Selección
de poemas de En la cuerda de tender (realizada por Marta López
Vilar)
EL
MENSAJERO
Fin
de milenio. Llueve. El cielo sacude su cansancio
hombres
tristes siguen viviendo en tristes casas
donde
los muros se miran cara a cara como los días
a
las noches y las presencias
a
las ausencias…
ni
una señal del más allá ni una emoción
expulsada
de los espacios donde el misterio
se
estratifica fríamente – tablas
indiferentes,
en el patio de la maderera
salvo
esta distracción del tiempo
tejiéndose
mientras se deshilacha
como
el atuendo de los muertos – el único capaz
de
callar sobre lo que no sabe hablar.
Habito
la ventana entre lo que sucede y lo que
no
sucede
bajo
esta lluvia mojada y seca a la vez
acechando
el germinar de las respuestas
a
preguntas todavía sin sembrar.
Mientras
al horizonte, sobre el océano de lo inexpresable
avanza
el poema – con un brotar de verbos
al
despertar del mundo – serenando aguas sombrías
cautivado
por el silbido distraído; mío, tuyo.
TANGO
EN MENTE
Coge
mi mano
escóndeme en tu aliento
olvídame
entre
las cosas que aplazas y duran en ti
y
como un letargo erótico levitan
algún
día hablaremos
de
piel a piel
entre
palabras
olvídame
en
ese tiempo que nos queda
que
no es mucho
¿quién
sabe?
tal
vez sea mejor
no
evocar la esperanza pues es un falso acercamiento
suspendidos
en el silencio arbóreo
nos
vaciamos uno en el otro
de
una líquida piedad que ni nos cura
ni
lacera.
En
ti florece el misterio
como
los mimbres en manojo
por
la ribera de un río interior que te acaricia el rostro
y
aún queriendo
tus
ojos no me pueden ver
al
lado oculto de la luna.
Olvídame
para
reencontrarme – tal vez – en un pliegue de memoria
de
aquellos tiempos cuando nuestras noches
nos
agasajaban
con
afables incertezas
de
tiempo parlanchín
sobrevolado
empero por el pavor quebrado
como
un pan que ni se ofrece ni se acepta.
Nos
odiábamos con el amor
forma
abrasiva
de
la imposibilidad que el uno sea el otro
con
soledad
y
todo
nada
esperábamos
y
el tiempo de ramificadas emergencias
en
la ventana agitaba sus invisibles gestos.
abrazos
espasmódicos nos dábamos con la impotencia
que
tiende el brazo y lo esconde a la vez
la
desdicha
de
uno le soplaba al otro
en
las manos frías
tratando
de volverlas a la vida
con
llamas muertas.
Sólo
ha quedado entre nosotros la vacilación que anda
sola
por
las calles
de
noche
y
en el terremoto de mi sueño
coge
mi mano
escóndeme
en tu aliento
olvídame
pues
tal vez logre a la muerte conmover
nuestra
complicidad.
LA
LLUVIA EN LA MEMORIA DE LA NUBE
Dichosa
faz
de lo visible que te muestra al mundo
distinta
de cómo se suma en mí tu ausencia
aluvionaria
– riada
de ramajes y hojas rotas
hacia la presa
río abajo.
Me
habitas como la lluvia en la memoria de la nube
la
lluvia que enjuaga el tiempo…
Es
obvio, la distancia – dices tú – es una cuenta atrás
y
lo que ocurrió aún puede esperar
yo envejezco violentamente
día y noche…
QUEMADURA
Cuando
el sufrimiento palpa el desespero
es
una herida de impotencia el poema:
chasquea agotado
en
agua que templó el puñal
corre
de aquí allá
tras
una aproximada pena
se
clava en la ropa de los transeúntes
y
gesticula exaltado
pronuncia
las palabras mediocres
y
las adora y regala –
el
dolor torpe empieza a aprender
a
deletrear su quemadura
en
un silencio como hálito de las banquisas
solo
y solo y solo
hasta
que solo se acepta y sabe
que
grita en balde
hacia
el amor amodorrado en el retrete.
En
todo este tiempo engordan sin cesar los árboles
con
la común indiferencia de los hombres
y
el vocerío inaparente de este lapso
circula
en su
interior
sin consecuencias
y
también al rechazarnos los paisajes se abomban
en
lomas
bajo las que yace cautivo
el tiempo mineral
algunas
nubes sin dolor
se licúan
en la escritura de la luz…
AÚN
NO
Silencio
mas
no ausencia del verbo
obstinación
de vacío que se desborda
susurro
colma
sus grandes recipientes que bebe
en
silencio
irrumpe
desde las entrañas del frío
desde
superficies
que
el espacio indiferente
hace
tintinear danzando –
temblor
de fosquedad fuego latente
de
ascuas de los bosques desde el génesis.
Un
hasta cuándo
del
hasta dónde. Aún no tras lo que fue… ¡sí!
Escucha
el temblor de mis brazos
largo
rato tras acostarme
pues
tengo frío
de
tanto silencio… de tanta oscuridad untada en mi piel.
Nota
de la Redacción: agradecemos a Ediciones
Linteo la generosidad por permitir la publicación de estos
poemas seleccionados del libro Dinu
Flamand, En la
cuerda de tender (Linteo, 2012), en
Ojos de
Papel. También queremos expresar nuestro
reconocimiento a Marta
López Vilar, autora de dicha
selección.