerdocio, para disgusto de su padre. La
joven Colette abandona los estudios universitarios y afianza su identidad a
través del amor.
El juego de prismas y antagonismos también se encuentra
en la estructura narrativa de la novela. Las dos partes en las que se divide Henry y Cato muestran dos velocidades.
En la primera, “Ritos de paso”, el tempo es lento y la construcción de los
hechos minuciosa. Iris Murdoch cocina a fuego lento las aristas de sus
personajes y los hornea con esmero para que el lector conozca y entienda las
acciones que están por venir. Por el contrario, en la segunda parte, “El gran
maestro”, los acontecimientos se precipitan con enorme
rapidez.
En la construcción de estos contrarios y los temas que
de ellos se derivan, más que en la propia historia, es donde Iris Murdoch
brilla. Henry y Cato se sustenta en
la crisis existencial, pero también
encontramos algunos de sus temas habituales: la religión (en este caso la
pérdida de la fe), la familia, el amor, el sexo o el arte. Murdoch habla de las
inquietudes del individuo del siglo XX, y lo hace con novelas entretenidas y con
varias capas de significado.
Para construir este universo el estilo de Murdoch juega
con los cambios constantes de escenario y perspectiva, así como con la reflexión
continua de los personajes. Una narración de diálogos directos y constantes
rodeada de descripciones orquestadas en torno a una exuberancia lingüística y un
pulso narrativo que el propio Harold Bloom elogió en su obra Genios (Anagrama,
2005).
Henry
y Cato
es, en definitiva, una buena excusa para sumergirse en el universo literario de
Iris Murdoch, una autora cuya obra es capaz de conjugar el entretenimiento y el
desafío intelectual al lector. Es una buena noticia que una editorial como
Impedimenta haya querido volver a rescatar las novelas de la escritora irlandesa
tras el frustrado intento de Lumen por editar su obra completa. Larga vida a la
literatura de Iris Murdoch.