Koichi (Koki
Maeda) tiene 12 años y ha seguido a su madre que ha vuelto a vivir con sus
padres en Kagoshima, punta sur de la isla de Kyushu (sur de Japón), tras su
separación. Su hermano menor, Ryonosuke (Ohshiro Maeda), se ha quedado cuidando
del padre en Fukukoa, al norte de la isla. La vida bohemia de cantante hacía la
convivencia familiar difícil – los flashbacks innecesarios son lo único que
sobra en esta película. Han pasado ya seis meses y la situación no parece que
vaya a cambiar.
Pero existe el rumor de que si se pide un deseo en
el momento en el que dos trenes bala –los famosos shinkansen– se cruzan por
primera vez, y está apunto de
estrenarse la nueva línea Kyushu, éste se cumplirá instantáneamente. Koichi está
convencido de que es la única posibilidad de conseguir que toda la familia
vuelva a estar junta.
Con ayuda de su abuelo, que trama volver a las
andanzas de cuando era joven pastelero y dedicarse a vender unas delicias
típicas que los jóvenes de ahora parecen no apreciar por falta de azúcar, se
escapará del colegio junto a dos amigos para reunirse con su hermano y los suyos
en el lugar señalado como punto medio del recorrido del nuevo shinkansen entre
Hakata y Kagoshima.
La mirada de Kore-Eda es única cuando se trata de
captar las intimidades y matices del mundo desde la perspectiva de los niños. Ya
lo demostró en la magistral Nadie sabe donde la ternura, la desazón, la
alegría y el desamparo iban de la mano en un pequeño apartamento de Tokio en el
que cuatro hermanos habían sido abandonados por la madre. Kiseki es, sin
duda, más alegre y libre, más optimista e igual de sutil y delicada pero insiste
en ese intercambio de roles entre niños y adultos que sucede en determinadas
ocasiones.
La expedición casi clandestina emprendida por los
niños se convertirá, en realidad, en un aprendizaje forzoso y los deseos
simplemente seguirán siéndolo.
Tráiler subtitulado en español de la película
Kiseki, del director Hirokazu Kore-Eda (vídeo colgado en YouTube
por lluís Hoffman)