Castañeras (Cudillero) - Playa del Silencio o de El
Gavieru (foto propiedad de Eco-Viajes)
Están por toda Asturias:
son el mudo testigo del reverso de los sueños de esas decenas de miles de
emigrantes que abandonaron el Principado rumbo al Dorado americano entre los
años de 1884 y 1898. Unos emprendían la aventura ultramarina para huir de la
miseria. La mayoría para escapar del servicio militar obligatorio y la sangría
de la Guerra de África. Los pocos que cumplieron con éxito aquel viaje volvieron
a casa para levantar esta singular arquitectura colmada de cornisas y molduras
caprichosas, frontispicios y torres vigilantes, que te sorprenderá a lo largo de
la abrupta costa tendida por el Occidente astur, desde las playas
pixuetas hasta el río Eo, límite con Galicia. Idéntico paisaje se desvela si el
viajero continúa el camino, entre Ribadeo y Foz, ya en la Mariña lucense.
El
boom inmobiliario de los últimos años ha sido una tabla de salvación para muchas
de ellas, hoy en día recuperadas del olvido y el desahucio por particulares o
reconvertidas en lujosos hoteles rurales donde respirar, por unas horas, el
discreto encanto de la vida de aquellos indianos que tanto enojaron a Leopoldo
Alas “Clarín” y otros muchos ilustrados de la época, para quienes esta
arquitectura era sólo un capricho de los nuevos ricos. Cómo cambian los
tiempos.
Por
las viejas nacionales.
Este itinerario es, en buena medida, una reivindicación del sinuoso trazado de
la vieja N-632, la carretera que mejor muestra el impacto visual que en el
ámbito rural asturiano tuvieron las propuestas indianas. Los modernos trazados
salvan fugaces los barrancos repletos de vegetación, los ríos ocultos y los
caseríos apelmazados al borde del asfalto, pero también alejan al viajero de su
objetivo: redescubrir al paisaje y sus gentes. Cudillero, el que para muchos resulta
ser uno de los pueblos más bonitos de España, es el inicio del recorrido: entre
el puzzle multicolor de su barrio pesquero asoma alguna maltrecha casona con
indudable sabor indiano, aunque dos sean las que más llamen la atención: la
llamada Torre de Villademar, una construcción medieval reformada por un
emigrante que hizo fortuna en las plantaciones tabaqueras cubanas, y la Casona
de la Paca –hoy hotel rural- en el barrio de El Pitu, a dos pasos del conjunto
formado por el Palacio y los Jardines
Selgas, considerados el Versalles
asturiano.
El
palacio, una joya, aúna el legado de los hermanos Selgas y Albuerne: un palacete
de finales del XIX que atesora una importante colección artística, unos jardines
diseñados al gusto francés de la época y una sobria iglesia-panteón donde se
conserva el ara más antigua de España, del siglo VIII. Entre sus piezas
pictóricas hay obras de Goya y El Greco. Gestionado por la Fundación
Selgas-Fagalde, el turno de visitas es bastante estricto y requiere reserva.
Abre de viernes a domingos, de 9:30 a 18:30 h. La entrada cuesta 12
€.
El
concejo Cudillero, además de su célebre puerto pesquero, comparte valles
vaqueiros con otros cuatro del centro del Principado. Y la puerta de entrada a
esa Comarca Vaqueira es San Martín
de Luiña, donde destaca una iglesia encalada y la que fuera casa de don Jerónimo
Martínez, una residencia veraniega de galería acristalada situada al margen
derecho de la carretera.
Pero
la ruta propuesta busca, sobre todo, la costa. Un litoral donde el vértigo se
hace presente en los acantilados del
Cabo Vidío o en la calma chicha de la Playa del Silencio (Santa Marina), muy
cerca ya de esa réplica habanera que se levantó en Cadavedo, otro tabaquero
adinerado, don Félix Fernández: Villa Hilda, con su esencia del barrio del
Vedado.
Muy
cerca, en Queruas (Canero), te llamará la atención una casa de verde azulejado y
azotea en balaustrada situada muy cerca de la antigua nacional. La protege la
misma robusta verja de hierro que en 1913 levantara don Ivo Fernández y se trata
de uno de los pocos ejemplos de casas con azotea en una tierra tan lluviosa como
Asturias.
