EL PRIMER Y SEGUNDO DARDO 
En el fondo, la felicidad se reduce a elegir 
entre el malestar de hacerte consciente de tus 
aflicciones mentales y el 
de ser gobernado 
por ellas. 
Yongey Mingyur 
Rinpoche
Algún malestar físico es inevitable, es una señal 
importantísima para que actúes en defensa de tu vida y de tu integridad física, 
como el dolor que te hace retirar la mano de un horno caliente. Algún malestar 
mental también es inevitable. Por ejemplo, al evolucionar, la creciente 
inversión emocional en niños y otros miembros del grupo estimulaba a nuestros 
ancestros a cuidar de la vida de esos portadores de sus genes; por esto nos 
sentimos molestos cuando nuestros seres queridos están amenazados, y apenados 
cuando resultan dañados. También hemos evolucionado para darle mucha importancia 
a nuestra posición en el grupo y en los corazones de otros, así que es normal 
sentirnos heridos si se nos rechaza o desdeña. 
Tomando en préstamo una 
expresión del Buda, el sufrimiento mental o físico inevitables son el 
primer 
dardo de la existencia. Si estás vivo y amas, algún dardo te alcanzará. 
LOS DARDOS QUE NOS DISPARAMOS NOSOTROS MISMOS 
Los primeros dardos son desagradables, desde luego. Pero les añadimos 
nuestras 
reacciones. Estas reacciones son los 
segundos dardos, los 
que nos arrojamos nosotros mismos. La mayor parte de nuestro sufrimiento viene 
de estos segundos dardos. 
Imagina que estás atravesando una habitación a 
oscuras y tropiezas con el pie desnudo contra una silla: el dolor resultante es 
el primer dardo, tras el cual viene inmediatamente el segundo:«¿Quién puso ahí 
la maldita silla?». O que un ser querido está frío contigo cuando esperabas 
atención; además del golpe en la boca del estómago (primer dardo), te podrías 
sentir no querido (segundo dardo) por haber sido ignorado de niño. 
Los 
segundos dardos con frecuencia desencadenan más segundos dardos por las redes 
neuronales asociativas: podrías sentirte culpable por tu ira de que alguien 
moviera la silla, o triste por sentirte herido otra vez por alguien a quien 
quieres. En las relaciones los segundos dardos crean círculos viciosos: tus 
segundos dardos desencadenan reacciones de la otra persona, que suponen más 
segundos dardos para ti, y así sucesivamente. 
Es notable que la mayoría 
de nuestras reacciones segundos dardos se dan cuando no hay un primer dardo por 
ningún lado, cuando no hay un dolor inherente a las condiciones a las que 
estamos reaccionando. Les añadimos sufrimiento. Por ejemplo, a veces al volver 
del trabajo encuentro mi casa desordenada, con las cosas de los niños por todas 
partes. Esta es la condición. ¿Hay un primer dardo en los zapatos o chaquetas 
sobre el sofá, o en el desorden sobre la encimera? No, no lo hay, nadie me tiró 
