El
reciente informe de Eurofound, una de las agencias de la Comisión Europea, sobre
las condiciones de vida y trabajo en los veintisiete países de la Unión Europea
(UE) es muy pesimista en su análisis de la generación de jóvenes españoles
comprendidos entre los 15 y los 29 años. En el citado informe puede leerse que
la llamada “generación nini” (quienes ni estudian ni trabajan) le cuesta a
España 15.735 millones de euros. El 1,47% del Producto Interior Bruto (PIB) en
cifras de 2011. En 2008, comienzo oficial de la crisis, el coste “nini” era de
10.794 millones de euros, el 1% del PIB. El citado informe coloca a España a la
cabeza del fracaso juvenil entre los 15 y los 29 años.
Eurofound
viene a echar leña al fuego y se añade al también reciente aviso de otra agencia
internacional. La OCDE nos sitúa en el primer puesto del abandono escolar de la
población situada entre los 16 y los 24 años en el conjunto del mundo
industrializado. Añádase a todo esto que España tiene la tasa de desempleo
juvenil más alta de la UE y que los jóvenes españoles son los últimos en
independizarse. Dejan la casa de sus padres de media a los 29
años.
Con
un horizonte tan negativo, la aparición de un libro sobre la generación de los
nacidos a partir de 1980 tenía que ser un toque de atención. Su autora, Meredith
Haaf, nació en Múnich en 1983 y en 2008 destaca como coautora de un ensayo
crítico en torno al feminismo. En Dejad
de lloriquear acentúa su criticismo, y con un ensayo que dosifica muy bien
autobiografía y reflexividad ha logrado producir un texto que se va convertir en
una pieza de referencia para el análisis de la juventud actual y probablemente
en un éxito mundial de ventas.
Haaf,
que seguramente ha visto muchos episodios de “Los Simpson”, ha estructurado su
texto siguiendo los parámetros de las series televisivas, algo por otro lado muy
típico de su generación. Su escritura va engarzando secuencias que mantienen al
lector en vilo desde la primera página hasta la última. Sus primeras frases son:
“Me encuentro mal. Estoy echada en posición fetal en el sofá floreado lleno de
agujeros que mis compañeros de piso encontraron frente a la puerta de nuestra
casa… estoy sola con una resaca… me zumban los oídos, me arden los ojos y de mi
garganta sólo sale una tos ronca con regusto a cenicero”.
Página
a página Haaf va troquelando los rasgos esenciales de una generación que se
encuentra con la paradoja de haber disfrutado de una infancia caracterizada por
un bienestar económico superior al de cualquier otra generación anterior y al
mismo tiempo sufrir la hipoteca de una crisis que a muchos no les va permitir ni
siquiera conservar el poder adquisitivo y la calidad de vida de sus padres. Nos
encontramos con una generación de jóvenes que han crecido con un nivel educativo
y una seguridad económica que les ha convertido en personas con una capacidad de
exigencia material y estética que no van a poder satisfacer en el futuro.
Quienes no puedan contar con la ayuda de padres o familiares lo tienen difícil
en el futuro. Muchos lo saben y se sienten frustrados.
El
retrato generacional de Haaf está sin duda referido a Alemania. Sin embargo, con
una economía y una cultura tan globalizada como la actual el lector español no
queda fuera de escena. En los rasgos que va marcando la autora pueden
reconocerse los jóvenes españoles y, por supuesto, sus padres, la otra cara de
la moneda.
En
estas páginas el lector contempla una generación de alemanes que como los
españoles del 15-M no creen demasiado en el sistema democrático actual y que,
sin embargo, ven el sistema capitalista como algo inevitable. Jóvenes para los
que el consumo es tan natural como el respirar. Adolescentes constantemente
comunicados a través de los teléfonos inteligentes y de las nuevas tecnologías.
Sus mensajes a través de Facebook, Twitter o cualquier otra red social son tan
frecuentes, tan constantes que acaban cayendo en la banalidad. Demasiadas
referencias al pasado, a los avatares familiares, al grupo de amigos y escasa
preocupación política.
Quizá
Haaf se deja llevar por los estereotipos dominantes de una generación que quiere
estar de buen humor, que no soporta la ira y que prefiere decir “me gusta” antes
que caer en ataques de rabia. En todo caso, un volumen con el que los jóvenes se
entenderán mejor a sí mismos y a sus padres, los “baby boomers” nacidos tras la
Segunda Guerra Mundial. La más que excelente traducción de Patricio Pron va
servida con notas aclaratorias de gran utilidad sobre la realidad
alemana.
Excelente
libro, en fin, para ponerse en la piel de una juventud pragmática ante todo, con
miedo a los conflictos, a la crítica, y que no encaja en lo público y la
política heredados de sus mayores.