Villar
de Luarca.
En el barrio de Villar, a las afueras de Luarca, lo primero que llama la
atención del viajero es Villa Excelsior, la mansión acastillada del plutócrata
Manuel Méndez de Andés. Se trata, probablemete, del barrio indiano más
característico que queda casi un siglo después en el Principado. La casona
amenaza ruina y resulta casi imposible de salvar dada la disposición caprichosa
de la planta y la complejidad de sus volúmenes. Parece ir a correr la misma
suerte que las otras ruinas desperdigadas por la zona: Villa Becerra, con una
fachada neogótica y otra neorrománica, La Barrera (1899) o Villa Teresa (1905),
todas situadas en el camino –ahora cortado- que desciende hasta el pintoresco
cementerio de Luarca y su faro, aupado sobre la concha del Cambaral.
Aunque,
frente a la ruina del tiempo, la colonia de Villar también atesora los mejores
ejemplos indianos. Junto al esplendor eclecticista de Villa La Argentina, con su
nutrido jardín y la capilla neogótica, se levanta Villa Rosario, palacete
cosmopolita de antecedentes austriacos. O Villa Carmen, durante años residencia
estival del científico Severo Ochoa, casa de vistoso alero con placas recortadas
en madera. Y ya dentro de Luarca, pegada al cauce del río Negro, está Villa
Guatemala, también llamada Villa Társila, construida en 1894 por un emigrante a
dicho país centroamericano y que hoy acoge las dependencias de la Tesorería de
la Seguridad Social.
Siguiendo
en dirección hacia Navia, en Otur, también al borde de la carretera
nacional, sobrevive Villa Rosita, una casa de tejado movido y silueta quebrada,
que luce un gran exotismo en sus remates decorativos.
Pero
el indiano no sólo construyó lujosas residencias: de sus bolsillos también
salieron escuelas y panteones, casinos, hospitales y lavaderos. Lo verás en las
escuelas de Jardón –en Coaña-, Serantes y La Roda (Tapia), en el parque de Ortigueira o el quiosco de la música de
Vegadeo; también en el Hospital-Asilo de Luarca o en los casinos de Navia y Puerto de Vega. Y en el panteón
familiar del “mejicano” Manuel López Pérez, de estilo neorrománico, en Villapedre (Navia). Haciendo un alto en
el puerto de Tapia de Casariego, acabarás tu itinerario frente al tríptico de la
desembocadura del Eo: Castropol,
Ribadeo y As Figueiras. En ésta
última se alza la mejor muestra de un modernismo astur que bebió del art nouevau y de los discípulos de Gaudí: los dos palacetes construidos en
el barrio del Coteruelo, por doña Socorro, ahora convertidos en hotel, un
remanso de paz y un lujo para los sentidos.
Cudillero - Jardines Palacio Selgas (foto propiedad de
Eco-Viajes)
DORMIR
La
Casona de la Paca (El Pito, s/n. Cudillero Tel. 985 59 13 03), una reconstruida
mansión indiana que cuenta con 21 hab. dobles y varios apartamentos contiguos al
edificio principal. Entre 77 y 113 €.
En Hotel Villa La Argentina
(Barrio de la Barrera, s/n. Villar –Luarca. Tel.: 985 64 01 02), otro
palacete indiano que dispone de 12 habitaciones y 3 suites, además de jardín y
aparcamiento propio, desde 76 €/doble.
COMER
En
Tapia, Palermo (Bonifacio Amargo, 11. Telf.: 985 62 83 70). Chipirones
encebollados, rape a la salsa de oricios, virrey a la espalda, paella de
mariscos y, de postre, helado de azafrán. Por unos 30 €.
Nota
de la Redacción: agradecemos a la dirección de la web www.eco-viajes.com, Pepo Saz Paz y
Malva Rico Zamora, la gentileza por permitir la publicación de este artículo en
Ojosde Papel. Si
desean ver más fotos e información, pueden hacerlo pinchando AQUÍ.