un ladrillo o hirió a mis niños. ¿
Tengo que enfadarme? Pues no. Podría 
ignorar el asunto, tomármelo con calma, o hablar con los niños sobre ello. A 
veces consigo llevarlo así. Pero cuando no, los segundos dardos empiezan a dar 
en el blanco, cargados con los Tres Venenos: la avidez me hace rígido en cómo 
quiero que se hagan las cosas, el odio me pone harto y enfadado, y el engaño me 
hace tomarme el asunto personalmente. 
Lo más triste de todo es que 
algunos segundos dardos son reacciones a condiciones positivas. Si alguien te 
hace un cumplido, esa es una situación positiva. Pero podrías empezar a pensar 
con algo de nerviosismo y hasta un poco de vergüenza: «Oh, no soy tan buena 
persona. Quizás descubran que soy un fraude». Justo aquí, sin ninguna necesidad, 
empieza el sufrimiento de los segundos 
dardos. 
CALENTANDO El sufrimiento no es 
abstracto o conceptual, es físico: lo sientes en tu cuerpo, y funciona por 
mecanismos corporales. Comprender la maquinaria física del sufrimiento te 
ayudará a verlo cada vez más como una dolencia impersonal, desagradable, claro, 
pero contra la que no merece la pena irritarte, lo que traería más segundos 
dardos. 
El sufrimiento atraviesa tu cuerpo a través del sistema nervioso 
simpático (SNS) y del eje hipotálamo-pituitario-adrenocortical (EHPA) del 
sistema endocrino (hormonal). Veamos cómo funcionan. Aunque SNS y EHPA son 
anatómicamente distintos, están tan mezclados que se los describe mejor 
juntos,como un sistema integrado. Nos fijaremos en las reacciones dominadas por 
la aversión a los palos (como el miedo y la rabia) y no en las dominadas por la 
búsqueda de zanahorias, porque las reacciones de aversión tienen normalmente un 
impacto mayor por el sesgo negativo del cerebro. 
Las alarmas se 
disparan De pronto pasa algo. Podría ser un coche que se te 
cruza por delante, una mala respuesta de un compañero de trabajo o incluso un 
pensamiento preocupante. Las afecciones sociales y emocionales pueden suponer un 
golpe tan fuerte como los de las agresiones físicas porque el dolor psicológico 
se refleja en gran medida en los mismos circuitos neuronales que el dolor físico 
(Eisenberg y Lieberman 2004); por eso, ser rechazado puede ser tan doloroso como 
una endodoncia. Incluso anticipar solamente un suceso estresante, como dar una 
charla la semana próxima, puede tener tanto impacto como vivirlo de verdad. 
Cualquiera que sea el origen de la amenaza, la amígdala toca la alarma, 
desencadenando varias reacciones: 
  - el tálamo (la estación transmisora que hay en medio de tu cabeza) envía 
  una señal de «¡despierta!» al tronco cerebral,que a su vez libera 
  norepinefrina estimulante por todo tu cerebro.  
  
