Su
hermano Celestino le vende ejemplares del libro en la carnicería que regenta y
que lleva su nombre. Colgados con los embutidos y las paletillas, la producción
lírica de Luis se difunde y se halla.
Una
señora entra en la carnicería Celestino
Viejo y pide que le despiece el cuarto delantero de ternera de Ávila. La
señora, con un monedero taco como el que lleva el abuelo de Siete trenes,
novela de Juan Manuel González Lianes,
paga con gusto lo que al día siguiente, en la mesa, acompañará con una ensalada
de aceitunas marinadas.
Celestino.—¿No
querrá también un lomo de Ausencias?
Antes
de vender Ausencias en su
establecimiento, “como el viento de penumbra, veloz y ágil”, Celestino vendía
los primeros libros autoeditados de su hermano, Verbum (2003) y Tras la ventana (2007).
Luego,
le quitaron de las manos la novela ambientada en Birmingham (Inglaterra), La voz de Terry Kidman (Ediciones
Libertarias, 2011). El fiscal Mackenzie, que se presentaba a las elecciones como
primer ministro por el partido conservador, descubrió la voz de Terry Kidman,
voz que utilizaría contra su contrincante, el liberal Sullivan
Lower.
“Yo
también he estado a punto de crear un partido político, y no lo descarto en un
futuro. No sé cómo se hubiera llamado, pero sí que estaría comprometido con el
presente. La mayoría de políticos no tienen escrúpulos, y eso se tiene que
acabar”, desgalicha, como los hilos que se descosen de una prenda raída. “La
inquietud artística me la despertó una amiga portuguesa que se llamaba Elsa, que me regaló un bloc de notas y
una caja de acuarelas. Desde entonces, escribo y pinto.”
Luis
Viejo, educador social, trabaja con chavales en
peligro de exclusión social, la mayoría de ellos procedentes de la inmigración.
Luis llegó a Barcelona hace siete años, y se enamoró de la ciudad y de sus
contrastes: “Salir del Gòtic, sucio de orines y grafiteado, y subir por
l’Eixample, con casas modernistas, refleja las diversas caras que tiene
Barcelona”.
Ahora
está escribiendo Los hijos del
tabernáculo, obra sobre la que le da vueltas desde hace un año. “Es la
historia de un adolescente afgano que se pasa horas en el chat”, resume,
convencido de la rectitud de la trocha por la que se encamina. “Sobre todo, es
una confrontación entre dos mundos, la ciudad en la que vive, Barcelona, y su
ciudad de origen, Dacca. El protagonista se debate entre la lectura del Corán y
salvar la soledad a través de encuentros, que únicamente le provocan más
soledad.”
Desgarro
con uñas y dientes, la tierra,
en
busca de mis bienaventuranzas,
tal
vez, no quede nada, sólo la esperanza.