Durante una animada mesa a la que nos convocó otro Carlos igualmente
querido -éste Mendoza Fleury, de profesión arquitecto y de vocación comunicador-
salió el tema de lo que Irving Stone llamó “las pasiones del espíritu”. Pues
bien, el primer Carlos nos expuso una teoría que yo, quien pretendí arrebatar a
Woody Allen el campeonato de permanencia en la terapia, hoy comparto gustoso con
los lectores de
JdO.
Se trata de “El Quijote y El coloquio de los perros: origen
inconsciente del psicoanálisis”, presentado en el XIX Coloquio Cervantino
Internacional y publicado en las memorias del mismo evento. Carlos sostiene la
sugerente teoría de que el padre del psicoanálisis se inspiró en el muy nuestro
Cervantes. Aquí porciones de su texto. Vale.
“[…] En un lugar de Viena, de
cuyo nombre quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo, llamado
Sigmund Freud, que inventó el psicoanálisis. Es un hecho poco conocido, aún por
psicólogos y psicoanalistas, que Freud aprendió la lengua española y que con
Silberstein fundó la, llamada por ellos, Academia Española o Academia
Castellana, integrada también únicamente por ellos dos. En 1923, Freud escribe
una carta a Luis López-Ballesteros, traductor de sus
Obras Completas al
español, y le dice: ‘Siendo yo un joven estudiante, el deseo de leer el inmortal
Don Quijote en el original cervantino me llevó a aprender, sin maestros, la
bella lengua castellana.’
“Al respecto se conocen cartas, tarjetas
postales y notas -76 de ellas publicadas con el nombre de
Cartas de
juventud- enviadas por Freud a partir del año 1871, en donde en la mayoría
firma como Cipión, dirigidas a Berganza (su amigo Silberstein). 22 fueron
escritas totalmente en español y 13 de forma parcial. Cuando empieza a
cartearse, ‘frisaba la edad de nuestro hidalgo con los 16 años aún no
cumplidos’.
“[…] ¿Cómo conocieron la novela
El Coloquio de los
perros? Así lo dice: ‘En nuestro libro de lecturas de español encontramos un
día una conversación humorístico-filosófica entre dos perros que están tumbados
pacíficamente a la puerta de un hospital y nos adueñamos de sus nombres. Él se
llamaba, tanto al escribirnos como cuando conversábamos, Berganza, y yo, Cipión.
Cuántas veces le habré escrito
Querido Berganza, firmando con:
Tu fiel
Cipión perro en el Hospital de Sevilla. Ambos fundamos una extraña sociedad
escolástica: la Academia Castellana /AC/’.
“[…] Inspirado en “
El
Coloquio de los perros” […] Freud le pide a Silberstein que en sus cartas
usen códigos o términos, de acuerdo con el “estilo oficial de la Academia
Española”. Así le propone: “Llámanse los miemb. d. l. A.E. [los miembros de la
Academia Española] “perros”, que es su mayor título, que tienen, ni tendrán,
llámese Sevilla el mundo en que están y el hospital de Sevilla el país en que
viven, es decir la Alemania… Así los m.d.l. A.E. [los miembros de la Academia
Española] jamás digan de alguien “ha muerto”, sino ha salido de Sevilla y jamás
digan, ha dejado la Alemania sino ha quitado el hospital de Sevilla…”. Cabe
aclarar que la novela de Cervantes se desarrolla afuera de un hospital de
Valladolid.
“[…] En su libro “
Psicopatología de la vida
cotidiana”, publicado en alemán en 1901, Sigmund Freud se refiere al “
Don
Quijote” en una nota a pie de página. Ahí habla sobre una decisión del
gobernador de la isla Barataria, Sancho Panza, en un caso de violación y robo de
una bolsa a una mujer. Así escribe: “Se suele decir que una situación así
paraliza las fuerzas de la mujer; sólo es preciso agregar las razones de
esa paralización. En este sentido, es psicológicamente injusta la ingeniosa
sentencia de Sancho Panza cuando era gobernador de su ínsula (Don Quijote,
segunda parte, capítulo XLV). Una mujer arrastra ante el juez a un hombre que,
según ella dice, le robó la honra violándola. Sancho la resarce con la bolsa
repleta de monedas que quita al acusado y, cuando la mujer se ha retirado, da
permiso a este para correr tras ella y recuperar su bolsa. Vuelven ambos
trenzados en riña, y la mujer se ufana de que el malvado no ha sido capaz de
apoderarse de la bolsa. Sobre eso dice Sancho: “Si el mismo aliento y valor que
habéis mostrado para defender esta bolsa lo mostrárais, y aun la mitad menos,
para defender vuestro cuerpo, las fuerzas de Hércules no os hicieran falta”
(Tomo VI, p.178).
“[…] En “
El coloquio de los perros”, ambos
canes, Cipión y Berganza, adquieren la capacidad de hablar durante una noche, en
la cual Berganza relata la historia de su vida a Cipión. Éste, a su vez, escucha
y hace comentarios. Aquí cabe una observación: Freud, a los 16 años, elige el
nombre de Cipión que es el que adopta el rol de escuchar, es decir, de
psicoanalista.
“Puede defenderse la tesis de que Freud tuvo la
influencia de los diálogos de Cipión y Berganza buscando las similitudes de esas
pláticas con el tratamiento psicoanalítico. Stanko Vranich en su libro
“
Sigmund Freud y el historial clínico de Berganza” opina que Cipión es el
psicoanalista clásico, el cual tiene una visión racional y optimista de la vida,
y que el simbolismo de oscuridad-luz (ya que Berganza narra todo en el tránsito
de la noche al día) simboliza el psicoanálisis que conduce, en el enfoque
freudiano, de la oscuridad del inconsciente a la luz del consciente.
“También son dignas de resaltar algunas indicaciones que Cipión hace a
Berganza como: “Habla hasta que amanezca…que yo te escucharé de muy buena gana,
sin impedirte sino cuando viere ser necesario” o “Sé breve, y cuenta lo que
quisieres y como quisieres”, lo cual coincide con la regla fundamental del
psicoanálisis: “Hable todo lo que se le ocurra, aunque sus pensamientos le
parezcan inadecuados, absurdos o sin importancia”.
“En el último
capítulo de Don Quijote, Cervantes menciona varias veces que el caballero
andante había pasado de la condición de loco a cuerdo. El epitafio de su
sepultura, que todos conocen, señaló:
“Yace aquí el Hidalgo fuerte
que a tanto extremo llegó
de valiente, que se advierte
que la muerte no triunfó
de su vida con
su muerte.
Tuvo a todo el mundo en poco;
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura
morir cuerdo y
vivir loco.”
“Las preguntas que se imponen son dos: ¿sanó
el “Caballero de la Triste Figura” gracias a las conversaciones con su escudero
Sancho Panza, quien fungió como psicoanalista en su escucha? ¿Cómo fue que pudo
encontrarse a sí mismo y expresar: “Yo fui loco y ya soy cuerdo: fui Don Quijote
de la Mancha, y soy ahora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno”?
“[…]
En Septiembre de 1932, Sigmund Freud contesta una carta al gran científico
Albert Einstein (1879-1955), autor de la “Teoría de la relatividad”, quien le ha
preguntado sobre los motivos que impulsan a los seres humanos a la guerra, y
escribe: “Me ha ganado el rumbo del barlovento [de donde sopla el viento], por
así decir, pero de buena gana navegaré siguiendo su estela…”.
“En el
capítulo V, de la segunda parte, Sancho dice a su mujer: “Mira Teresa: siempre
he oído decir a mis mayores que el que no sabe gozar de la ventura cuando le
viene, que no se debe quejar si se le pasa. Y no sería bien que ahora que está
llamando a nuestra puerta, se la cerremos; dejémonos llevar de este viento
favorable que nos sopla”.
“¡Curiosas coincidencias literarias que llaman
poderosamente la atención!
“A pesar de que el creador del psicoanálisis fue
intensamente transparente en sus escritos a grado tal que analizó con toda
honestidad sus propios sueños, olvidos, etc. no se encuentra ninguna referencia
consciente, explícita, en la cual reconozca que se haya visto influido por la
obra de Cervantes en la creación del modelo psicoanalítico. Él señala que sus
pacientes histéricas (Anna O., Dora, etc.) lo llevaron a establecerlo. Menciona
que así surgieron la asociación libre de ideas, el modo de escuchar del
psicoanalista, el diván, etc.
“Sin embargo, así como hay motivos
inconscientes o preconscientes en los lapsus, en los accidentes, en las fobias,
en las elecciones amorosas, etc., también existen en los llamados olvidos
motivados por lo que, en mi opinión, la lectura de “
Don Quijote” y “
El
coloquio de los perros” también influyeron en Sigmund Freud en su creación
del psicoanálisis. Sustento lo anterior porque Freud siempre reconoció en sus
obras las influencias conscientes, como en el término “Ello” que tomó de Georg
Groddeck o el concepto de “inconsciente” que derivó de la idea del filósofo
alemán Theodor Lipps.
“[…] También es digna de tomarse en cuenta la
instrucción de Freud al inicio del tratamiento psicoanalítico: “Diga todo cuanto
pase por su mente. Actúe como un viajero sentado junto a la ventanilla de un
tren que le cuenta al que va en el asiento interior cómo va cambiando el
panorama ante sus ojos”. O cuando escribe: “En el tratamiento analítico no
ocurre otra cosa que un intercambio de palabras entre el analizado y el médico.
El paciente habla, cuenta sus vivencias pasadas y sus impresiones presentes, se
queja, confiesa sus deseos y sus mociones afectivas”. El parecido con las
andanzas y conversaciones de Don Quijote no puede ser más elocuente.
“[…] Con los elementos escritos comentados que nos aporta Sigmund
Freud en sus cartas y en sus obras sobre “
El Quijote” y “El Coloquio de los
perros”, es decir, 13 menciones amplias y explícitas (5 en sus “
Obras
Completas”, 5 en sus cartas a Martha Bernays y 3 en su correspondencia a
Silberstein), más algunas interesantes y sugestivas coincidencias, me parece
verdadera [mi hipótesis]. Ojalá que algún día encontremos la confirmación
específica en alguna carta perdida o no publicada aún, entre las aproximadamente
20,000 que se estima que escribió.
“Sin embargo, quizá la respuesta más
precisa, por el momento, la ha dado el propio Don Quijote cuando se dirige a
Dorotea y le dice: “…quiero callar, porque no me digan que miento; pero el
tiempo, descubridor de todas las cosas, lo dirá cuando menos lo pensemos”.
Hasta aquí las porciones del texto de Carlos Chávez. Le voy a pedir que
me permita obsequiar el documento completo a quien me lo solicite al
correo de Juego de
Ojos.