- el SNS envía señales a los principales órganos y grupos musculares de tu 
  cuerpo, preparándolos para el combate o la huida.  
  
- el hipotálamo (el principal regulador cerebral del sistema endocrino) 
  impulsa a la glándula pituitaria a indicar a las glándulas adrenales que 
  liberen hormonas del estrés, epinefrina (adrenalina) y 
cortisol.
Preparado para la acciónUn segundo 
o dos después de la alarma inicial, tu cerebro está en alerta roja, tu SNS 
encendido como un árbol de navidad, y las hormonas del estrés invaden tu sangre. 
En otras palabras, por lo menos estás un poco enfadado. ¿Qué pasa en tu cuerpo? 
La epinefrina acelera tu pulso (para que tu corazón pueda mover más 
sangre) y dilata tus pupilas (para que tus ojos recojan más luz). La 
norepinefrina desvía sangre a los grandes grupos musculares. Mientras tanto los 
bronquiolos de tus pulmones se dilatan para un mayor intercambio de gases, 
capacitándote para golpear más fuerte y huir más rápido. 
El cortisol 
anula al sistema inmune para reducir la inflamación de las heridas. También 
acelera las reacciones al estrés dedos maneras circulares: primero, hace que el 
tronco cerebral estimule la amígdala más, lo que aumenta la activación que la 
amígdala produce en el sistema SNS/EHPA, lo que a su vez produce más cortisol. 
Segundo, el cortisol anula la actividad del hipocampo (el hipocampo normalmente 
inhibe a la amígdala); esto quita los frenos de la amígdala, lo que supone más 
cortisol todavía. 
La reproducción se deja a un lado: no hay tiempo para 
el sexo cuando corres a refugiarte. Lo mismo ocurre con la digestión: la 
salivación decrece y la peristalsis se decelera, así que sientes la boca seca y 
estás estreñido. 
Tus emociones se intensifican, organizando y 
movilizando a todo el cerebro para la acción. La excitación del SNS/EHPA 
estimula la amígdala, que está cableada para enfocarse en la información 
negativa y reaccionar a ella con intensidad. En consecuencia, sentirte estresado 
te empuja al miedo y la ira. 
A medida que aumenta la activación límbica 
y endocrina, la fuerza relativa del control ejecutivo del CPF declina. Es como 
ir en un coche con el acelerador pisado a fondo: el conductor tiene menos 
control sobre el vehículo. Por último, el CPF resulta afectado también por la 
excitación SNS/EHPA que empuja a las valoraciones, las atribuciones de 
intenciones a los demás, y las prioridades, en la dirección negativa: ahora el 
conductor del coche, que corre peligrosamente sobre dos ruedas, piensa que todos 
los demás son idiotas. Por ejemplo, considera la diferencia entre cómo tomas una 
situación cuando estás enfadado y lo que piensas de ella después, cuando estás 
calmado. 
En los duros entornos físicos y sociales en los que hemos 
evolucionado, esta activación de múltiples sistemas corporales ayudó a 
sobrevivir a nuestros ancestros. Pero ¿qué precio tiene hoy todo esto, con las 
tensiones crónicas de baja intensidad de la vida moderna? 
 LA 
VIDA HIRVIENDO A FUEGO LENTO
 LA 
VIDA HIRVIENDO A FUEGO LENTO Dispararse por una buena 
razón, como ser apasionado y entusiasta; manejar una emergencia o esforzarse por 
una buena causa forman parte de la vida, por supuesto. Pero los segundos dardos 
son una mala razón para encender el sistema SNS/EHPA,y, si se hace 
rutinariamente, la aguja de tu medidor de estrés personal puede entrar en zona 
roja. Además, con independencia de tu situación personal, vivimos en una 
sociedad trepidante que se basa en la activación del SNS/EHPA sin descanso; por 
desgracia, esto es completamente antinatural en el diseño evolutivo. 
Por 
todas estas razones, la mayoría de nosotros sufre de excitación SNS/EHPA. 
Incluso si tu olla no está a punto de estallar, el simple hecho de hervir a 
fuego lento por la activación de segundos dardos es muy poco saludable. Esto 
desvía continuamente recursos de proyectos a largo plazo (como construir un 
sistema inmune fuerte o conservar el buen humor) en favor de crisis a corto 
plazo. Lo cual tiene consecuencias duraderas. 
Consecuencias 
físicas En el pasado, cuando la gente se moría alrededor de los 
cuarenta años, los beneficios a corto plazo de la excitación SNS/EHPA 
compensaban sus costes a largo plazo. Pero para las personas de hoy día, que 
tienen interés en vivir bien unos años más, los daños acumulados en una vida 
recalentada suponen una preocupación real. Por ejemplo, la estimulación crónica 
SNS/EHPA daña a los siguiente sistemas y aumenta los riesgos para la salud 
siguientes (Licinio, Gold y Wong 1995; Sapolsky 1998; Wolf 1995): 
  - sistema gastrointestinal: úlceras, colitis, síndrome de intestino 
  irritable, diarrea y estreñimiento.  
  
- sistema inmune: catarros y gripes más frecuentes, cicatrización más lenta, 
  mayor vulnerabilidad a infecciones serias.  
  
- sistema cardiovascular: endurecimiento de las arterias, ataques al 
  corazón.  
  
