Citamos a Ricardo Rabella porque es
el autor del ensayo El tren está por
pasar (Ediciones Carena, 2012), con recomendaciones cargadas de ironía para
llegar a una “vejez inteligente”. Y mencionamos a Plutarco y sus consejos para
los esprínteres de los sanedrines de partido, porque el señor Rabella,
publicista de profesión, también escribió su propio manual, más noble, si cabe;
menos fariseo, que me perdonen: Quiero
ser político (Gestión 2000, 1993).
“Resulta que yo descubrí una fórmula
para ‘fabricar’ alcaldes. En las poblaciones de menos de 7.000 habitantes [como,
por ejemplo, la ciudad andaluza de Benamejí], estudiaba el terreno, in situ, iba
a los pueblos y hablaba con el médico, con los vecinos, con los comerciantes,
con la policía… Me di cuenta de que los votos por correo, de las personas que
vivían fuera, emigradas, no se habían tenido muy en cuenta hasta entonces. Así
que hacíamos la campaña incidiendo en los aspectos positivos del candidato y
hacíamos que los lugareños que se habían ido de la localidad lo tuvieran en
cuenta, y le conocieran. Así conseguí que ganaran muchos futuros alcaldes; sólo
me falló uno…” Ricardo Rabella nunca llegó a patentar una fórmula empírica que
sentara las bases del éxito del cargo público que se presenta de nuevo a una
reelección, porque quedaría en una perogrullada, como él cree:
Naturalidad + sentido común + no ser
un burro + humildad = votos
“A mí me hace gracia lo de la gestión
de talento, porque o se tiene talento o no se tiene. Lo del coach está de moda, pero es decir las
mismas cosas con otros nombres: en definitiva, ser franco”, sentencia Ricardo,
que defiende las técnicas básicas para “conocer el pájaro en cuestión”, el
entorno: “He jugado en casi todos los partidos”, ratifica, y despliega su dosier
de formaciones que compiten por los escaños: de la Unión de Centro Democrático a
los partidos locales llamados “independientes”. “Se ha de vender lo positivo,
marcar la estrategia que seguir, porque siempre hay una historia detrás de cada
uno de nosotros.”
Ricardo Rabella, hijo de inmigrantes
castellanos, hizo su debut profesional en contabilidad, funciones contrapuestas
a la comunicación, del que es un gurú sin que se dé muchos aires: “Hice
profesorado mercantil, aunque mis padres querían que fuese inspector de
Hacienda. Por suerte, me incliné por el mundo de la publicidad”.
A mediados de los sesenta, inició su
trabajo en el campo de la comunicación y fue responsable en la empresa textil
Tervilor, pionera de la moda. Luego se pasó a la agencia de publicidad Clarín,
de la que llegó a ser director.
Con el equipo de Clarín logró dar
grandes golpes en la televisión. Con dos ejemplos basta: “Vuelve a casa por
Navidad” de El Almendro, y “Ama a tu tierra”, de Codorniu, son
suyos.
Bombones, turrones y
cava.
En el 2005, Ricardo Rabella se jubiló (“la tercera edad es
real, no es un estado mental, qué coño”). De sus experiencias extrasensoriales
en esta nueva etapa de su vida, ha extraído lo mejor, lo más sano, y ha
compuesto este pequeño librito que es como un suplemento dominical bien
encuadernado: El tren está por pasar (Edciones Carena,
2012).
Para
que no nos pille el tren, o para que nos pille lo mejor
posible.