- sistema endocrino: diabetes de tipo dos, síndrome premenstrual, disfunción 
  eréctil, libido reducida.
Consecuencias mentalesA pesar de todos esos efectos en el cuerpo, los segundos dardos suelen 
tener su mayor impacto en el bienestar psicológico. Veamos cómo trabajan en tu 
cerebro para aumentar la ansiedad y empeorar el humor. 
Ansiedad 
La actividad SNS/EHPA reiterada convierte a la amígdala en más 
sensible a supuestas amenazas, lo que a su vez aumenta la actividad SNS/EHPA, lo 
que sensibiliza la amígdala aún más. El equivalente mental de este proceso 
físico es una excitación creciente del 
estado de ansiedad (ansiedad 
basada en situaciones específicas). Además, la amígdala ayuda a crear 
recuerdos implícitos (restos de experiencias pasadas que existen debajo 
de la consciencia); a medida que se sensibiliza, va sombreando esos recuerdos 
con miedos, intensificando así la 
ansiedad rasgo (ansiedad constante con 
independencia de la situación). 
Simultáneamente, la activación frecuente 
del SNS/EHPA agota al hipocampo, que es vital para la formación de recuerdos 
explícitos, recuerdos nítidos de lo que pasó de verdad. El cortisol y las 
hormonas glucocorticoides relacionadas debilitan las conexiones sinápticas 
presentes en el hipocampo e inhiben la formación de otras nuevas. Y más: el 
hipocampo es una de las pocas regiones del cerebro que pueden fabricar neuronas 
nuevas, pero los glucocorticoides lo impiden, dañando su capacidad para producir 
recuerdos nuevos. 
Que la amígdala esté muy sensibilizada cuando el 
hipocampo está en peligro es una mala combinación: experiencias dolorosas pueden 
grabarse en la memoria implícita (con todas las distorsiones y poniendo a la 
amígdala a funcionar exageradamente) sin un recuerdo explícito exacto 
correspondiente. Algo como: «Pasó algo, no sé bien qué, pero estoy muy molesto». 
Esto podría ayudar a explicar por qué las víctimas de un trauma pueden sentirse 
disociadas de las cosas horribles que les pasaron, pero muy dispuestas a 
reaccionar a cualquier disparador que les recuerde inconscientemente lo que 
pasó. En situaciones menos extremas, el doble problema de una amígdala acelerada 
y un hipocampo debilitado puede llevar a que una persona se sienta molesta mucho 
tiempo, sin saber exactamente por qué. 
Humor deprimido La 
activación rutinaria del SNS/EHPA mina las bases bioquímicas de una disposición 
equilibrada (y no digamos de una animosa) de varias maneras: 
  - la norepinefrina te ayuda a sentirte alerta y energético mentalmente, pero 
  las hormonas glucocorticoides la agotan. Poca norepinefrina puede hacerte 
  sentir cansado, incluso apático, con poca concentración; estos son síntomas 
  clásicos de depresión.  
  
- con el tiempo, los glucocorticoides reducen la producción de dopamina. 
  Esto lleva a un menor disfrute de actividades que antes eran agradables, otro 
  criterio clásico de la depresión.  
  
- el estrés reduce la serotonina, probablemente el neurotransmisor más 
  importante para conservar el buen humor. Cuando baja la serotonina, también lo 
  hace la norepinefrina, que ya ha bajado por los glucocorticoides. En resumen, 
  menos serotonina significa más vulnerabilidad a la tristeza y menos interés en 
  el mundo.
Un proceso íntimoNuestra 
experiencia de estos procesos fisiológicos es muy íntima, claro. Cuando estoy 
enfadado no pienso en todos estos detalles bioquímicos. Pero tener una idea 
general sobre ello rondándome me ayuda a valorar la pura física de la cascada de 
segundos dardos, de su naturaleza impersonal y de su dependencia de causas 
anteriores, y de su transitoriedad. 
Este conocimiento es esperanzador y 
motivador. El sufrimiento tiene causas claras en tu cuerpo y mente, así que, si 
cambias las causas, sufrirás mucho menos. Y puedes cambiar las causas. A partir 
de aquí vamos a centrarnos precisamente en eso. 
EL SISTEMA 
NERVIOSO PARASIMPÁTICO Hasta aquí hemos examinado cómo las 
reacciones impulsadas por la avidez y el odio (especialmente este último) pasean 
por tu cuerpo, moduladas por el sistema nervioso simpático. Pero el sistema 
nervioso simpático es solo uno de los tres componentes del 
sistema nervioso 
autónomo (SNA) que opera mayormente por debajo del nivel de la consciencia 
para regular muchos sistemas corporales y sus respuestas a condiciones 
cambiantes. Los otros dos componentes son el 
sistema nervioso 
parasimpático (SNPS) y el 
sistema nervioso entérico, que 
regula el sistema gastrointestinal. Fijémonos en cómo el SNS y el SNPS 
desempeñan sus roles en tu sufrimiento… y en su final. 
El SNPS conserva 
la energía de tu cuerpo y es responsable de la actividad continuada. Produce una 
sensación de relajación, a menudo acompañada de satisfacción, por lo que a veces 
se le llama sistema de «descansa y digiere», en contraste con el SNS de «lucha o 
huye». Estos dos componentes del SNA están conectados como los extremos de un 
balancín: cuando uno sube, el otro baja. 
La activación parasimpática es 
el estado normal de descanso de tu cuerpo, cerebro y mente. Si se desconectara 
quirúrgicamente tu SNS, seguirías vivo (aunque no serías muy útil en una 
emergencia). Pero si se hiciera lo mismo con tu SNPS, dejarías de respirar y 
morirías. La activación simpática es un cambio a partir del punto de equilibrio 
parasimpático para responder a una amenaza o a una oportunidad. La influencia 
tranquilizadora del SNPS te ayuda a pensar con claridad y a evitar acciones en 
caliente que podrían herirte a ti o a otros. También sosiega la mente y acoge la 
tranquilidad, lo que apoya la perspicacia contemplativa. 
LA 
IMAGEN GLOBAL El SNS y el SNPS evolucionaron juntos para 
mantener vivos a los animales, humanos incluidos, en entornos potencialmente 
letales. Los necesitamos a ambos. 
Por ejemplo, respira cinco veces, 
inhalando y exhalando un poco más a fondo que de costumbre. Esta es una 
actividad energizante y relajante al tiempo: activa primero el sistema simpático 
y luego el parasimpático, uno y otro, en un ritmo suave. Fíjate en cómo te 
sientes cuando has acabado. Esa combinación de vivacidad y «centricidad» es la 
esencia de la zona de rendimiento punta que conocen los atletas, personas de 
negocios, artistas, amantes y meditadores. Es el resultado del acelerador y el 
freno, el SNS y el SNPS, trabajando armoniosamente juntos. 
La felicidad, 
el amor y la sabiduría no crecen cerrando el SNS, sino manteniendo el sistema 
nervioso autónomo completo en un equilibrio óptimo: 
  - excitando el parasimpático para elevar el nivel constante de tranquilidad 
  y paz.  
  
- activando suavemente el SNS para conseguir más vitalidad, entusiasmo y 
  pasiones saludables.  
  
- aceptando picos de SNS ocasionales para atender las demandas, sean de una 
  gran oportunidad en el trabajo o la llamada de un adolescente que necesita que 
  le recojan de una fiesta que ha ido mal.
Esta es la mejor receta para 
una vida larga, productiva y feliz. Hace falta práctica, 
claro. 
UN CAMINO DE PRÁCTICA El dolor 
es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Si puedes presenciar sin más lo 
que está llegando a la consciencia —sea un primer dardo o un segundo—, sin 
reaccionar, estás rompiendo la cadena del sufrimiento ahí mismo. Con el tiempo, 
mediante entrenamiento y moldeando tu mente y cerebro, puedes llegar a cambiar 
lo que llega a la consciencia, aumentando lo positivo y reduciendo lo negativo. 
Mientras tanto, puedes descansar y ser nutrido por una sensación creciente de 
paz y claridad en tu naturaleza verdadera. 
Estos tres procesos 
—
estar con lo que se presente, 
trabajar con las tendencias de la 
mente a trasformarlo, y 
refugiarse en el terreno del ser— son las 
prácticas esenciales del camino del despertar. Corresponden de muchas maneras a, 
respectivamente, atención plena, virtud y sabiduría, y a las tres funciones 
neuronales fundamentales de aprender, regular y seleccionar. 
Al tratar 
con los diferentes temas de tu camino del despertar, encontrarás repetidamente 
estas fases de crecimiento: